Se celebra este año el octavo centenario del Poema de Mío Cid. El texto nos ha llegado merced a una copia del siglo XIV que se hizo sobre un manuscrito compuesto en el año 1207 por un tal Per Abbat. El Cid podría haber convertido en el gran héroe español de no ser por aquella valoración que hicieron los hombres del 98 (el Cid = Castilla = España), lo que transformó a Rodrigo Díaz en figura antipática para periféricos y nacionalistas.
Tuve en mi niñez conocimiento del Poema por vía indirecta, pues la lectura en el colegio del poema de Manuel Machado titulado Castilla, aquel que narra el episodio de la niña que, a la puerta de una posada explica al héroe por qué nadie lo acoge, me hizo sentir deseos de conocer la historia completa. Luego, cuando ya leí el Poema en su totalidad, no me atrajeron de forma especial los episodios bélicos, sino aquellos que más ponían de relieve el perfil humano del protagonista. Y de estos, ya hacia el final, aquel momento en que se dirige a los infames infantes de Carrión y les dice, más o menos: "¿En qué os pude faltar, infantes, que no hubiese remediado? ¿Por qué desgarráis así las telas de mi corazón? ¿Por qué heristeis con cinchas y espolones a mis hijas y las abandonasteis a las bestias fieras y aves del monte?"
Pero no quiero llamar la atención sobre el texto y su historia, ni sobre el protagonista. Hoy quiero hablar de Per Abbat. Para unos, es el genial autor del Poema, hombre culto y de profundos conocimientos que tuvo acceso a la documentación existente sobre el de Vivar. Para otros, no pasó de ser un mero copista que se limitó a dejar reflejado en el papel el recitado de la historia que hacía un juglar.
Para mí, en cualquier caso, es ese hombre humilde que solo al final, antes de escribir su nombre, ruega a Dios que conceda el paraíso al autor de aquel relato. No es como Gonzalo de Berceo, que va desde el principio soltando su nombre y pidiendo reconocimiento. Per Abbat, por otro lado, ha tenido que luchar contra los que le niegan el pan y la sal y no dan crédito a sus palabras cuando añade: "Per Abbat lo escribió en el mes de mayo de 1207". 'Escribir' quiere decir 'copiar', dicen muchos. Y Per Abbat no puede hacer ya nada por reivindicar su figura.
Me dice Zalabardo que en este octavo centenario, teme que se hable mucho del héroe castellano y quizá menos de Per Abbat. Al fin y al cabo es solamente el autor. Me recuerda que muchos autores españoles, castellanos y no castellanos, y de eso deberíamos saber bastante los andaluces, no han llegado a tener, ni en vida ni tras su muerte, el reconocimiento que sus obras merecen. Siempre ha habido alguien que haya sacado a relucir un inconveniente para su encumbramiento incuestionable. Este fue soberbio; este antipático; aquel rojo o facha; el otro homosexual. ¿Y en qué desmerecen esos calificativos, me dice, la grandeza de la obra de cada uno de ellos? De Per Abbat, de quien no sabemos prácticamente nada, ¿qué diremos? Pues bien, más de uno diría que lo suyo no es merecedor ni de ganar el premio Planeta.
Yo, por mi parte, prefiero pensar en su figura menuda inclinada sobre el escritorio, con los dedos manchados de tinta; imaginármelo, autor o copista, emocionado mientras escribía aquello de: esto me an buolto mios enemigos malos, poco antes de que la gente de Burgos exclamara al verlo pasar : Dios, qué buen vassallo, si oviesse buen señore!
No hay comentarios:
Publicar un comentario