miércoles, marzo 29, 2017

MANDAR (O IRSE) AL CARAJO



¿Me sonrojé? ¿Cómo saberlo? Cué no era, por cierto, mi espejo.
—Vete al carajo. A esta hora con clases de dicción.
—Enunciación. Tu problema es más bien de articulación.
—Al carajo.
—¿Estás molesto?
—¿Yo? ¿Por qué? Al contrario me siento muy bien, muy descansado. Como un hombre sin secreto.
(Guillermo Cabrera Infante)


Cofa de un buque
            Hace algún tiempo que una buena amiga me preguntó si el origen de esta expresión era marinero. Si estar seguro de ello, yo creía que no; pero me picó la curiosidad y me puse a investigar. La duda se convirtió en certeza. Pero he aquí que, ayer mismo, en un concurso de la tele, pidieron cuál de las expresiones propuestas tenía origen marinero. Y daban como correcta la que hoy no ocupa.
            Esta semana creí que iba a faltar a la cita, pues nos hemos ido a visitar Gorafe (Granada): su Parque Megalítico, su desierto, la acequia del Toril… A quien no conozca esos lugares les recomiendo que vayan. Al menos yo, he descubierto que Granada tiene otras cosas aparte de Sierra Nevada y la Costa Tropical. Pero lo oído en la tele me impulsó a escribir este apunte que iba a quedar en falta.
            Comento a Zalabardo que la confusión de mi amiga y la del concurso (en este último caso es más grave porque se supone que los responsables deben tener unas fuentes de información fiables) nacía, como otras muchas aseveraciones que se hacen sin fundamento, de Internet. La Red, instrumento magnífico para informarnos sobre muchas cosas, se convierte en un peligro grave si damos credibilidad a todo lo que a ella se sube sin contrastarlo.
            Lo que se lee en Internet, me preguntaba mi amiga y se sostenía en el concurso de la tele es que mandar al carajo es expresión marinera porque carajo es una pequeña cesta situada en lo más alto de un mástil (la cofa) y mandar allí a alguien se podía entender como castigo, ya que es el lugar más incómodo del barco.
            Empecemos: ni el Diccionario de la Academia, ni el de Manuel Seco, ni el de María Moliner (para mí los tres más fiables de nuestra lengua) recogen tal significado. En el DRAE, se dice que al carajo es ‘expresar un fuerte rechazo de alguien o de algo’ y mandar al carajo, ‘rechazar con insolencia y desdén’, aunque nada se explica del origen. A la vista de ello, recurrí al Diccionario Marítimo Español, de 1831, escrito por Martín Fernández Navarrete, y que me lo recomendó el Ministerio de Defensa para un trabajo que tuve que hacer. En él no encuentro la palabra carajo por ningún lado. Para la cofa, ese diccionario utiliza las siguientes formas: canasta, gavia, carchés, calcés, galcés y garcés. Nunca carajo.
           No me di por vencido y acudí a libros que recogen y explican el origen y significados de expresiones diversas. Ni José María Iribarren ni José María Sbarbi, los dos más prestigiosos, recogen tal significación. Volví a los diccionarios y consulté un vocabulario marinero que la Armada Española tiene en su página web. Allí está cofa, pero no carajo. Y en el Diccionario de sinónimos y antónimos, de Gredos, carajo solo aparece como uno de los sinónimos de pene.

