sábado, mayo 15, 2021

DE ‘MENTAR A PATETA’ A ‘METER LA PATA’

 


            Manuel Machado acertó a decirlo con la brevedad y precisión justas. Hablaba de las coplas, pero su juicio es válido para todo lo que llamamos popular o tradicional. Una vez que el pueblo adopta algo y lo hace suyo, el interés por la autoría individual se desvanece hasta perderse. Le pongo a Zalabardo un ejemplo fácil de entender. Nadie discute que todos podemos equivocarnos no una, sino más veces. ¿Pero quién dijo aquello de que errar es humano? Hay quien sostiene que fue el cordobés Séneca, aunque resulte imposible encontrar la sentencia en ninguno de sus libros, lo que otros justifican defendiendo que, en realidad, fue su padre, conocido como Séneca el Viejo, quien lo dijo, aunque con palabras diferentes. Sea como sea, lo que entre nosotros se ha impuesto, lo que de verdad nos importa es que con ese latinajo, errare humanum est, sed perseverare diabolicum, o sea, que ‘es humano equivocarse, pero diabólico persistir’, nos mostramos dispuestos a justificar cualquier desliz, porque lo censurable es negarse tozudamente a reconocer el error. Que después, con palabras más o menos parecidas, hayan insistido en ello Cicerón, san Jerónimo, san Agustín…, ¿a quién le preocupa?

            Y si errare humanum est tiene una pinta culta que no puede con ella, ¿qué podríamos decir de meter la pata? Según el DEL, significa ‘hacer o decir algo equivocado’. Zalabardo, que suele estar a la que salta, me dice que si con esta frase queremos decir que una persona se ha equivocado o ha actuado de manera inadecuada, ¿por qué usamos pata y no pierna? La cuestión no es baladí y le digo que algo semejante, aunque por lo contrario, podríamos plantear de salir con el rabo entre las piernas. Pero su pregunta me pone a pensar y la primera ayuda que busqué fue la de Covarrubias y su Tesoro de la lengua española. Nada encontré al respecto, como tampoco en otras eminencias que han estudiado los modismos y los refranes. Tuve que llegar al gaditano José María Sbarbi (1834-1910) para hallar algo que me orientara: andar el diablo metiendo la pata, ‘salir algo torcido o no marchar bien’ y meterla hasta el corvejón, ‘decir una barbaridad o hacer algo equivocadamente, con lo que se asemeja a quien ha errado con los animales’.

            Con eso, dispongo de dos vías de explicación: la diabólica y la animal. Al diablo, bien lo sabemos, se lo suele representar con la parte inferior de su cuerpo como de macho cabrío, con patas en lugar de piernas. Encuentro, además, que en bastantes zonas de nuestro país al diablo se lo conoce como Patitas, Patetas o Pateta. El Diccionario de Autoridades, para referirse a ‘hacer o decir algo mal’ recoge los modismos No lo hiciera Pateta y No lo dijera Pateta. Con ello se asegura que cada vez que algo sale mal es por intervención diabólica; también el DLE recoge Llevarse algo Pateta o Hacer algo Pateta. Me sugiere Zalabardo que tal vez por eso, al emprender una tarea se nos aconseja olvidar del diablo, que ni siquiera lo mencionemos. Eso explicaría lo de No mentar a Pateta. Y leo en algún lugar que mentar a Pateta podría sonar raro a mucha gente y eso hizo que mentar se convirtiera en meter y Pateta en pata. De esa forma, se entiende que mentar a Pateta pasara un día a ser meter la pata.



            Pero le digo a mi amigo que no puedo demostrar tal cosa, por lo que no habría que desechar del todo la teoría del origen animal. Si el corvejón es una de las articulaciones de la pata del animal, resulta fácil pensar que un animal que pone su pata donde no debe, por ejemplo, un cepo, comete una grave equivocación que puede llevarlo incluso a la muerte. Es otra teoría que encuentro como origen de meter la pata.

            Y no me resisto a contar una tesis más sobre el origen de la expresión. Le aviso a Zalabardo que se trata de una versión, extraña, curiosa, que, vaya por delante, no he conseguido comprobar. Por eso desconfío de ella, pese a que se repite innumerables veces en internet. Y quienes me conocen saben lo que pienso de internet y de los contenidos que se ofrecen sin ser acompañados de su correspondiente contrastación.

 


           La versión a que me refiero nos retrotrae a un periodo muy antiguo, unos comentarios de Teofrasto de Hieracómpolis sobre el Antiguo Testamento que ya fueron rechazados en el Concilio de Trento y excluidos de lo que el dogma acepta. En el Génesis leemos cómo Dios se medio arrepintió de haber creado a los hombres y pensó destruirlos. Pero halló que Noé era justo y su decisión final fue salvarlo junto a su familia y una pareja de las diferentes clases de animales. La cantidad de animales que entrarían en el arca variaría según fuesen puros o impuros. Y aquí entra nuestro Teofrasto, cuento a Zalabardo. Este egipcio decía que Dios, para probar a Noé, le exigió que no diera cobijo en el arca a ninguna pata, por ser animal despreciable y poco de fiar. Noé, que debería ser bueno hasta la exageración, sintió compasión y no entendió por qué condenar a aquel animal; así que, a escondidas, cogió una pata y la ocultó dentro del arca. Dios, que lo ve todo, le habló de forma airada: “Noé, me has desobedecido; has metido la pata”. En castigo, un diluvio que debería haber durado una semana se prolongó durante cuarenta días.

            Los defensores de esta historia argumentan en su favor que hasta Erasmo de Rotterdam repetía con frecuencia en sus cartas: “No seáis como Noé y no metáis la pata”. Tampoco ese dato lo he podido comprobar. En cualquier caso, lo dejo avisado para que no se vea malicia en mi error, si acaso lo fuera.

No hay comentarios: