domingo, marzo 22, 2015

POR TIERRAS DEL RÍO GRANDE (SIERRA DE CAZORLA)



           
Cazorla desde la pista forestal de Los Merenderos
        He sentido alegría al
leer El viaje, último apunte del blog de José Francisco (www.blogdejofran.blogspot.com), porque plantea un tema que también toco yo, aunque no del mismo modo, en la novela, inspirada en La Odisea, que me tiene ocupado durante este último año: los motivos que nos llevan a viajar y el sentimiento de la vuelta. Hay ocasiones en que esos motivos no importan demasiado y el camino, el viaje, puede valer ya como fin en sí mismo. Lo que parece no tener duda es que de un viaje se regresa siendo otro diferente a quien partió.
            A mi edad, ya no me planteo viajes largos. Un jubilado goza de la ventaja de no tener que ajustarse a ningún calendario ni esperar a que lleguen unas ansiadas vacaciones. Las nuestras ya son permanentes. Mis viajes, ahora, son cortos y, siempre que ello es posible, huyendo de los fines de semana y puentes, periodos que obligatoriamente han de coger quienes están atados por el trabajo. Entre semana, hay más tranquilidad y se diría que todo está hecho solo para disfrute nuestro, con lo que el placer es mayor.
Nacimiento del Guadalquivir, en la Cañada de las Fuentes
            Si visito una ciudad, prefiero el ritmo sosegado de las pequeñas al ajetreo de las grandes. Y, tanto frente a unas como a otras, me apetece más la placidez de la naturaleza libre y sin límites. Esta semana hemos pasado tres días en la cuna del Guadalquivir, el Parque de Cazorla, Segura y las Villas. La zona no nos es desconocida, por lo que, en esta ocasión, hemos aprovechado para visitar rincones que nos quedaban por conocer y transitar por rutas no recorridas antes. Las previsiones meteorológicas eran inquietantes, pero el tiempo ha sido magnífico. Más sol que nubes y una temperatura bastante suave. Nos llegaban noticias de otras provincias y no las podíamos creer. Al caer el día, sin embargo, el frío se dejaba notar.
 
El Guadalquivir en el Puente de las Herrerías
          
Tras el viaje desde Málaga, nada mejor para desentumecer las piernas que un tranquilo paseo por el casco viejo de Cazorla (Plaza de Santa María, Castillo de la Yedra, Casa de las Cadenas, sendero por el río Cerezuela…). Luego, de nuevo en el coche, nos hemos dirigido hacia el nacimiento del Guadalquivir. Pero si lo común es hacer el trayecto por el Puente de las Herrerías, hemos preferido un camino más agreste, la pista forestal que, bordeando la ciudad por el bello paraje de Los Merenderos (impresionantes miradores sobre la ciudad) se dirige hacia El Chorro y, desde puerto Lorente, baja hasta la Cañada de las Fuentes. Allí tiene su nacimiento el que los musulmanes llamaron Río Grande (que eso significa Guadalquivir). Paradójicamente, este Río Grande tiene un nacimiento más bien humilde, nada perturbador para los sentidos (como sucede en los ríos Mundo o Cuervo) ni con el caudal de otros ríos de menos porte, como el Genal. Pero pronto, gracias a sus afluentes, se irá convirtiendo en el gran río que desemboca acariciando las arenas de Doñana.
            Luego sí, la vuelta la emprendimos por el Puente de las Herrerías y Vadillo Castril. En el área recreativa del Puente de las Herrerías solo nos acompañaban otras dos personas y el cantarino fluir de las cristalinas aguas del río, que allí ya ofrece algo más de caudal. Buen lugar para sacar los bocadillos. Otra vez en la carretera, nos dirigimos a Arroyo Frío, donde nos alojaríamos. Arroyo Frío, en este martes y a la hora que llegamos, poco más de las siete y media de la tarde, tenía algo de pueblo fantasma. No se oía una voz y apenas si se veía a alguien por las calles. La temperatura había bajado y teníamos que buscar un lugar donde cenar. Cena moderada como piden la edad y el conocido el refrán (de grandes cenas están las sepulturas llenas). Eso sí, junto a una buena chimenea.
Cerrada del Utrero
            Durante la noche del martes llovió algo, apenas unas gotas. Sin embargo, una mirada al limpio cielo de la mañana del miércoles invitaba a la ilusión. Pocas nubes y bastantes claros. El día, al final, fue increíble de sol (se nubló por la tarde). El proyecto era recorrer la Ruta de Félix Rodríguez de la Fuente, por su lugar menos conocido, la pista que, saliendo de Coto Ríos y atravesando el río Aguamulas, recorre la margen este del embalse del Tranco hasta llegar a arroyo Montero, donde una barrera impide el paso. La pista está jalonada de miradores (Mirabueno, Collado del Almendral y Cabeza de la Viña) que nos ofrecen panoramas sorprendentes. También lugares en que es posible bajar hasta la misma orilla del embalse y tomar un descanso sentado en la hierba y gozando del suave sol.
Cascada de Linarejos
            De regreso, ya que el día se presentaba en condiciones inmejorables, no se podía desaprovechar recorrer el bellísimo sendero de la Cerrada del Utrero. Dimos buena cuenta de los bocadillos junto a una caseta de información (que estaba cerrada) para evitar cargar con el peso de las mochilas. Este sendero, de escasamente dos kilómetros, es uno de los más bellos del Parque. Va siguiendo el curso del recién nacido Guadalquivir por una honda garganta y el ruido del agua nos acompaña durante todo el trayecto. Vale la pena sentarse en el banco de piedra que hay en un pequeño mirador que nos invita a extasiarnos viendo cómo se despeña, desde aproximadamente unos sesenta metros de altura, la cascada de Linarejos, a la que otros llaman de la Cola del Caballo.
            Fueron casi ocho horas fuera, en feliz contacto con la naturaleza. Ya en el apartamento, nos sentamos a descansar un poco y a tomarnos un té. Pusimos la tele y nos enteramos de que en Málaga, quién lo diría, seguía lloviendo. El jueves regresaríamos. No sé si traíamos una meta fijada al venir a Cazorla ni si la habíamos alcanzado. No nos importaba. De lo que sí teníamos seguridad es de que volvíamos cambiados.

Un gamo nos acecha

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