lunes, diciembre 31, 2018

Y LA GANADORA ES… MICROPLÁSTICOS


            En una carta al director, un lector escribía sobre un reciente artículo de Javier Marías en el que se quejaba del uso zafio y poco competente que alguien tiene que contarle a ese señor que la lengua es viva y evoluciona. Le digo a Zalabardo que me gustaría tener delante a ese individuo, que se oculta tras uno de esos alias raros que solemos ver en las redes sociales, para responderle que no es lo mismo evolucionar para mejor que hacerlo hacia una lengua degradada.
            A veces tengo la impresión, continúo hablando con mi amigo, de que nos pasa con la lengua lo que con tantas otras cosas: tendemos a trivializarla, a mirarla como uno más de esos objetos de usar y tirar. El lenguaje nunca podrá escapar de las modas y costumbres de cada época, porque es el reflejo de nuestro pensamiento. Pero, sin negar eso, no olvidemos la hondura y valor que el tiempo le va otorgando. No es una corbata, una falda, unos zapatos, que nos ponemos una temporada y a la siguiente arrumbamos. Sin embargo, parece que algo así sucede. Cada año, cada estación, casi cada mes, se nos incita a declarar el mejor libro, película, futbolista, automóvil… Y cada año, estación o mes siguientes, sin dar ocasión a que se asienten, les buscamos sustitutos.
            En todas las épocas, trato de mostrar a Zalabardo, han surgido palabras y giros nuevos, modos de hablar; al mismo tiempo, otros han desaparecido. Y solo cuando esas palabras han calado en la masa social el Diccionario, que ni inventa ni impone nada, les ha dado entrada en su seno. Y no faltan ocasiones en que las palabras tienen una vida tan efímera que ni han llegado a figurar en sus páginas.
            Pero, como dijo Berceo, sennores e amigos, lo que dicho avemos, / palabra es oscura, esponerla queremos: / tolgamos la corteza, en el meollo entremos, / prendamos lo de dentro, lo de fuera dessemos. Por desgracia, tendemos a quedarnos con la corteza sin reparar en el interior. Ni la propia Academia y la Fundación para el español Urgente (Fundéu) escapan de ese vicio del momento. La Academia, incluyendo, suprimiendo o modificando tal o cual vocablo sin otra razón que la voluntad o capricho de grupos determinados; Fundéu, prestándose, con toda su buena voluntad, a declarar la palabra del año, como si la lengua debiera someterse a concurso o certamen.
            Desde hace unos años, se viene seleccionando un grupo de palabras entre las que, al final, se escogerá la palabra del año. Los criterios, ya lo insinúo antes, parecen ser válidos, pues se atiende a qué temas preocupan más, de qué se habló en los medios o qué dudas tuvieron los medios de comunicación. Pero, llamo la atención a Zalabardo, se habla de medios de comunicación, no de los hablantes en general. Así, en ocasiones anteriores, ganaron escrache, selfi, refugiado o aporofobia. La primera parece que ya no se emplea tanto; a la tercera, la corrección política la va desplazando por migrante; y de la cuarta, ignoro cuántas personas la utilizarán o sabrán su significado.

            Este año, las palabras seleccionadas fueron: arancel, nacionalpopulismo, microplásticos, hibridar, VAR, procrastinar, mena, lo nadie, micromachismo, descarbonizar, dataísmo y sobreturismo. Nada hay que objetar a ninguna, pues su formación se ajusta a procesos propios de nuestra lengua; si acaso, extraña la presencia de arancel, hibridar, procrastinar o nadie, que tienen poco de nuevas. La ganadora ha sido microplásticos, esos ‘pequeños fragmentos (inferiores a 5 mm.) fabricados ya con ese tamaño o procedentes de la fragmentación de otros plásticos en descomposición’.
            Sobre lo que quiero llamar la atención de Zalabardo no es sobre el hecho en sí de elegir esa u otra palabra como merecedora de tal reconocimiento. Lo que me sulfura un poco es que son palabras que apenas calan en el pueblo, que no salen del círculo de los medios de comunicación y, muchas veces, por el empuje de otras lenguas. Veamos algún caso de las que ya aparecen en el diccionario académico. Procrastinar, término culto equivalente a ‘aplazar’, ‘retardar algo’, ya se usaba en el siglo xviii. El Dirae, Diccionario inverso de la Real Academia Española, nos informa de que su índice de frecuencia según el CREA, Corpus de Referencia del Español Actual, es de 0.0, es decir, que casi nadie la emplea; y su índice de frecuencia según el Google Ngram, que mide la aparición de un término en un periodo de tiempo, es de 248, lo que tampoco es mucho si tenemos presente que aplazar, el término más común, tiene un índice de frecuencia en el CREA de 3.42 y de 114494 en el Google Ngram.
 micro o macromachistas; no escandalizarse si usamos el anglicismo tariff en lugar de arancel si mantenemos las barreras económicas que perjudican a los países más pobres; exigir diligencia en las acciones y no aplazarlas debatiendo si procrastinamos o retrasamos; o, por fin, imponerse el objetivo de cuidar el medioambiente, la limpieza de los mares contaminados y la defensa de su fauna, se llamen esos elementos contaminantes microplásticos o de otra forma.

           El meollo de esta cuestión, aclaro a Zalabardo, está en que debería interesarnos más lo que hay detrás que la palabra que utilizamos. Debería importar más eliminar las actitudes sociales injustas con las mujeres que perder el tiempo discutiendo si son
            Y el meollo, acabo por decir a mi amigo, está en que todos los medios de comunicación, sin excluir ninguno, se encandilan hablando de las palabras del año y de microplásticos, la ganadora; pero estos medios son los mismos en los que un día y otro encontramos los redundantes crespón negro y monolito de piedra, sin reparar en que ya crespón significa ‘tela de color negro que se usa en señal de luto’ o que un monolito solo puede ser de piedra; los que siguen diciendo y escribiendo este agua o ese arma; los que confunden infligir con infringir; los que siguen creando los giros, por ejemplo cambiarla toda, que oímos a cronistas deportivos… Tal vez les valiera más buscar menos palabras del año y emplear bien las que no desfilan por ninguna pasarela.


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