sábado, septiembre 15, 2018

NO, NO TODOS SOMOS TODOS IGUALES

Cristina Cifuentes

            En numerosos lugares, el paganismo dejó huellas profundas. Las capillas cristianas pudieron reemplazar a los santuarios druídicos o galorrromanos, innumerables fuentes “milagrosas” son todavía lugares de peregrinación, e innumerables piedras “encantadas” son objeto de ritos supersticiosos. A menudo, una imagen de la Virgen se refugia en el hueco de alguna encina antaño sagrada. Supervivencias de creencias y ritos paganos son las hierbas, los fuegos y los bailes de la noche de San Juan (24 de Junio). El 1 de mayo, fiesta de Beltine, conmemora la renovación del sol y de la vida. Seis meses más tarde (1 de noviembre), el culto de la noche y de los muertos (fiesta de Samaín) celebraba la inmortalidad de las almas de los difuntos: la Iglesia lo ha hecho el día de Todos los Santos.
            Le digo a Zalabardo que, si yo estuviese redactando una tesis sobre el sincretismo de las culturas y las religiones, el párrafo anterior sería un buen comienzo y hasta puede que alguien lo considerara un acierto. Pero si lo dejo tal cual y omito que dicho texto no es mío, sino de Pierre Grimal, y que lo he cogido de su ya clásica obra Mitologías de las estepas, los bosques y las islas, cometo plagio, imperdonable deslealtad por apoderarme de las ideas y escritos de otra persona y darlas como si fuesen mías. Por desgracia, estos días se habla mucho de tesis y másteres manchados por el plagio, aparte otras cuestiones, aunque, eso es lo peor, no para defender el respeto a la propiedad intelectual, sino
Pablo Casado
como parte de una sucia guerra política.
En cualquier caso, lo cierto es que se remolonea a la hora de manejar con decencia las fuentes de información y no se siente rubor al acudir a esa atractiva, poderosa y peligrosa fuente que es Internet, ni el personal se avergüenza de abusar del copia y pega. Casi siempre con la misma excusa: “total, ¿quién va a leer esto?”; o: “seguro que nadie se da cuenta”; o: “ya que está ahí, ¿para qué perder tiempo en buscar en otro sitio?”
            Deleznables argumentos todos ellos, no ya porque sea delito, sino porque refleja gran pobreza intelectual. Quien cae en esa red de la copia o el plagio pierde el hábito de la lectura crítica, la facultad de razonar adecuadamente, la capacidad de componer un trabajo, y, sobre todo, renuncia a ser original. Al propio Jorge Valdano (deportista ejemplar a quien Zalabardo y yo admiramos) le he leído esta mañana que Internet ya nos enseñó que una cosa es la información y otra el criterio para discriminarla. Pero, a lo que se ve, no se tiene conciencia clara de ello. Estos días nos sobresaltan los casos de Cifuentes, de Casado, de Montón y se ha pretendido sembrar dudas sobre el propio presidente del gobierno. No es solo un problema de España, lo que no es consuelo, porque conocemos muchas dimisiones en países diversos por idéntica razón.
            Hay quien se escuda en el pueril argumento de que es muy difícil, o casi imposible, ser original. Nada más falso. Cualquier diccionario nos dice que original es lo que no es copia ni imitación de otros; pero también nos dirá que original es la visión novedosa de una idea preexistente de modo que se diferencie de la mera copia o plagio. Esto último es lo que hoy se olvida, que podemos beber de muchas fuentes, pero nunca menospreciarlas. Le aconsejo a Zalabardo que lea el cuentecito Pierre Menard, autor del Quijote, en el que Borges aborda bastantes cuestiones acerca del autor, el lector e ideas afines. Gonzalo de Berceo no dudaba en reconocer: Esto que digo está escrito en los libros; no soy tan loco como para inventármelo; y, sin embargo compuso la maravillosa y original, por citar solo una de sus obras, Milagros de Nuestra Señora. El tema de la vida como río se trató hasta la saciedad en la Edad Media; ¿quién niega, pese a ello, la hondura de las Coplas de Manrique? Y, viniendo más cerca, ¿alguien restará originalidad al Ulises de James Joyce, inspirado todo él en Homero?
 
Carmen Montón
          
Le pido licencia a mi amigo para hablar de mí mismo. Siempre digo que en mi estilo tienen mucho peso las lecturas realizadas a lo largo de mi vida. Es una voluntad de reconocimiento y homenaje por el placer que me proporcionaron y porque creo, como también lo cree Vargas Llosa, que toda la literatura y toda la cultura de una época se fundamenta sobre la literatura y cultura de épocas anteriores.
            Pues bien, en La noche a la ventana, la última novela que he escrito, digo en un lugar: Porque el tiempo es una rueda que no cesa de voltear amontonando ayeres. Y, en otro: Tus cenizas las esparcí al aire en la cima de una montaña […] Esa ceniza empujada por la brisa, polvo eres y en polvo te habrás de convertir, se depositaba suavemente sobre el suelo […] Eso me da la seguridad de que tu voz me habla desde el fondo de las raíces y tus ojos me sonríen desde cada pétalo de las flores silvestres. Está claro, no solo no lo niego, sino que dejo constancia de ello, que ahí están Juan de Mena, Quevedo, la Biblia y Juan Ramón Jiménez. Ellos no lo dijeron así, pero les rindo homenaje reinterpretando y dando un giro a las que fueron sus palabras, porque participo de sus ideas. Y para que conste que no hay suplantación, el capítulo que contiene el segundo párrafo va encabezado con este breve poema de JRJ: Cuando estés con las raíces / llámame tú con tu voz. / Me parecerá que entra / temblando el sol.
Copia, plagio y piratería no son la misma cosa ni comportan la misma gravedad, aunque todas vulneren la propiedad intelectual. Copia quien reproduce literalmente un original callando su procedencia; plagia quien copia pretendiendo pasar por propio lo que no lo es, con lo que se añade la voluntad de engañar y falsificar; y piratea quien distribuye una obra de modo fraudulento.
            Lo que produce mayor sonrojo es que estos políticos descubiertos en engaño no tengan la vergüenza torera de reconocer su error y pedir disculpas, sino que aprovechen la coyuntura para atacar con saña a los adversarios políticos. Ojalá nosotros no caigamos en ese mismo error y censuremos las conductas tramposas sin importarnos el color de su ideología.
            Decía la exministra poniendo mucho énfasis: No todos somos iguales. ¡No todos somos iguales! Tiene razón, Por suerte no todos somos iguales. Pero hay muchos estudiantes a los que se les está dando un mal ejemplo y haciendo un tremendo daño porque lo que perciben es que hay quien recibe un trato especial. Estos jóvenes acaban creyendo que ese camino del chalaneo y el engaño está expedito y querrán seguirlo ellos también. Después de oírla, me vinieron a la memoria aquellas palabras (no son exactamente así, pero da igual) de Orwell en Rebelión en la granja: Todos somos iguales, pero algunos somos más iguales que otros. Deseemos que eso no sea verdad.

No hay comentarios: