martes, mayo 07, 2013

PABLO CANTOS



            Ya en el recogimiento de casa, sin fuerzas aún para reponerme del duro trance de la jornada, trato de reflexionar con Zalabardo, sin conseguirlo, de lo incomprensible e injusta que se nos muestra la vida en ocasiones. Esta tarde hemos despedido a Pablo Cantos. ¿Qué podría decir yo ahora? Siendo tan amante del cine como era, me atrevería a aplicarle aquella frase que acuñó hace muchos años Alfonso Sánchez, uno de los pioneros de la crítica cinematográfica en España: Pablo fue compañero y, sin embargo, amigo.
            Volviendo del cementerio, pensaba en su esposa, Lola, y pensaba en sus hijos. Por más que nos esforcemos, difícilmente podremos asumir el dolor que sobre ellos se ha abatido. Pero pensaba también en él, que se nos ha ido para siempre. Pensaba qué había sido para mí Pablo, qué sabía de él y qué me quedaba suyo. Me vinieron entonces a la mente aquellas palabras de El principito, de Saint-Exupéry:
            Cuando les habla uno [a las personas] de un nuevo amigo nunca te preguntan de cosas esenciales: “¿Cómo es su voz? ¿Cuáles son sus juegos favoritos? ¿Colecciona mariposas?” En cambio, te preguntan: “¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos tiene? ¿Cuánto gana?” Y, al obtener respuestas a estas preguntas, creen ya conocerlo.
            ¿Qué me queda, digo, de Pablo Cantos? Por encima de otras muchas cosas, me queda ese abrazo con que me saludaba cada vez que nos encontrábamos. Con ese abrazo, junto a su amistad, yo recibía parte de sus sueños y parte de sus esperanzas. Y, recordando ese abrazo, vuelvo a otras palabras de El principito:
               —Las gentes tienen estrellas que no son las mismas. Para unos, los que viajan, las estrellas son sus guías. Para otros, solo son lucecitas. Para otros, que son sabios, son problemas. Para mi hombre de negocio, eran oro. Pero todas esas estrellas no pueden hablar. En cambio, tú tendrás estrellas como nadie las ha tenido.
            —¿Qué quieres decir?
            —Cada vez que mires el cielo, por la noche, como yo habitaré en una de ellas, como yo reiré en una de ellas, será para ti como si todas las estrellas se rieran ¡Tú tendrás estrellas que saben reír!
                 Y él volvió a reír.
           —Y cuando te sientas consolado (siempre se encuentra consuelo) te sentirás contento de haberme conocido. Siempre serás mi amigo. Y tendrás deseos de reír conmigo. Y a veces abrirás tu ventana por placer… Y tus amigos quedarán asombrados de verte reír mirando el cielo”.

1 comentario:

Rafael Recio dijo...

Un abrazo, compañero, amigo.