Vaya por delante que Zalabardo es
persona bastante púdica y no acostumbra ni a palabras soeces ni a hacer gestos groseros.
No por nada en especial, dice él, sino porque así lo educaron y acostumbraron
desde pequeño.
Pero que sea púdico no quiere decir que sea mojigato. Él, como yo,
sostiene que todas las palabras son bellas e inocentes y que no tienen más
maldad o torcida intención que la que el hablante quiera darles.
Hace unos días me sorprendió al
preguntarme por la locución hacer la peseta. No es que ignorara
en qué consistiera, sino que, me aclaraba, le extrañaba la definición que ofrecía
el DRAE:
‘dar un corte de mangas’. Comparto su extrañeza y le digo que quien tal definición
propuso debía estar un poco despistado, ya que hay una larguísima tradición literaria
que nos ilustra sobre el tema.
Empecemos por aclarar que hacer
la peseta es lo que en tiempos antiguos se decía hacer o dar
una higa. Covarrubias lo
explica así:
higa, es una manera de menosprecio que hacemos cerrando el puño y mostrando
el pulgar por entre el dedo índice y el medio. La higa antigua era solamente una semejanza del miembro viril,
extendiendo el dedo medio y encogiendo el índice y el auricular.
Ese gesto, sin embargo, tiene una
tradición y una antigüedad que ya quisiéramos cualquiera de nosotros. Rodrigo Caro (1573-1647), en su Dies
geniales o lúdicros, proporciona una auténtica lección sobre el tema:
El
darse higas y formar la mano
imitando el príapo, no le costó menos que la vida a C. Calígula, burlándose de
Cayo Cherea, a quien pidiéndole el nombre que solía dar a Venus, y cuando le pedía la mano para
besársela le ponía en aquella deshonesta figura.
Pero no se queda en esa simple
anécdota y adjunta ejemplos de Marcial
que escribe: para burlarte de él, levanta
el dedo de enmedio, bajando los demás o de Persio, que habla del infami
digito. Siglos después, San Isidoro
(¿quién lo diría?) también se aviene a hablar del tertius impudicus.
Pero el clérigo sevillano va más
lejos. Y remontándose a la Vulgata de San Jerónimo y otros exégetas, alega que no a otra cosa se refería
el versículo 9 del capítulo 58 del libro del profeta Isaías cuando habla de las exigencias que pone Yavé para perdonar
al pueblo de Israel: Si abstuleris
demedio tricathenam, et desieris extendere digitum et loqui quod non prodest.
Ese pasaje lo traduce el jesuita José
Miguel Petisco, en uno de los ejemplares que poseo de la Biblia,
de la siguiente manera:
Invocarás
entonces al Señor, y te oirá benigno; clamarás, y Él te dirá: Aquí estoy. Si
arrojares lejos de ti la cadena, y cesares de extender maliciosamente el dedo.
Zalabardo, harto (y lo comprendo) de
tantas citas, me interrumpe y dice: Vale, todo eso está muy bien, ya sabemos
qué es una higa; pero, ¿por qué ahora decimos hacer la peseta?
Le pido paciencia y continúo. Le
aclaro que tengo ligeros barruntos del dónde, alguna vaga noción del porqué,
aunque absoluta ignorancia del cuándo. Es verdad que no es mucho, pero esto es
lo que hay. Otro sevillano, Luis Montoto
(1851-1929), en su curioso libro Un paquete de cartas, afirma sobre hacer
la peseta:
Dícese
en Andalucía en el sentido de burlarse de alguna persona o cosa, levantando el
dedo de enmedio y bajando los demás.
Lo que ya no
explica es cuándo nació la expresión, aunque aventura la razón de la misma, dada
por otro sevillano (paisano mío), Francisco
Rodríguez Marín (1855-1943). Lo que siento es no haber logrado, pese a la
búsqueda, localizar en cuál de sus escritos recoge tal argumento:
Véase
la peseta columnaria de las que valen cinco reales; repárese la disposición en
que están figurados en el reverso los dos mundos y la columna de Gades y se
notará que medianamente lo semeja la mano en la actitud sobredicha.
Siento también, le digo a Zalabardo,
tener que ser yo quien ponga alguna objeción a mi paisano, que incluso dio
nombre al instituto en el que cursé el bachillerato. Y es que, por mucho que he
buscado, no encuentro ninguna peseta columnaria como la que él describe. Las
que hallo tienen los dos mundos flanqueados por las dos columnas de Hércules.
Es decir, que la figura que semeja, a mi modo de ver, no es la de hacer
la peseta, sino la de poner o hacer los cuernos.
Y, sin embargo, todas las búsquedas
que realizo sobre la expresión remiten sin excusa a la opinión vertida por Francisco Rodríguez Marín. Pero nadie,
que yo sepa, da razón exacta de cuándo, dónde y por qué se sustituyó hacer
una higa por hacer la peseta. Podríamos
preguntarle a Luis Aragonés que, si
no estoy equivocado, fue quien transformó la frase en hacer la peineta. Pero, lamentablemente, no podremos hacerlo. Mientras escribo este apunte, que colgaré mañana, oigo que Luis Aragonés ha fallecido. Zalabardo y yo lo admirábamos, no por el giro que imprimió a la selección española, con la que ganó la Eurocopa. Ya supimos de su sapiencia futbolística desde que jugó en el Real Betis (hace de esto cincuenta años) y en el Atlético de Madrid, sus principales equipos.
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