viernes, septiembre 18, 2009


ALGO NO FUNCIONA (EVIDENTEMENTE)
Hace aproximadamente un año, incluía aquí un apunte en el que vertía mis críticas hacia determinados aspectos del sistema educativo y en el que concluía con la defensa de un Pacto Nacional por la Educación. A día de hoy, la situación en el terreno de la educación sigue igual, si no es que está peor. Verdad es que yo ya estoy fuera del sistema, pero hay vías de información. En el plazo de los diez últimos días, Zalabardo y yo no hemos dado abasto para recoger y analizar testimonios al respecto. Rafael Argullol daba cuenta en un artículo de cómo en la Universidad se está dando un alto índice de abandono de profesores, que se acogen a jubilaciones anticipadas, a causa "del desinterés intelectual de los estudiantes y la progresiva asfixia burocrática de la vida universitaria". Le han seguido otros artículos, reportajes, editoriales y comentarios de todo tipo.
En el campo de la Secundaria, el panorama no es más halagüeño, si bien a este problema del desinterés y la burocratización hay que unir, ¡ay!, el del grave deterioro de la necesaria autoridad de los profesores. Almudena Grandes, en un tiempo en que tanto se habla de educar en valores, denunciaba la pérdida de los valores de respeto, esfuerzo y mérito. En un programa radiofónico de esos que se piensan para insomnes, una profesora de Secundaria se quejaba amargamente de la falta de interés y la indisciplina de muchos alumnos sin que se haga por poner remedio y el desánimo que ello provoca en los docentes. En otro artículo, Juana Vázquez, también profesora, aboga por el pacto nacional del que hablo arriba y exige que se restituya la dignidad y autoridad de la que se ha desposeído a los profesores. Y, por fin, el propio Rey lo pedía en el acto de inauguración del curso, en Reinosa.
En estas, el Gobierno de la Comunidad de Madrid decide abordar la redacción de una ley que conceda a los funcionarios docentes la condición de "autoridad pública", con lo que se endurecería el castigo por agredir, de palabra o de hecho, a los profesores (por cierto, ayer supimos de la última agresión sufrida). En Internet, los comentarios a tal iniciativa eran casi generalmente favorables a la medida y eran muchos los que pedían algo semejante para otras Comunidades. El ministro Gabilondo se pronuncia en contra porque, dice, "es amigo de medidas globales", aunque no dice cuáles, con lo que nos quedamos como estamos. Y los sindicatos, divididos; como también se dividen las Asociaciones de Padres.
Durante estos días de comienzo del curso, las radios y televisiones se han encargado de difundir las altisonantes declaraciones de autoridades educativas que prometían no sé cuántos ordenadores y no sé cuántas pizarras digitales. Estas autoridades siguen miopes ante el problema real de la educación en nuestro país y siguen confundiendo el medio, los instrumentos, con el fin. No se enteran de que la calidad de la enseñanza no depende solo de que haya muchos ordenadores, ni de que, a cambio de una compensación económica, los profesores se comprometan a elevar el número de aprobados. Así, maquillaremos el índice de fracaso escolar, pero no mejoraremos la educación.
En su cortedad de miras, los grandes partidos (y los pequeños también, por emulación) son incapaces de dejar a un lado sus intereses meramente partidistas para hacer posible un gran Plan Nacional y Social para la Educación. Ante los medios, todos defienden su necesidad, pero nunca llega la hora de hacerlo efectivo. Algún día, esperemos que esté próximo, tendrán que rendir cuentas por su irresponsabilidad.
Hace falta una reforma educativa que se fundamente en la defensa de esos valores de respeto, esfuerzo y mérito (entre otros). El sistema tiene que proporcionar a los alumnos una formación en consonancia con los tiempos, con los mejores medios y con profesores actualizados en sus conocimientos y dotados de técnicas y recursos pedagógicos acordes; a cambio, se les podrá exigir responsabilidad en el desempeño de su cometido. Como habrá que pedir a los alumnos rendimiento y disciplina. No tiene mucho sentido, o eso me parece, la existencia de un estatuto de derechos y deberes de los alumnos en el que se les reconoce una sesentena de derechos y en el que apenas se les impone una decena de obligaciones.
Hace falta devolver al profesor su autoridad. Se debe acabar con el "colegueo" que tan nefastas consecuencias ha tenido. Porque un profesor no puede ser, aunque lo quiera, un colega del alumno (ni por edad, ni por la función o rol social que corresponde a uno y otro). No olvidemos que el profesor es, y el alumno lo sabe, quien ha de evaluar y calificar su rendimientto. El profesor tiene que ser respetuoso, además de justo, con el alumno y estrictamente respetado por este. No creo que haga falta decir que el trato amable, cercano y accesible se da por descontado.
Hace falta que la Administración educativa se dé cuenta de que tiene que velar por que los profesores recuperen toda la dignidad que la sociedad les ha arrebatado y no actuar siempre en función de las quejas, justificadas o no, de los padres. Sé que alguno no entenderá lo que voy a decir, pero a las Asociaciones de Padres hay que concederles lo que les corresponde, no más. Si los padres no respetan y apoyan escrupulosamente la labor profesoral, no llegaremos a ningún sitio.
Y hace falta que alguien se dé cuenta de que una enseñanza de calidad requiere inversiones en medios (no solo ordenadores) y en personal (por ejemplo, para atender a la diversidad, para cubrir las bajas, etc.). Que una enseñanza de calidad no debe limitarse solo a desarrollar habilidades; también debe ayudar a adquirir conocimientos.
Lo que un país sea, o pueda llegar a ser en el futuro, su desarrollo social, cívico, cultural, económico, etc., dependerá, que nadie lo dude, de su modelo educativo. Y con eso no pueden jugar, no tienen derecho, los partidos políticos.

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