Como resulta que Zalabardo no realizó en su tiempo el servicio militar, sin que nos importen ahora los motivos de tal circunstancia, no es posible que entre nosotros se den las usuales charlas con intercambio de batallitas tan propio de la edad que los dos ya lucimos. A falta de esos asuntos castrenses, las conversaciones de los dos versan, felizmente, sobre otros temas. Así, es frecuente que nos remontemos a etapas más alejadas en el tiempo, como por ejemplo la niñez, tema igualmente recurrente en los de nuestra edad. El otro día, nuestros recuerdos se remontaron a los tiempos en que, periódicamente, pasaban por el pueblo aquellas compañías ambulantes de teatro que a los dos nos deslumbraban tanto. Montaban su carpa, según yo recuerdo, aunque este sea un dato que Zalabardo me discute, en el parque de nuestro pueblo, a espaldas de la caseta municipal de la feria y junto a las tapias del asilo de las Hermanitas de los Pobres. Yo supongo, ahora, que tendrían un repertorio más amplio, pero lo único que ambos recordamos son La malquerida y Los intereses creados, de Jacinto Benavente, en cualquier época del año, y Don Juan Tenorio, de Zorrilla, si la visita se producía en fecha cercana al día de los difuntos, lo que, por otra parte, era bastante común.
A mí me gustaba especialmente Los intereses creados, de la que me entusiasmaba, sobre todo, aquella escena del final en la que se decía: Bastará con puntuar debidamente algún concepto... Ved aquí: donde dice "Y resultando que si no declaró..." basta una coma y ya dice "Y resultando que sí, no declaró..." Y aquí: "Y resultando que no, debe condenársele...", fuera la coma, y dice: "Y resultando que no debe condenársele..." ante todo lo cual Crispín se admiraba: ¡Oh, admirable coma! ¡Maravillosa coma! ¡Oráculo de la Ley! ¡Monstruo de la Jurisprudencia! Pero mayor que la de Crispín era la admiración que sentía yo ante aquella forma de jugar con las diminutas comas.
Hablando de esto un día, me preguntaba Zalabardo por qué yo no suelo colocar la tilde (que también es un elemento pequeño) en solo, cuando es adverbio, y en este, cuando es pronombre. Le respondo que no hago otra cosa sino seguir la norma académica. Como son palabras llanas acabadas en vocal no necesitan de tilde que marque cuál es la sílaba tónica. Pero en este, como en otros casos, nos topamos con dos palabras iguales de forma pero de diferente función y significado: solo (únicamente), adverbio, o solo (sin nadie más), adjetivo, y este (lo cercano), determinante, o este (el que está cerca), pronombre. Existe, para estos casos, la tilde diacrítica, que es la que se coloca en una de las formas para diferenciarla de la otra, aunque no corresponda por la norma general; la costumbre es decir que habrían de llevar tilde el adverbio y el pronombre. Pero lo que en verdad dice la norma es que no es necesaria la tilde en ningún caso si el contexto es claro y que se deberá utilizar cuando se perciba algún riesgo de ambigüedad.
Veamos un ejemplo. Si tenemos la frase Habla solo cuando se pone nervioso, es fácil notar que solo podría tener dos sentidos: Habla sólo (únicamente) cuando se pone nervioso o Habla solo (consigo mismo) cuando se pone nervioso. No debe existir duda de que el uso de la tilde en este caso es obligado para desahacer equívocos. Lo mismo pasa en Esta mañana (hoy por la mañana) tiene una reunión y Ésta (ella) mañana tiene una reunión. También la tilde es necesaria para diferenciar los dos sentidos. Pero en frases como Solo te acepto una respuesta, No es aconsejable vivir solo, Te acompañará esta y Esta tarde no viene nadie vemos que no hay ningún riesgo de ambigüedad interpretativa; por eso no es necesaria la tilde.
Igualmente es diacrítica la tilde que diferencia los interrogativos y exclamativos (qué, cuál, dónde, cuánto, etc.) de los relativos y conjunciones (que, cual, donde, cuanto, etc.). Pero aquí, sin embargo, la norma nos indica que debemos usar la tilde siempre.
Se diría, y debe decirse, que la norma es simple y fácil de retener. No obstante, son abundantes los casos de confusión. No hablo ya de los alumnos que, apelando a la ley del mínimo esfuerzo, no escriben ninguna tilde y encima pretenden que no se dé importancia al hecho. En textos escritos que deberían estar más cuidados se dan también usos incorrectos o inadecuados, porque nos ofrecen frases ambiguas que deberían haberse escrito de otra manera. Leía hace días en una información la frase No sabemos que buscaban (es decir, 'ignoramos que haya una búsqueda') cuando al seguir la lectura uno se daba cuenta de que lo que se quería decir era que 'se ignoraba el objeto de la búsqueda', es decir, lo que se buscaba, por lo que la frase tendría que haber sido No sabemos qué buscaban. No es lo mismo una cosa que otra y ahí faltaba una tilde que nos evitaría entender algo diferente a lo que se quería decir.
Otro caso que quiero poner quizá resulte un poco más enrevesado. No se trata ya solo de que falte o sobre ninguna tilde, sino de que se está diciendo algo que no es. Allá por la navidad, el Real Madrid se debatía porque no podía inscribir en la Champions a dos jugadores que había fichado, ya que eso iba contra el reglamento de la competición. Un periódico lo decía así: sólo un futbolista que haya jugado en alguna competición de la UEFA puede jugar con otro equipo en la misma temporada en Europa. Si prestamos atención, veremos que lo que podemos entender ahí es que 'es imprescindible haber jugado otra competición en la misma temporada para fichar por otro equipo'; el reglamento pretende en verdad decir otra cosa, que puede jugar con otro equipo en la misma temporada en Europa un solo futbolista que haya jugado en alguna competición de la UEFA. Nos debe quedar claro que no es lo mismo sólo un futbolista que un solo futbolista. Y es que el adverbio sólo modifica a puede jugar, mientras que el adjetivo solo modifica a futbolista. Le digo a Zalabardo que espero haberme explicado con claridad, pero su mirada me hace dudar.
1 comentario:
Yo soy uno delos que todavía creía que el uso de tilde en solo adverbio era obligatorio. Gracias por sacarme de ese error.
También yo he vivido los tiempos en que periódicamente pasaban por el pueblo los cómicos ambulantes. Pero la única función que recuerdo (también en la carpa que montaban a espaldas de la caseta municipal de la feria) es una Pasión de Jesús. Y si mal no recuerdo, pienso ahora que el principal sufrimiento de aquellos figurantes era la escasez de asistentes (algunos de los cuales invitados)lo que ponía en entredicho su cena aquella noche.
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