lunes, mayo 04, 2009


INTRANSIGENCIA
Jacques Tati, actor francés de ascendencia rusa nacido en 1907 y fallecido en 1982, está considerado en su patria como el rey indiscutible de la comedia. Sus películas más conocidas son Día de fiesta, Las vacaciones de M. Hulot, Mi tío, Playtime y Trafic. Tanto Zalabardo como yo coincidimos en valorar muy por encima de las demás a la segunda y tercera de las citadas, aunque ya hemos dejado constancia en esta agenda que nuestra cultura cinematográfica no pasa de ser la de dos aficionados a ver buenas películas, sin más.
Ambas películas son, a su vez, la presentación en sociedad del personaje que lo ha hecho mundialmente famoso, monsieur Hulot, fácilmente reconocible por su gabardina, su paraguas y su pipa. Monsieur Hulot es un hombre corriente, una persona común, con no más ignorancia y curiosidad que otro hombre cualquiera que vive en un mundo caracterizado por todos los avances tecnológicos del siglo XX y en el que no termina de sentirse a gusto. Las vacaciones de M. Hulot (1953) pretende ser una crítica de las costumbres pequeñoburguesas en una ciudad costera durante las vacaciones. Su estancia entre sus vecinos es fuente de un completo caos y de la provocación de un absoluto desorden que no es más que su modo de satirizar unos modos de ser. Mi tío (1958) fue su película más premiada y aclamada y en ella manifiesta su defensa del individuo frente a la modernidad y la tecnificación. Hablando de ella, dijo: Prefiero vivir en un barrio antiguo y humano antes que en medio de una red de autopistas y del barullo de la vida moderna.
¿A qué viene ahora esta glosa de la vida y obra de Tati?, me pregunta Zalabardo. Le digo que a algo muy simple como es el hecho de que este mundo tecnificado que él repudiaba y que ahora, para más inri, se ha vuelto cultivador de lo políticamente correcto hasta caer, digo yo, en la intransigencia, acaba de darle, en su propia patria, un último bofetón. Como Zalabardo me pone cara de extrañeza, le explico la situación. En Francia se está llevando a cabo un homenaje a tan genial cómico. Pues bien, a alguien se le ha ocurrido la infausta idea de censurar los carteles que lo anuncian en el metro y en los autobuses despojándolo de su inseparable pipa y colocando en su lugar un molinillo. Razón aludida: la prohibición de publicitar el tabaco en estos medios. No piensan que tal cosa es como si ahora representásemos a Charlot desprovisto de su flexible bastón o de su bombín. Por supuesto, los sindicatos de directores y críticos de cine del país galo han protestado por tal desaguisado, pero no sé si les harán caso.
Lo que esto me lleva a pensar, le digo por fin a Zalabardo, es que talibanes e intransigentes los hay por todas partes. Por ejemplo: no hace mucho, no sé qué asociación presentó una queja contra una de nuestras televisiones porque en una de sus series aparecía un personaje que tartamudeaba, lo que dicha asociación consideraba un trato vejatorio hacia las personas que padeciesen esa dificultad de habla.
Esta actitud de intransigencia parece extenderse como mancha de aceite, poco a poco aunque sin que nadie sea capar de pararla, por todas las facetas de nuestra vida. Naturalmente, el lenguaje no queda excluido de lo que decimos. No importa cuál sea la razón lingüística de un determinado uso; lo que cuenta es proscribir aquello que no nos gusta porque lo consideramos ofensivo. Sin reflexionar, en la mayoría de los casos, que tal ofensa no existe más que en la mente de quien propugna la prohibición.
Zalabardo parece que me va viendo la intención y me sugiere que deje aquí el asunto, sin entrar en más detalles; pero resulta que tales detalles son considerados por mí importantes. Veamos: hay en la lengua un proceso que se llama lexicalización y que consiste en el hecho de que un giro de palabras pasa a tener un sentido unitario y diferente del que tienen por separado las palabras que lo forman. Sirva de ejemplo el dulce llamado pedo de monja (que en otros lugares dicen teticas de monja) o el guiso que conocemos como olla podrida. Por otra parte, otros giros son simplemente descriptivos, sin encerrar la menor valoración de aquello a lo que se alude. Veamos, si no, la expresión estar más liado que la pata de un romano. Sin embargo, hay giros de uno y otro tipo que la corrección política nos pide desterrar. Creo que es suficiente con algunos ejemplos: engañar a alguien como a un chino, ser una reunión una merienda de negros o no hacer algo porque hay moros en la costa.
Te lo avisé, me indica Zalabardo; ahora atente a las consecuencias. Lo quiero tranquilizar, pero no lo consigo. Y es que, a ver, ¿dónde está ese chino, ahora que hay tantos entre nosotros, al que se supone fácil de engañar?; ¿sabemos qué se quiere decir cuando hablamos de merienda de negros? Pues sería igual que si unos suecos dijeran ahora de una reunión donde la gente habla en voz muy fuerte que parece una merienda de españoles, que en eso no les vamos a la zaga a los negros (¿o debo decir subsaharianos?). Y si alguien desea saber el origen de la expresión haber moros en la costa no tiene más que mirarlo en los muchos libros que la explican. Y ninguna de estas expresiones debe considerarse ofensiva ni vejatoria.
Le digo a Zalabardo, procurando tranquilizarlo, que no hay ofensa donde no hay intención, pienso yo, y que por este camino habría incluso que suprimir los chistes; por lo menos los que versan sobre homosexuales, o sobre curas, o sobre catalanes, o sobre leperos, o sobre maestros de escuela, o sobre putas (¿se puede decir putas?) o sobre guardias civiles, o sobre gitanos, o sobre... O habría que censurar a Eto'o por decir aquello de que quería trabajar como un negro para vivir como un blanco, o a Alfonso Guerra por cuando dijo aquello de que los socialistas iban a cambiar España de forma que no la reconocería ni la madre que la parió. ¿No parece ya mucha censura? ¿Cómo habré de pedir en una confitería un brazo de gitano sin que se me enfade nadie? Y, sin embargo, lo cierto es vamos cayendo, todos, en la postura de los intransigentes y terminamos por evitar aquello que alguien quiere que no se diga. Eso es lo malo.

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