jueves, noviembre 13, 2008


UNA DE CAL Y ALGUNAS MÁS DE ARENA
Quienes nos conocen bien saben de la afición que Zalabardo y yo sentimos por el deporte. Claro está que, a estas alturas de la vida, no estamos ya para muchos trotes y, salvo el senderismo, no practicamos otras actividades aparte del fútbol sala, es decir, el visionado de partidos de fútbol bien arrellanados en el sillón del salón. Y como en el transcurso de los años se van adquiriendo muchos hábitos, tanto él como yo seguimos prefiriendo las narraciones de los encuentros a través de la radio; el sistema es simple: se le quita el sonido al televisor, con lo que se elimina el, por lo común, anodino (o estomagante según los casos) relato televisivo y se conecta al oído el auricular de un pequeño receptor de radio, con lo que se gana una narración de carácter próximo a la épica. José Francisco, que comparte esta afición, sabe bien de lo que hablo, aunque él, por la edad, no puede recordar el gol de Zarra a los ingleses en Maracaná narrado por Matías Prats. Yo apenas si conservo un vago recuerdo, pues aquella gesta sucedió en 1950, pero Zalabardo, que es mayor, lo recuerda muy bien y me lo ha referido bastantes veces.
En estos tiempos actuales, seguimos siendo fieles a la cadena SER y al programa Carrusel, el mismo que ideara en 1954 el locutor chileno afincado en España Bobby Deglané y que dirigiera durante tanto tiempo otro histórico de nuestra radiodifusión, Vicente Marco.
¿Adónde querrá ir a parar este con una introducción de tal naturaleza?, se preguntará más de uno de quienes lean este apunte si no es que se lo preguntan todos. Tranquilos, que allá voy. Todo viene a cuento de que quiero tratar un tema que ha aparecido más de una vez en estas páginas: el lenguaje del periodismo deportivo. Sabéis que, por lo común, soy bastante crítico con esta modalidad, especialmente porque al ser seguida por un amplio número de personas son muchos los que se contagian de los vicios expresivos y léxicos que les llegan a través de las ondas; por ejemplo, ese rotacismo tan feo y tan madrileño que tanto se contagia a los que no lo son, como el que utiliza un narrador de encuentros futbolísticos, cordobés y nacido en Cabra, que suena así: *lar dos ocasiones han sido..., *lor dominios de Casillas..., *faltan dor minutos...
En el baloncesto existe un puesto que es el de pívot (o pivote), que es aquel jugador que se mueve en las cercanías y bajo el tablero; los otros cuatro jugadores se mueven a su alrededor y su misión básica, la del pivote, es recoger los rebotes y anotar puntos. De este juego, y no estoy seguro si también del balonmano, se ha extendido esa denominación a otros deportes de equipo en que un jugador actúa de pivote respecto a los demás. En fútbol, en cambio, es más clásico considerar pivote a uno o más centrocampistas, los que organizan el juego, porque los que definen, los que tienen la misión de acabar las jugadas, son los puntas. Según las tácticas utilizadas, se podrá jugar con uno, dos o tres puntas. Incluso con más si se quiere, pese al atasco que se podría organizar. ¿De dónde, pues, ha salido eso de jugar con un *trivote cuando hay un entrenador valiente que dispone jugar con tres delanteros? ¿A santo de qué emplear ese prefijo tri si no existe una raíz *vote? ¿No sería mejor, pongo por caso, emplear la metáfora que usan otros para tal caso y hablar de tridente? Aunque lo más simple será siempre hablar de tres puntas o delanteros. ¿O por qué esa insistencia en llamar a los guantes de los porteros manoplas, palabra que designa algo diferente? Con lo fácil que resultaría consultar el diccionario.
El director del programa Carrusel hablaba un día de si se dice le pegó (a la pelota) o *la pegó (a la pelota). Ni corto ni perezoso hizo la siguiente exposición: "Me han dicho que lo correcto es decir le pegó, pero a mí me suena mejor *la pegó; así que deberían cambiar el castellano". Como me encontraba en ese momento trabajando ante el ordenador, le envié un mensaje en el que le explicaba el uso de los pronombre átonos y le añadía la coletilla de que mejor que cambiar la lengua lo que hay que hacer es aprenderla en condiciones. Zalabardo se reía y me decía: Eres más chulo que un ocho.
Pero insinuaba en el título del apunte que, entre tanta paletada de arena, a veces se da una de cal. Por ejemplo, cuando un jugador consigue tres goles en un mismo partido se solía aplicar el anglicismo hat-trick. Pues bien, hace unos días escuché a no sé quién (y siento de verdad no recordarlo) que Fulanito había logrado un triplete. ¿Por qué no lo hacemos siempre así?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hoy le ha salido a usted un apunte verdaderamente simpático y puesto que nos hemos reído dos veces, una con lo del futbol sala y otra con lo de mejor aprenderla en condiciones, creemos que ha hecho usted un doblete.
Los de La Colina.