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Casta flamenca: Estrella, Soleá y Enrique Morente |
Y,
no podía ser de otra manera, tales comportamientos llegan a reflejarse en el
lenguaje o, más claramente, en las palabras con las que exteriorizamos nuestros
imprudentes planteamientos.
De
un tiempo a esta parte, dirigentes y simpatizantes de un partido político emergente,
Podemos,
vienen basando gran parte de su estrategia en tildar de corruptos a todos los
demás partidos, incluso a aquellos tan bisoños como ellos mismos y que tampoco
han tenido aún tiempo de demostrar nada (ni bueno ni malo) en tareas de
gobierno. No conformes con esto, intentan convencernos, sin sentir rubor, que no
hay más soluciones para los problemas que las propuestas por ellos.
Por
supuesto, toda creencia es lícita mientras no se provoque mal a nadie. Lo que aquí
quiero denunciar no es ninguna idea, sino el empleo perverso de las palabras con
que la apoyamos. A todos los políticos que no son de su grupo los han catalogado
como la
casta, cargando la expresión de un matiz peyorativo que, al menos en
principio, podríamos discutir. Sin embargo, el término ha calado y ya en todos
los foros se habla de la casta como ‘aquello de lo que hay
que huir como si fuera la peste y debemos eliminar’.
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Casta futbolística: Miguel y Pepe Reina |
Pero,
¿por qué utilizar casta como término despectivo? Si acudimos al diccionario nos
encontramos con que casta, en su sentido principal, nos remite a ‘ascendencia o linaje’
y puede utilizarse tanto para personas como para animales. Así, la expresión ser
de buena casta, semejante a ser de buena cepa constituye un
elogio de todo lo que viene avalado por una naturaleza o condición noble. Casta
es tanto como raza, familia, ascendencia, linaje
o estirpe,
prosapia
y algunos otros términos.
Todos,
¿quién lo niega?, provenimos de una casta, todos tenemos una ascendencia.
Pero, como hay gente pa tó, según se cuenta que dijo Rafael el
Gallo después de conocer a Ortega y
Gasset y le explicaran qué es un filósofo, en
cualquier familia puede salir un garbanzo negro, igual que siempre hay
alguien que, por vanidad o soberbia, rechaza mezclarse con personas de otra casta
por considerarla inferior. Naturalmente, el término tiene otros usos. Por
ejemplo, cuando designa cada grupo en los que se diferencia la sociedad india.
O, por ejemplo también, cuando queremos designar un grupo o clase especial que
tiende a practicar una especie de endogamia que les lleva a separarse de los
demás por cuestiones muy diversas. Así, se habla, entre otras, de casta
sacerdotal. Los dirigentes de Podemos, en gran medida
surgidos de la Universidad, deberían saber que también se habla de casta
universitaria a la que no siempre se accede por el mérito.
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Casta torera: Manuel, Antonio, Pepe y José Luis Bienvenida |
Dado
que es cierto que (ya lo dijo Guerrita,
otro torero) ca uno es ca uno, ¿qué pasa cuando la casta, el origen,
la cepa
de que procedemos, no ofrece el producto esperado, cuando no presenta los
rasgos nobles que se le deberían presuponer por su estirpe? Pues que hablamos
de mala
casta. Y como hay algo que se llama economía del lenguaje, que consiste
en expresar un concepto con el menor número posible de palabras, en la lengua
surgen muchos términos, estos sí despectivos, para designar ese producto anómalo. En
nuestra mano está emplear calaña, ralea, laya
o pelaje,
que expresan ese matiz peyorativo, aunque todos ellos, estos y los anteriores, coincidan
en señalar la ‘naturaleza, calidad, condición de personas y cosas’. Hay otros, índole
o condición,
que es más frecuente verlos acompañados de los adjetivos buena o mala.
Y aún hay otro más, catadura, de valor más restringido, pues suele aplicarse más
propiamente al gesto o semblante.
En
resumidas cuentas, que todos pertenecemos a una casta, familia,
raza
o linaje.
No en vano para alabar la condición o naturaleza de alguien decimos que de
casta le viene al galgo. ¿Por qué dar lugar, entonces, a que una palabra, por lo
general noble, se convierta en insulto que podría volverse contra los mismos
que lo han creado?
Comento
con Zalabardo que, supuesto que la lengua cambia con el tiempo, y esos cambios son
inexorables en bastantes casos, no me extrañaría que, pese a nuestra edad, alcancemos
a conocer la hora en que nos sintamos cohibidos y ocultemos con vergüenza nuestra
casta,
por muy noble que sea, ya que vivimos momentos en que ser casta o pertenecer
a la casta se ha convertido en algo de todo punto reprobable.
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