domingo, junio 24, 2012

BUENOS Y MALOS


Conversamos Zalabardo y yo sobre si, en las obras de ficción, los personajes que solemos calificar como villanos atraen con más fuerza el interés de los espectadores o de los lectores, según hablemos de literatura o de cine. Él sostiene que sobre nosotros siempre ha ejercido mayor atractivo el bien que el mal. Y me pide que recuerde cómo, cuando de niños íbamos al cine, las palmas echaban humo en cuanto por el horizonte aparecía el séptimo de caballería que acudía en auxilio de los desvalidos colonos o cuando se truncaban los malintencionados planes del archimalvado Fu Manchú.
            Yo, que me posiciono en el bando opuesto, lo reto a que me diga, si es que lo recuerda, cuál era el nombre de aquel doctor que se empeñaba en desbaratar los planes de Fu Manchú, cuyo nombre nunca se nos olvidará; o que me reconozca cómo, aparte del general Custer, somos incapaces de recordar ningún otro jefe de la caballería de los Estados Unidos, mientras que Caballo Loco, Cochise, Toro Sentado, Gerónimo o Nube Roja permanecerán por siempre en nuestra memoria (aunque, hablando de indios y la caballería, creo los conceptos bueno y malo se salen de los caminos trillados).
            La conversación deriva hacia lo que dijo Calisto a Melibea (aunque con otra intención y en otro contexto) sobre que nuestra naturaleza es mixta, compuesta de dos partes.  Siendo así, lo que habría que ver es si en nosotros predomina la atracción hacia el bien o hacia el mal (si acaso tenemos algo más de Hyde que de Jeckyll). También en esto mi amigo y yo diferimos. Le digo entonces que uno de los grandes personajes de la literatura universal, Macbeth, es un malo de primera línea, quizás el único que Shakespeare haya convertido en protagonista de una de sus obras.
            Y si nos bajamos al mundo de la literatura infantil y juvenil, continúo, debo confesar que, para mí, poseen más encanto Lex Luthor o The Joker que sus oponentes Supermán y Batman, que no dejan de parecerme boys scouts un tanto pedantes y melindrosos. Planteadas de este modo las cosas, me contesta entonces, que tiene que reconocer que él, que es aún mayor que yo, recuerda la admiración que sentía hacia Ali Kan aunque solo fuera porque su lucha nacía del sentimiento que le inspiraba aquel a quien siempre había considerado como hijo, el ingrato Adolfo de Moncada que se ocultaba tras el seudónimo de Guerrero del Antifaz.
            Puestos, así, de acuerdo, conveníamos en que tiene más fuerza Drácula que el doctor Van Helsing o en que John Silver es quien mantiene viva la novela de Stevenson La isla del tesoro y terminábamos entusiasmándonos al recordar cómo el pirata Sandokán se las ingeniaba para humillar al Imperio británico.
            En un momento de la charla, Zalabardo da un salto al mundo real y me pregunta: ¿Te acuerdas de la actriz Mae West, primer símbolo sexual del cine mundial? Le contesto que, por mi edad, no tuve ocasión de conocerla, aunque haya oído hablar de ella. Pues mira, me dice, a ella se deben muchas de esas frases que quedan para siempre y que conectan en parte con lo que hablamos: una es aquella de que las chicas buenas van al cielo… mientras que las malas van a todas partes; en otra ocasión, dijo: Cuando soy buena, soy buena; pero cuando soy mala, soy mucho mejor.
            Esto me hace recordar una anécdota, real, de un sobrino. No sé si tenía entonces algo así como cinco o seis años; la cosa es que un día, hablando con su madre, le dijo: Mamá, tú dices que yo soy muy bueno y que me quieres mucho; pero a mí me parece que los niños malos se divierten más.

1 comentario:

Señor Potoca dijo...

Decir que nos gustan mas los malos, es políticamente incorrecto. Por eso, hasta usted, con mucha soltura y diplomacia, se refugia en su sobrino de 5 años para dejarlo sentado.
Gran artículo. Saludos.