Le digo a Zalabardo que con el
lenguaje pasa algo semejante, que algunos se empeñan en mantener vivos usos
que, a más de indeseables, son incorrectos. Y no será por falta de información.
Si el error se produce en los medios de comunicación, el asunto da que pensar. No
hace falta ser demasiado perspicaz para observar que, si se habla de una fiesta
popular, no faltarán términos como terruño, lugareño o ancestral,
por ejemplo. Lo peor es cuando tales palabras se escriben o se pronuncian con
cierto tono de prepotencia, como diciendo “es que yo soy de la capital…” Le
digo a Zalabardo: ¿Quién no es de un terruño, pues nunca habrá lugar lo
suficientemente grande que no resulte pequeño frente a otro? ¿Quién no es un lugareño,
ya que todos hemos nacido en un lugar y a él pertenecemos? ¿A quién no le han
dejado nada sus ancestros, siquiera sea el apellido? Ya lo decía Gonzalo de Berceo: Todos
somos romeros que un camino andamos…
Pero, bueno, todo esto es asumible.
Lo dejamos pasar, ya digo, como atavismos, costumbres que mantenemos contra
viento y marea, como tópicos, las más de las veces, en los que no reparamos.
Pero si quien incurre en ellos es persona que trabaja para un medio de
comunicación debería ser más cuidadoso, tendría que vigilar más el lenguaje que
emplea. El otro día, en un periódico de Málaga se recogía una información que,
más o menos, comentaba que en un pueblo
de la provincia iba a tener lugar la diecisieteava
edición de la Fiesta de la Matanza, celebración ancestral que introdujeron en
la Península Ibérica los celtas.
Pase que no resista la tentación de
decir que la matanza del cerdo es costumbre ancestral; pase que diga
que la introdujeron los celtas, pues eso parece insinuar Wikipedia, instrumento de consulta universal, si bien no
siempre fiable. Pero la persona que escribió aquello debería conocer, qué menos
si es periodista, que un numeral ordinal expresa orden o sucesión en relación
con los números naturales (primero, segundo, vigésimo,
etc.) mientras que un fraccionario o partitivo expresa partición de un todo en
partes y sirve para designar una o varias de las partes (medio, doceavo,
etc.). Debería saber que, algunos, presentan formas comunes (por ejemplo, octavo
es tanto ‘que va después del séptimo’ como ‘cada una de las ocho partes en que
se divide un todo’). Pero que diecisieteavo, aquí y en Pekín, es
un fraccionario, y ni en nuestra lengua, ni en ninguna otra, un fraccionario
puede ser usado con valor ordinal. Por
tal razón, la persona que escribió el texto al que aludo está obligada a conocer
que lo que se celebraba en tal pueblo no era otra cosa que la decimoséptima
Fiesta de la Matanza, y no la diecisieteava, que es una cosa muy
diferente. Por muy ancestral que sea la fiesta y por mucha influencia que en su
introducción pudieran haber tenido los celtas. No pido ya que un periodista se lea
cada día un capítulo de la Gramática o una página del Diccionario
(cosa que, por otro lado, no hace daño a nadie). Pero hay prontuarios, obras de
consulta, guías, resúmenes, todos breves y asequibles, que explican
perfectamente estas cuestiones. Y qué menos que quien vive de informar a los
demás procure primero estar él mismo informado.
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