domingo, noviembre 23, 2014

TODO CAMBIA (SOBRE 'ARRASAR CON')



            Canta Mercedes Sosa: Cambia lo superficial / Cambia también lo profundo / Cambia el modo de pensar / Cambia todo en este mundo. Es una bella canción (¿cuál de las suyas no lo es?). Si todo cambia, ¿cómo iba a ser menos la lengua? Aparecen nuevas palabras, otras envejecen y desaparecen; cambian los significados, las estructuras sintácticas, los sonidos. Todo, claro está, de forma imperceptible, lentamente. Han de transcurrir muchos años (hay excepciones) para que un cambio se haga efectivo y los hablantes lo asuman con naturalidad. Que los hispanohablantes actuales tengan dificultades para entender en su forma original el Poema de Mío Cid demuestra lo dicho. 
            Le aclaro a Zalabardo que las causas de estos cambios son múltiples y renuncio enumerarlas. Solo le cuento algunos casos. Estando aún en activo, les contaba a los alumnos la historia de retrete para explicar el cambio semántico. Les divertía, creo, y entendían la teoría. Retrete, de probable origen provenzal o catalán, designaba en sus inicios una pieza de la casa donde recogerse para disponer de tranquilidad y sosiego. Covarrubias, en su Tesoro… (1611) dice: ‘aposento pequeño, y recogido en la parte más secreta de la casa y más apartada’. Lorenzo Franciosini, autor de un Vocabulario español-italiano (1620) es quizá el más explícito: ‘camerino, o stanzina nella parte più segreta della casa, dove uno si ritira a scrivere, a far i suoi studi’ (pequeña estancia en la parte más escondida de la casa donde uno se retira para escribir o dedicarse al estudio). Digamos que, aparte esto, las señoras solían recibir allí a sus más íntimas amigas. Nuestro teatro clásico abunda en referencias al retrete. El Diccionario de Autoridades (1737) lo define: ‘Cuarto pequeño de la casa o habitación, destinado a retirarse’.
            ¿Qué provocó que este aposento cambiase su función y significado? Simplemente, un cambio de hábitos sociales. A alguien se le ocurrió que era poco higiénico el empleo de orinales o bacinicas para las necesidades fisiológicas, uso relacionado, además, con la no menos graciosa historia del aviso: ¡Agua va! con que se prevenía a los viandantes sobre lo que se iba a arrojar por las ventanas.
            Por tanto, se consideró que podían construirse letrinas en el interior de las viviendas (dotándolas de un sistema de canalizaciones subterráneas que las comunicase con las cloacas). ¿Y qué lugar más a propósito para ello que el retrete, que ofrecía la particularidad de no ocupar demasiado espacio y de quedar suficientemente separado del resto de las dependencias? Ya tenemos un cambio semántico debido a causas sociales. El año 1788, Terreros y Pando, en su Diccionario castellano con las voces de ciencias y artes…, definía así retrete: ‘lugar o cuarto separado para hacer las necesidades comunes’. El Diccionario de la RAE no lo haría hasta su edición de 1803: ‘cuarto retirado donde se tienen los vasos para exonerar el vientre’.
            Otras historias de cambios podrían considerarse incluso chuscas. La importante editorial mexicana Fondo de Cultura Económica, una de las más prestigiosas de la América de habla española, debió llamarse (si la versión que circula por ahí no es falsa) Fondo de Cultura Ecuménica. Pero parece que un tipógrafo o un cajista (¿existen aún esas profesiones?) se confundió. El caso es que aquella equivocación fue bien acogida y se decidió no corregir nada.
            Este último ejemplo no muestra en verdad un cambio de la lengua, pero lo quiero aprovechar para indicar que, en no pocas ocasiones, los cambios son productos de errores que pudieron corregirse sin que nadie pusiera los medios para ello.
            De un tiempo a esta parte, le digo a Zalabardo, me encuentro con un empleo cada vez más frecuente de la construcción arrasar con. La última vez, el martes pasado, en un texto periodístico: La irrupción de Podemos arrasa con IU. Confieso que el giro me chirría cada vez que lo leo u oigo. Yo hubiese escrito arrasa (sin preposición) o arrambla con.
            Arrasar es un verbo transitivo según todas las acepciones que recoge el DRAE, aunque, dicho del cielo, es intransitivo y significa ‘quedar despejado de nubes’. En ningún caso se citan usos que requieran un complemento precedido de con. Es un verbo similar a asolar, destruir o devastar, todos transitivos y no necesitados de tal complemento. El Diccionario de uso de María Moliner así lo trata. Solo el Diccionario del español actual, de Manuel Seco, recoge un significado, ‘acabar con algo’, que requiere esa preposición.
            ¿Qué pasa entonces? Mi interpretación es que todo nace de una confusión con arramblar, o su forma más coloquial arramplar, que es intransitivo y significa ‘llevarse algo por la fuerza’, ‘apropiarse’ o ‘acabar con’ y siempre presenta un complemento precedido de con. Esta confusión es muy moderna. Me alegra comprobar que Fernando Lázaro, en El nuevo dardo en la palabra (2003), también lo cree así. Incluso considera el giro nacido en América y trasplantado a España: tiene orígenes americanos […] y viaja últimamente por España en prensa y algo, casi nada, en libros. Además, aclara, y esto yo lo desconocía, que arramblar pudo tener una historia similar.
            Ni el Nuevo Diccionario Histórico del Español ni el Diccionario de Autoridades incluyen un solo caso. El CREA (Corpus de Referencia del Español Actual), base de datos que abarca de 1975 a 2004, presenta 57 casos de arrasar con, de los que suprimo dos porque creo que, en ellos, lo que hace con es introducir un complemento diferente: …puede arrasar con ese cinismo secreto… y …quien va a arrasar con “Ella cantaba boleros” es Cabrera Infante
            En el CORDE (Corpus Diacrónico del Español), cuyos datos van desde los orígenes de nuestra lengua hasta 1975, los ejemplos que aparecen son solamente 6, de los que nuevamente suprimo dos, por idénticas razones: …el mercado que la municipalidad manda arrasar con buldóseres… y …[el torrente] arrasa con sus ondas la tranquila campiña… Nos quedan, pues, cuatro casos.
            Que el uso es reciente lo muestra que el ejemplo más antiguo documentado, según el CREA, se diese en 1983, en una novela del cubano Lisandro Otero. De los cuatro casos recogidos por el CORDE, el más remoto es de 1932 y aparece en una novela del uruguayo Enrique Amarím. Don Fernando Lázaro cita al venezolano Rómulo Gallegos. Su teoría del origen americano parece probada.
            No obstante lo dicho, en el Diccionario Panhispánico de Dudas leemos: puede ser intransitivo con un complemento introducido por con. Y Fundéu, a una consulta que se le hace, responde: La construcción normal en el español general es “arrasar todo”, pero el Diccionario Panhispánico de Dudas considera también correcto “arrasar con”.
            O sea, le digo finalmente a Zalabardo, que aquí viene bien aquella frase atribuida a San Agustín: Roma locuta, causa finita (Roma ha hablado, caso terminado). Dicho más llanamente, donde manda patrón no manda marinero. Arrasar con, me figuro, se seguirá extendiendo como otros muchos giros que los medios suelen emplear y que los demás imitan. Incluso la RAE parece concederle su visto bueno. Por supuesto, que a mí no me guste importa un pimiento. Como es lógico.

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