Siempre es bueno, suele decir
Zalabardo con grandes dosis de ironía, disponer de una cabeza de turco que nos
salve, alguien a quien achacar las culpas con las que no queremos cargar. El
origen de la expresión es antiguo, aunque más antiguo es el de chivo
expiatorio, de semejante significado. Pero hoy no hablaremos de ellas.
Quien lea esta Agenda sabe que suelo ser
crítico con determinados procederes de la Real
Academia Española. Pero, dado que lo cortés no quita lo valiente, hoy salgo
en su defensa, pues, junto a sus posibles vicios, también tiene bastantes virtudes. En una balanza, pesarían más estas que aquellos.
Una asociación llamada Gitanas Feministas por la Diversidad acusa
a la RAE de racista y alentadora del
racismo. Todo por una acepción de gitano recogida en la 23ª edición
del DRAE.
En la anterior se decía: ‘que estafa u obra con engaño’. Ahora se dice:
‘trapacero’, término que se define como ‘persona que con astucias, falsedades y
mentiras procura engañar a alguien en un asunto’.
En fin, uno más en la cola de
‘agraviados’. A la RAE la han
acusado de racista, machista, retrógrada, inmovilista… Y, por lo común, a
cuenta del Diccionario, porque determinadas definiciones no son del agrado
de algunas personas, grupos o asociaciones que, ¡cómo no!, exigen la supresión
de palabras, o la modificación de definiciones. Olvidan estas personas algo que
dijo Darío Villanueva, secretario de
la RAE: La Academia no inventa palabras o acepciones, sino que refleja lo que sucede.
También Arturo Pérez-Reverte
escribió en un artículo: No son despectivas
las palabras, sino la intención con que las utilizamos. Más recientemente, oigo decir a Soledad Puértolas: Los términos apropiados los va definiendo la vida.
Quino: Mafalda |
Ahí está la madre del borrego. Le
planteo a Zalabardo: Si la lengua no es más que el reflejo de la sociedad, la
cultura y el pensamiento en un momento dado —y el Diccionario se limita a
dar fe de ello—, ¿podemos arrogarnos el derecho a modificarla y manipularla,
desde el léxico a la gramática, con la única intención de esconder miserias que son nuestras?
Para mí, no hay duda. La lengua es
un espejo que devuelve la imagen de lo que somos. Pero esa imagen no nos gusta. La
solución es bastante simple: cambiemos nosotros, corrijamos lo que no nos place de nuestra sociedad. Eliminemos las actitudes machistas,
feministas, racistas, homófobas, no oprimamos a las minorías, no maltratemos a
los animales… (la lista puede ser ampliada). Tras ello, el lenguaje reflejará esos cambios
sin que haya que forzarlo. Hace poco leía esta cita cuyo autor no recuerdo: Las palabras, cuando viven libres, se suelen
adaptar bien a las nuevas realidades.
Pero es que, además, no debe
obviarse un proceso que ya Charles Bally,
a principios del siglo xx, llamó lexicalización.
Lázaro Carreter lo define así: proceso que convierte un conjunto sintagmático
en un elemento lingüístico que funciona como una sola palabra, y añado yo, desconectado
de las palabras que lo forman. Dos ejemplos: un galán de noche es un tipo
de percha, y joderse la marrana es ‘estropearse algo’.
Como lexicalizaciones entiendo locuciones del tipo parecer una verdulera, hacer el indio, engañar a alguien como a un chino,
trabajar
menos que una puta en Cuaresma, etc., y dudo que haya voluntad de ofender en quien las emplea. Por eso no acabo de entender que pueda hablar de pozo
ciego o silla coja pero, si me refiero a personas, tenga que hablar de discapacitados
(físicos o psíquicos); que al negro americano haya que llamarlo afroamericano o al africano, subsahariano; que deba
usar aborigen
en lugar de indio. Este esconder la realidad tras algún tipo de perversión
del lenguaje no es de ahora. Hubo un tiempo en que los franceses
llamaban a la sífilis el mal español. Nosotros reaccionábamos llamándolo el mal francés. Y no es gitano la única palabra que
despierta recelos.