            Me acordé, entonces, del Diccionario secreto, de Camilo José Cela. Todo un capítulo (unas sesenta páginas) del volumen segundo se dedica a carajo. Tras un exhaustivo análisis del origen del término, concluye en que su etimología es desconocida o dudosa. Luego pasa a explicar usos y giros en que aparece. En la acepción 12 (pág. 116), dice: lugar remoto, fantástico e ignorado —y sin duda no deseable— al que se echa o se manda ir al pelma, al molesto o al impertinente). Coincide con lo que dicen otros diccionarios de  referencia; pero por ninguna parte se pone en relación carajo con el vocabulario marinero, pese a los muchos ejemplos (antiguos y modernos) aportados.
            Leí que una persona planteó al Departamento de consultas de la RAE esta misma cuestión. La respuesta fue concluyente: ningún diccionario de nuestra lengua recoge el supuesto. Le decían, además, dos cosas: que la palabra carajo se introdujo en el diccionario oficial en 1983, pero con el significado que aún hoy se puede leer; y que solo se conoce un caso en que aparezca esa relación carajo/cofa: un Diccionario náutico abreviado que se puede ver en Internet.
            Zalabardo sabe que soy tenaz, y hasta tozudo, y me sumergí en Internet. Y ahí hallé la pista que, como el hilo de Ariadna, me sacaría del laberinto. Y es que en la búsqueda di con “trabajito” que unas personas llamadas G. Poncio, L. Ballesta, R. Nicotra y A. Wild hicieron tras participar en un curso para obtener el título de patrón de yates. Lo llamo “trabajito” porque la bibliografía en la que dicen basarse es sumamente pobre: el citado curso de vela, un cuaderno titulado Teoría y práctica de yachting, los apuntes de clase de un arquitecto que era a la vez profesor de navegación a vela y dos enciclopedias muy generales, una de Salvat y otra de Labor. El citado diccionario se incluía, supongo que todavía podrá consultarse, en la Página personal de Gerardo Poncio, de Córdoba, Argentina. Ese dato me hizo pensar que estuviésemos ante un americanismo, pero el Diccionario de Americanismos, hecho conjuntamente por las Academias españolas y americanas, no recoge carajo más que como ‘lugar muy lejano al que se envía a alguien’. O sea, lo ya sabido.

Ahí debería decir mandar a algunas y me acuerdo de que
            Le confieso a Zalabardo que llegué a una conclusión: que esa interpretación de carajo/cofa no era sino un invento de alguien de aquel curso. Alguien en clase, un profesor o un instructor del curso pudo haber hecho la comparación de que, en un buque de vela, mandar a alguien a la cofa para vigilar (la cofa es un lugar alto e incómodo) sería como mandarlo al carajo. Y estos buenos señores que hicieron el trabajito se lo tomaron al pie de la letra y pensaron que carajo es otro de los nombres de la cofa.
            Así que, dejando de lado el significado de carajo que trae el DRAE, ‘miembro viril’ o el que dice Cela, ‘pija’, si seguimos el estudio del escritor gallego, junto a ese sentido de ‘lugar remoto al que enviamos a alguien’ le encontramos estos otros: ‘valor, importancia o mérito’ (costar un carajo, estar o ser algo o alguien de carajo); ausencia de valor (no importar o no valer algo un carajo); ‘voluntad o capricho’ (salirle algo a alguien del carajo); ‘negación’ (¡y un carajo te voy a dar lo que pides!); ‘intensidad o encarecimiento’ (¡manda carajo!); ‘miserable, vil’ (echa ya a esos carajos); ‘interjección sin valor significativo especial’ (¡carajo, qué frío hace!); ‘estropearse algo’ (el intento se nos fue al carajo), y quizá alguno más, pero en ningún caso cofa.
            Lo peor de todo es que alguien con poco criterio copió el trabajo citado y la confusión carajo/cofa sigue apareciendo en algunos otros vocabularios náuticos de Internet. ¿Qué le vamos a hacer? Casos así se dan no ya por docenas, sino por centenares, Como cuando se repite hasta la saciedad que en la tumba de Groucho Marx pone Perdonen que no me levante, cuando basta con ver una simple foto de dicha tumba para comprobar que es una burda mentira. Pero hay quien se sigue creyendo a pies juntillas todo cuanto aparece escrito en Internet. La falta de cautela hace que estas y otras muchas mentiras circulen por las redes sociales sin que se pueda poner remedio.

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