domingo, mayo 30, 2021

TENER PELOS EN EL CORAZÓN Y NO TENER PELOS EN LA LENGUA

 

   


         No es la primera vez que me ocupo de explicar el origen de modismos en que la palabra principal es pelo. Hace ya unos diez años (la Agenda se va haciendo mayorcita) comentábamos Zalabardo y yo de dónde proviene lo de coger la ocasión por los pelos y salvarse por los pelos, entre otros. Todas estas expresiones, decíamos entonces, suelen tener una explicación precisa que, en la mayoría de los casos, es desconocida para quien las emplea. Igual sucede con las dos que comentaremos hoy: Tener pelos en el corazón y No tener pelos en la lengua. El hablante curioso que decida reflexionar sobre ellas se preguntará antes de nada hasta qué punto es posible que el corazón y la lengua tengan o no pelos. Veremos que la respuesta es afirmativa y nos apoyaremos en el campo de la medicina para encontrarla.

            De Tener pelos en el corazón dice el DLE dos cosas: 1, ‘Tener gran valor y ánimo’; 2, ‘Ser inhumano y poco sensible a los males ajenos’. Como vemos, dos significados que se contradicen, pero también a esto hallaremos respuesta. En 1996, en la revista Patología, dos médicos canarios, A. Rey-López y E. Redondo Martínez, publicaron bajo el título Tener pelos en la lengua (cardiotriquia). Recuperación de dos antecedentes, un breve artículo sumamente esclarecedor; hablan en él de un tipo de tumor, teratoma, que presenta entre otras características la de estar cubierto de vellosidad. En el desarrollo de su explicación aluden a dos antecedentes clínicos pertenecientes a una época en la que se desconocía qué fuese en realidad la cardiotriquia: el del rey de Mesenia Aristómenes, que vivió en el siglo VII a. C. y el del marino del siglo XVI Antonio Oquendo.

            Del primero nos habla Plinio en su Historia Natural. Describiendo la morfología y funciones del corazón de los animales, dice que los brutos lo tienen empedernido y duro, pequeño los animosos y grande los cobardes y pusilánimes. Luego cuenta que los egipcios, en sus prácticas de embalsamamiento, comprobaron que va aumentando de tamaño hasta los cincuenta años para, a partir de esa edad, comenzar a decrecer, por lo que es difícil encontrar personas que vivan más de cien años. Y añade: “Se dice que a veces se engendran hombres con el corazón velloso, y que ninguno hay de más fuerte industria”, es decir, de mayor destreza, habilidad, ingenio y sutileza, por lo que se los considera valientes e intrépidos. Es entonces cuando nos cuenta la historia de Aristómenes Mesenio, que destacó en la guerra contra los lacedemonios causando la muerte de gran cantidad de enemigos y se valió de su ingenio y valentía para escapar cada vez que caía prisionero. Tanto que, a su muerte, quisieron ver su corazón y lo hallaron todo cubierto de pelo.

            Sobre el almirante Antonio Oquendo, el jesuita Gabriel Henao nos cuenta su cristiana muerte en La Coruña. Narra que, estando agonizante, oyó cómo se disparaban salvas de artillería y pensó que la ciudad estaba siendo atacada. Hizo grandes esfuerzos por incorporarse y acudir al combate. A su muerte y cuando iban a embalsamarlo, cuenta el padre Henao, “vieron que de su corazón brotaba pelo crecido, señal que se tiene por significativa de gran valor.” Creo, le digo a Zalabardo, que no hace falta mucha imaginación para adivinar que el jesuita era conocedor de la obra de Plinio y de lo que cuenta sobre Aristómenes Menesio.

            José María Iribarren acepta también los dos significados que recoge el diccionario, pero se inclina más por el de ‘ser cruel y despiadado’. Cierto que cita a Plinio, pero debemos creer que, como muchos otros, solo se quedó con lo de dar muerte a muchos enemigos, obviando el papel que su valentía tuvo en sus victorias y sus fugas. Por su parte, la profesora venezolana Lourdes C. Sifontes, en un trabajo sobre la construcción de los personajes de Harry Potter, escribe sobre Los cuentos de Beedle el Bardo, de J. K. Rowling y dedica espacio a un cuento popular, El corazón peludo del mago. Escribe en un momento: “Rowling quizás apela a cierta creencia pasada en que las vellosidades en el corazón eran signo de audacia, valentía o incluso tendencias criminales.” O sea, que la interpretación contradictoria de lo que significa el corazón peludo viene de lejos.

 


           El otro modismo al que me refería al principio, No tener pelos en la lengua, también puede ser explicado recurriendo a argumentos médicos y fisiológicos. No tener pelos en la lengua es ‘decir sin reparo lo que se piensa y siente, con toda libertad y de forma directa.’ En este caso, su significado no ofrece dudas. Ya pudiera haberlas en el origen que se le atribuye. Leo en un lugar un argumento que se repite: “Para comprender la frase sólo basta imaginar aquella situación en la que uno tiene un pelo en la lengua: se dificulta la pronunciación por la molestia que ocasiona un cuerpo extraño, por pequeño que éste sea.” Ese pelo que se cita, esa presencia extraña, la explica perfectamente la dermatología. Existe una rara enfermedad, llamada lengua vellosa, por la que las papilas aumentan su tamaño y se alargan hasta el punto de parecer pelos. Por eso, quien tiene la lengua sana y nada le molesta en ella puede hablar sin pelos.

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