HONESTO, ¿PERO HONRADO?
Primero fueron los análisis previos al proceso electoral americano. Ahora son los análisis sobre el ganador, el demócrata Barack Obama. Todos los medios dale que te pego. Pero, tranquilos, que no voy a sumarme a esa pléyade de analistas. Voy por otro camino. En una de aquellas informaciones previas, leía un día que el republicano John McCain representaba la honestidad. Lo curioso es que esta afirmación ya no suele extrañar a casi nadie. ¿Y por qué había de extrañar?, me pregunta Zalabardo. Y yo le digo que, simplemente, porque lo que el articulista quiso decir es que McCain representaba la honradez. Como Zalabardo pone cara de estar igual que antes, tendremos que desarrollar esto un poco más. Había un dicho que, más o menos, venía a afirmar que la honradez tiene su asiento de cintura para arriba, mientras que la honestidad lo tiene de cintura para abajo; ¿más claro?
Para explicarlo, nos vamos a remontar al Diccionario de Autoridades, de 1734. Allí leemos que la honestidad es la 'moderación y pureza contraria al vicio de la lujuria'; en cambio, la honradez es 'aquel género de pundonor que obliga al hombre de bien a obrar siempre conforme a sus obligaciones y cumplir su palabra en todo'. ¿Qué es lo que ha ocurrido, entonces? Nada que no sea fácil de explicar. Se ha producido, de entonces a nuestros días, algo muy frecuente en la lengua: un cambio semántico. Una palabra que tiene un significado pasa a tener otro diferente o que se suma al que anteriormente tenía. En el ejemplo que nos ocupa lo sucedido es que una palabra ha asumido el significado de otra a la que, si no condena a desaparecer, la relega al menos a un segundo plano. Como veremos, honestidad va a asumir los significados de honradez y esta, a su vez, apenas si mantiene una parte de su significado primitivo. ¿Y eso es bueno o es malo? Ni una cosa ni la otra. Tan solo es muestra palpable de que la lengua, como hemos dicho aquí muchas veces, es un organismo vivo que los hablantes, mediante el uso que hacen de ella, van transformando.
En este caso concreto, el cambio puede ser rastreado a través de la consulta que hagamos de los diccionarios académicos. Espero no resultar excesivamente pesado. Sentado lo que dice el de Autoridades, leemos que el Usual de 1837, un siglo posterior, recoge que honestidad es 'la decencia y moderación en la persona, acciones y palabras' y añade que son sinónimos suyos 'castidad, recato, pudor'. Por contra, honradez es el 'proceder recto, propio de un hombre de honor y estimación'. Se conserva, pues, la línea del diccionario dieciochesco y, con ligerísimas modificaciones, más de redacción que de sentido, esas definiciones se mantendrán en el Usual de 1950 y el el Manual de 1989.
Tendrá que aparecer el de 1992 para que se perciba que la lengua ya ha cambiado, cambio producido con anterioridad, pues ya sabemos que los diccionarios van siempre por detrás de los usos generales. Y es que en esta edición se dice que honestidad es 'cualidad de honesto'; si nos vamos a consultar ese adjetivo, leemos que significa '1. Decente o decoroso / 2. Recatado, pudoroso / 3. Razonable, justo / 4. Probo, recto, honrado'. ¿vemos el deslizamiento que se ha producido y que queda atestiguado en las acepciones 3 y 4? Que aparezca así es señal de que el fenómeno está ya bastante arraigado en los hablantes. De honradez dice que es 'rectitud de ánimo, integridad en el obrar'. Esas definiciones son las que persisten en la edición actual del diccionario oficial.
Si ahora nos vamos a otros dos diccionarios que en esta agenda se han citado con frecuencia, observaremos un dato curioso. El Diccionario del español actual, de Manuel Seco (1999) sigue el criterio académico y define honestidad como 'cualidad de honesto' y honesto como '1. De buen comportamiento en lo relativo a la moral sexual / 2. Recto y honrado'. La honradez la define como 'cualidad de honrado' y honrado es el 'que se ajusta a la norma moral, especialmente en lo relativo a la veracidad y respeto a la propiedad ajena'. Todo sigue igual en lo que concierne a honestidad, pero el sentido de honradez ya se va restringiendo.
Por fin, el Diccionario de uso del español, de María Moliner (2007) es el que me parece que refleja mejor la situación actual del problema, pues afirma que honestidad significa 'cualidad de honesto' y define el adjetivo como '1. Incapaz de engañar, defraudar o apropiarse de lo ajeno / 2. Cuidadoso de no excitar el instinto sexual o herir el pudor de otros'. Y, finalmente, dice que la honradez es la 'manera de obrar del que no roba, estafa o defrauda'. Dos cosas son aquí patentes: la primera, que honestidad recoge el significado principal de honradez y relega el suyo original a un segundo término; la segunda, que la honradez queda reducida casi exclusivamente a cuestiones económicas.
Por eso, aunque un purista pudiera decir: Muy bien, Mc Cain es honesto, ¿pero es honrado?, tenemos que admitir que de lo que el periodista nos quiso hablar era de su honradez, sin entrar en nada relacionado con su lubricidad. Lo que pasa, ni más ni menos, cuando la mayoría de nosotros exigimos de quienes nos gobiernan que sean honestos, sin que nos importen un pimiento los avatares de su vida sexual.
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