Confieso a Zalabardo que con
frecuencia me repito, que vuelvo una y otra vez sobre asuntos trillados que,
para un profesional de la información deberían ser cosa sabida. Pero resulta
que no es así, que da uno una patada en el suelo y surgen como setas en otoño
ataques flagrantes a nuestra lengua. Y, ante tal situación, no puedo callar,
por lo que levanto la voz a sabiendas de que no va a ser oída (a lo mejor oída
sí, aunque seguro que no escuchada).
Entonces Zalabardo, que es lógico
como el que más, me suelta: Y si sabes que va a ser así, ¿por qué no te quedas
callado y adoptas la actitud de quien oye llover, dejando que todo fluya sin
ponerle trabas?
Ante tal sugerencia, me rebelo y me
digo que uno, dos, doscientos o los que sean que dejan a diario su firma en los
periódicos, no tienen derecho a volver locos al personal con su dejadez o con
su ignorancia. Me paro y pienso que es muy fuerte la palabra que he escrito;
pero la dejo, aun inclinándome por una corrección (que no retractación) del
término. Y en lugar de ignorancia, escribiré negligencia. Pues no sé si es peor
la ignorancia que el empecinamiento en no salir del error.
Hoy, ya ayer, leía en la portada de El
País el siguiente titular: Montoro descarta la subida del IVA que
reclamó el comité de sabios. Pero en páginas interiores titulaba: Montoro
desoye a los expertos. Por las mañanas, una de las primeras cosas que
hago es repasar la prensa en Internet. Y el mismo periódico, en su edición digital decía: Montoro
deja en papel mojado la reforma fiscal de los expertos, con el
siguiente subtítulo: Descarta subir el IVA, el corazón de la
propuesta del comité de sabios.
Tanto por la mañana, temprano,
cuando aún ni casi me había despertado, como por la tarde, cansado de la
caminata que me di entre Torrox y Nerja por la sierra (siguiendo, aunque está
muy deteriorada, la antigua Cañada de Málaga a Motril), me surgió la misma
pregunta: ¿es lo mismo un sabio que un experto? Y aquí va el
inciso. Los tiempos modernos respetan poco o nada las antiguas veredas, los
caminos tradicionales. Cultivos, construcciones, autovías, arrasan todo. Y, en
lo poco que queda, los coches se meten sin reparo. Vimos un sapo y un camaleón
aplastados por las ruedas de sendos coches. Cada día es más difícil andar por el
campo.¿No son los culpables más expertos que sabios?
Vuelvo al tema del apunte.
Lo primero que hice fue levantarme a consultar el DRAE. Y encontré que sabio
se define en principio como ‘que posee sabiduría’ y a continuación ‘persona que
posee conocimientos extensos y profundos o que se dedica al estudio o a la
investigación con resultados extraordinarios’. Por su parte, experto
es definido como ‘práctico, hábil, experimentado’. La verdad es que no quedé convencido
con definiciones que me parecían algo vagas. Entré en la página de Fundéu y me encontré la respuesta a
una consulta realizada en octubre de 2007 sobre la expresión comité
de sabios. La opinión de esta Fundación es que se trata de un calco del
francés comité des sages que, en nuestra lengua debería traducirse como
comité
de expertos.
Di un nuevo paso en la indagación
sobre la diferencia entre una y otra palabra. Acudí a la fuente y visité el Dictionaire
de la Academia Francesa. Allí
consulté dos términos: sage, que, traduzco, significa
‘prudente, circunspecto, juicioso, que tiene sentido justo de las cosas’. Pero
también encontré savant. Y esta palabra puede tener varios sentidos diferentes,
de los que me quedo con dos: por un lado ‘que sabe mucho en materia de
erudición o de ciencia’; lo acompaña este ejemplo: C’est un homme fort savant,
que traduciríamos como ‘es un hombre muy sabio’; pero, por otro lado, significa
‘que está bien informado en algún asunto, que es hábil en alguna cosa’. Para
este segundo caso, los ejemplos son: Où
avez-vous appris cela? Vous êtes bien savant y Cet homme est trop savant
dans l'art de feindre pour être cru sur sa parole, que traduciríamos, respectivamente,
como ‘¿Dónde has aprendido eso? Eres bastante experto’ y ‘Este hombre es experto
en el arte de fingir para que sus palabras sean creídas’.
Vemos,
pues, que savant, en español
puede servir para sabio y
para experto. ¿Por qué
entonces los franceses hablan de comité
des sages y no de comité des
savants? Creí hallar la respuesta en otros diccionarios españoles
que, en algunas cuestiones, están más al día que el de la Academia, que ahora presume del lanzamiento de su nueva edición.
Para
sabio, María Moliner usa esta definición: ‘persona que posee conocimientos
extensos y profundos o que se dedica al estudio o la investigación con
resultados extraordinarios’. Y Manuel
Seco define: ‘Que tiene conocimientos científicos extraordinarios’ y ‘Que
tiene un profundo conocimiento de las cosas, especialmente adquirido por la meditación
y el estudio’.
María Moliner define un experto como ‘Persona entendida
en una cosa’, mientras que Manuel Seco
dice ‘que tiene grandes conocimientos o competencia en una materia’.
Con todo ello, le digo a Zalabardo,
tengo la convicción de que en nuestros medios seguiremos comprobando cómo se
habla de comités de sabios porque, como el árbol de aquella antigua
fábula, toda mala costumbre echa raíces tan profundas que, si no llegamos a
tiempo, resulta casi imposible de arrancar.
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