Negro, en nuestra lengua, tiene
abundantes significados y aparece en no pocas locuciones. Destaco solo algunos:
negro
es la persona que trabaja anónimamente para lucimiento y provecho de otros, especialmente
en trabajos literarios; si nos tratan desconsiderada y ásperamente decimos que
no
somos negros; de quien trabaja mucho se dice que lo hace como
un negro; cuando sacamos poco provecho de lo que escuchamos o no entendemos
bien lo que leemos se dice que sacamos lo que el negro del sermón: los pies
fríos y la cabeza caliente; y si nos hallamos en una confusión y
alboroto notables, afirmamos estar en una merienda de negros.
Algo parecido pasa con moro.
Parte de nuestra literatura (romancero, romanticismo) no se entendería sin el
tipo del moro bueno. Llamamos vino moro al no aguado (por no bautizado).
Pero también decimos que es moro el hombre celoso o que tiene
muy sometida a su mujer. Y si recomendamos a alguien prudencia porque deseamos
no ser oídos le advertimos de que hay moros en la costa (expresión
semejante a haber ropa tendida). Sobre moro me gustaría recomendar la lectura
de un artículo citado antes de Arturo
Pérez-Reverte: http://www.perezreverte.com/articulo/patentes-corso/566/los-moros-de-la-profesora/
Imagen tomada de la revista Amauta |
Cuando leo u oigo exigencias de
suprimir palabras, forzar la gramática o corregir el diccionario; es decir, cuando
buscamos una cabeza de turco sobre quien cargar nuestras culpas, me viene a
la memoria un pasaje de 1984, la novela de George Orwell. El protagonista, Winston,
se encuentra con un conocido, Syme, que trabaja en la confección del
Diccionario
de Neolengua, y trata de convencerlo de sus bondades:
Estamos
dando al idioma su forma final, la forma que tendrá cuando nadie hable más que
neolengua […] Lo que hacemos es destruir palabras, centenares de palabras cada
día […] Tú no aprecias la neolengua en lo que vale. Incluso cuando escribes
sigues pensando en la antigua lengua […] ¿No ves que la finalidad de la neolengua
es limitar el alcance del pensamiento, estrechar el radio de acción de la
mente? Al final, acabaremos haciendo imposible todo crimen del pensamiento […] Cada
año habrá menos palabras y el radio de acción de la conciencia será cada vez
más pequeño. Sólo es cuestión de autodisciplina, de control de la realidad […]
Hacia el 2050, quizá antes, habrá desaparecido todo conocimiento efectivo del
viejo idioma. Toda la literatura del pasado habrá sido destruida. Chaucer, Shakespeare,
Milton, Byron… solo existirán en versiones neolingüísticas, no solo transformados
en algo muy diferente, sino convertidos en lo contrario de lo que eran […]
¿Cómo vas a tener un eslogan como el de “la libertad es la esclavitud” cuando
el concepto libertad no exista? […] La ortodoxia significa no pensar, no necesitar el pensamiento. Nuestra ortodoxia es
la inconsciencia.
www.e-faro.info |
Ante este amoldamiento del lenguaje
a las ideologías, ante este no solucionar problemas, sino limitarse a esconder o
disimular las realidades, pregunto inocentemente a Zalabardo si algún día habrá que censurar la Canción del mariquita, de Lorca,
o este diálogo de Tres sombreros de copa, de Miguel
Mihura:
Dionisio.—¿Y hace mucho tiempo que es usted negro?
Buby.—No sé. Yo siempre me he visto así en la luna
de los espejitos.
Dionisio.—¡Vaya por Dios! ¡Cuando viene una
desgracia nunca viene sola! ¿Y de qué se quedó usted así? ¿De alguna caída?
Buby.—Debió ser de eso, señor…
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