sábado, agosto 02, 2014

DE PASEO POR SIERRA NEVADA



Cima del Veleta (3396 m.)

            Tiene razón Zalabardo cuando me aconseja que sea más cuidadoso. No puedo pretender que los demás sean atentos al escribir si soy el primero en cometer deslices. Me habla del apunte Mis amigos del Parque. Y mira que Andersen me lo avisó: “¡Cuidado, no olvides a nadie!” Pues eso, se quedaron atrás los más inocentes, los amorcillos, como bien me recuerda Javier (por cierto, ¿qué Javier?). Pero hay más. Al principio escribía: “Zalabardo y yo no renunciamos a quedarnos parados y, aunque menos, algunos paseos damos”. Quede claro que lo que quería decir es que “renunciamos a quedarnos parados”. Y gracias por el interés hacia mi tendón de Aquiles.
            La semana pasada me atreví a ponerlo a prueba. Si hay jubilados que no ocultan su pesar por los años que se van acumulando, otros jubilatas, entre los que me incluyo, preferimos aprovechar cuantas ventajas nos otorga esa condición. Entre ellas, la de organizar el ocio (pues nuestras vacaciones son ya indefinidas) como mejor nos plazca.
El Veleta desde Fuente Alta
            Por ejemplo, pensando que no hay que viajar por fuerza en julio o agosto ni en fines de semana. Le digo a Zalabardo que he terminado convencido de que el sistema mejor es coger dos o tres días cada cierto tiempo y retirarse a un lugar en el que, además de evitar las aglomeraciones y los rigores del clima, se pueda gozar de sosiego, tranquilidad y precios razonables en los alojamientos.
            Por eso esta semana pasada hicimos el petate y nos fuimos  a Sierra Nevada. Tres días, pero era suficiente. Allí ahora es temporada baja, los alojamientos son mucho más baratos y el clima es envidiable.
           ¿Y qué se puede hacer en Sierra Nevada en julio? Pues andar, caminar por los muchos senderos que la montaña nos ofrece, desintoxicarse del agobio ciudadano. Por eso decía que parece que el tendón de Aquiles va bien, porque ha aguantado. La paz que concede la montaña no se encuentra en otro lugar. Todo es cuestión de no cometer imprudencias, porque la alta montaña, por eso de la altitud y la presión, puede jugar malas pasadas.
Alcazaba  y Mulhacén (3478 m.)
            No sé si las fotos que incluyo transmiten al menos parte de lo que digo. De las dos panorámicas, una pertenece a la zona por la que estuvimos andando. Es una vista, desde el paraje Fuente Alta, que coge desde La Hoya de la Mora (a la izquierda, fuera de imagen) hasta la antena del radiotelescopio del observatorio de los alemanes. A un lado, imponente, la cumbre del Veleta. Si se presta atención, pueden observarse los caminos. Un día hicimos la subida al Veleta, que normalmente se inicia desde los albergues, en La Hoya de la Mora; pero nosotros (por eso de los años y mi talón) hicimos una pequeña trampa y ascendimos una parte ayudándonos del telesilla.
           Otro día fuimos desde La Hoya de la Mora hasta la laguna de las Yeguas, que queda detrás del observatorio del Instituto Astrofísico de Andalucía, que es el que se ve, pequeñito, a la izquierda de la antena del radiotelescopio. No es que sean recorridos demasiado difíciles, pero en el primer caso hay que salvar un desnivel de casi 900 metros y, en el segundo, de 470. Pero todo es cuestión de coger cada uno su ritmo y no avergonzarse de ver cómo los jóvenes nos van adelantando en su avance hacia la meta. Nadie nos esperaba y no se trataba de hacer una prueba de esfuerzo, sino de disfrutar. Un refrán montañero aconseja: si quieres llegar a como un joven, empieza a andar como un viejo. Aun así, no pude impedir llegar tal como empecé, como un viejo.
Llegando al Veleta
         
La otra panorámica nos da la visión desde la cima del Veleta: el Mulhacén (3478 m.) y el Alcazaba (3364 m.), los tres picos señeros de Sierra Nevada. A estas, acompañan fotos del camino. Una corresponde al momento en que el Veleta ya está al alcance de la mano, cuando uno piensa: “pues es verdad que voy a llegar”. Y la otra pertenece a los últimos tramos antes de llegar a la laguna de las Yeguas. Ahí me podéis ver, con las cúpulas del observatorio a la espalda. Superado ese tramo, la laguna nos espera.

            Por si hubiera algún desconfiado, no debe faltar la imagen demostrativa de que se ha llegado a la cumbre. Nos veis sentados junto al poste que marca el vértice geodésico y mostrando una lasca de pizarra que señala el nombre y altitud del lugar (Veleta, 3396 m.).
Camino de las Yeguas
            ¿Y qué más se hace, aparte de andar? Pues como con los años se duerme menos, le digo a Zalabardo, me llevé el ordenador y en el silencio y paz del paraje aproveché para escribir y leer. Sin despreciar alguna que otra cervecita. En uno de los bares, nos pusieron de tapa ¡un huevo frito con patatas a lo pobre! O extasiarse ante una bella puesta del sol como las que se veían desde la terraza de nuestro alojamiento. Es decir, mens sana in corpore sano.
            Solo una queja. En Borreguiles hay un bar que pone la música a un volumen terrorífico. Se oía casi desde la cima del Veleta. A la bajada, le pregunté la razón al camarero y respondió: “es que nos obliga el dueño, porque como estamos un poco escondidos, así se atrae al personal”. Alguien debería evitar tal atentado a la naturaleza.
            Y dentro de un mes, o dos, o cuando encarte, dos o tres días más de descanso en otro bello paraje. No hay que irse al Caribe para encontrarlos.
Puesta de sol desde Pradollano

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