Comento con Zalabardo que cuando,
hace ya de esto muchos años, mis hijos se sentaban a ver a los payasos
de la tele (Gaby, Fofó y Miliki), yo me sentaba con ellos y disfrutaba con sus
desternillantes actuaciones. Hay un sketch, para mí inolvidable. Aquel
de ¡El
mar, idiota, el mar! Si alguien no lo conoce, puede verlo en youtube,
aunque lo que yo he encontrado no es el primitivo, sino una versión posterior,
ya sin Fofó. Veo que he escrito sketch
y habría estado mejor poner escena cómica. Pero me ha salido lo
otro.
Hace unos días, poco antes del
desayuno, Javier hablaba de que en
no sé qué programa, una entrevista con Florentino
Pérez había sido, según el presentador, trending topic del día o
algo así. Debería haber dicho tema de interés o del
momento. Pero no le salió.
No recuerdo bien si fue ayer mismo,
en la tele, me vi asaltado a traición (un día hablaré de esto) por un spot
que promocionaba unas patatas fritas con sabor a Sour Cream & Onion. Podrían
haber dicho crema agria y cebolla, pero a lo mejor eso atrae menos al
consumidor.
Traigo estos ejemplos para mostrar a
Zalabardo hasta qué punto aceptamos sin mayores escrúpulos palabras que podrían
ser sustituidas por otras. ¿Más apropiadas? Posiblemente, tampoco deseo
pontificar. Pero me sorprende que precisamente ahora que celebramos los
trescientos años de fundación de la RAE
estas actitudes escandalicen menos. Zalabardo sabe que no me gustan, lo que no
significa que la razón me asista.
Pero la cuestión que quiero tratar
hoy es otra, tal vez emparentada con ella.
El otro día hablaba de catalanismo, españolismo, independentismo y demás
zarandajas y dejaba expresada mi esperanza de que, con talante razonable, se
pudiera arreglar el asunto de manera civilizada. Mas, oyendo la tele y la
radio, me invade en ocasiones una gran desazón al ver la peligrosa deriva que
va tomando el asunto. Y cuando pienso en la relación de “agravios” que dicen los
catalanes recibir del resto de España (y no me refiero a los económicos que
plantea el president Mas) no me atrevo
a negar que, al menos en parte, tengan razón. Me quiero referir tan solo a la
cuestión lingüística.
Zalabardo es conocedor de que si voy
a alguna Comunidad con lengua propia, procuro practicar mi propia y libre
inmersión lingüística (muy modesta, eso sí: saludo, pregunto el nombre de las
cosas, leo prensa o veo televisión, pido las comidas…). En catalán y gallego,
para nosotros, es fácil; en vasco, lo confieso, soy absolutamente incapaz de
entenderme.
Antes de continuar, pido a Zalabardo
que me deje hacer un inciso. El mismo día del desayuno que cito al principio,
me parece que fue Rafa López quien
recordó una frase de Einstein: Hay dos cosas infinitas: el universo y la
estupidez humana. Y de lo primero no estoy seguro. Yo quiero añadir otra,
de La Rochefoucaultd: Tres clases hay de ignorancia: no saber lo
que debiera saberse, saber mal lo que se sabe, y saber lo que no debiera
saberse.
¿Por qué traigo estas citas? Porque
me hacen pensar en el comportamiento de bastantes de nuestros “comunicadores”
(sé que no son todos) frente a los nombres propios de lenguas distintas al
castellano. Se esmeran, y muchas veces hasta lo consiguen, en pronunciar bien nombres
de futbolistas como Gareth Bale o Wayne Rooney; de actores como Sean Connery o Anthony Hopkins; de papas como
Karol Józef Wojtyla o Joseph Ratzinger. ¿Qué menos se le
puede exigir a un periodista? El pueblo llano es diferente y para muestra vale
un botón (o dos). En Alhaurín, a Gerard
Brenan la gente lo llamaba don Geraldo. Y en el Real Betis militó, entre 1985 y 1987,
un futbolista bosnio, Faruk Hadžibegić
al que los aficionados, ante la dificultad de pronunciar su nombre, acabaron
llamando Pepe.
Sin embargo, esos mismos a quienes
ahora se les llena la boca hablando de la españolidad catalana y de la
catalanidad española (tenemos que
catalanizar España, dijo hace unos días Esperanza Aguirre) y que tanto presumen de dominar fonéticas foráneas
(¿No era Aznar quien decía que, a
veces, hablaba catalán en familia?) dan muestras sobradas de su ignorancia en
cuestiones sumamente básicas de fonética catalana. Y ninguno se sonroja por no
saber pronunciar nombres tan sencillos como Carles, Oriol o Josep. Y, claro, tampoco se avergüenzan
cuando llaman reiteradamente Ártur
al presidente de la Generalitat,
como si fuera inglés. ¿Es que nadie les ha dicho que, en catalán, ese nombre es
Artúr? Ojo, pongo las tildes para
evitar confusiones, pues la palabra carece de ella.
Pues ya va siendo hora de que
alguien les ponga a estos espabilados unas buenas orejas de burro y les diga, imitando
aquello de los payasos: ¡Artúr, idiota, Artúr! A ver si así
se enteran.
1 comentario:
Hola, señor Don Anastasio. Llevo leyendo su blog desde hace ya bastante tiempo, ME ENCANTA su forma de escribir y es precisamente por eso que le he votado en los Liebster Award. Esto que le cuento no es publicidad basura ni nada de eso. Me llamo Álvaro y soy un chicod de Cádiz que con toda la humildad y desinterés del mundo, ha querido galardonarle como se merece.
Si quiere puede visitar esta entrada donde hablo sobre su blog y otros a los que también he votado.
http://anhelarium.com/2013/10/20/liebster-award/
Espero y deseo que esta iniciativa de los Liebster Award le reporte más visitas y sobre todo, más comentarios, que por lo que veo, de ésto último anda un poco escaso, y me parece mal, puesto que tiene un magnífico blog y debería la gente participar más.
Un abrazo, nos seguimos leyendo ;)
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