sábado, abril 30, 2022

¿QUIÉN ENCONTRARÁ LA MUJER IDEAL?

 

El miércoles se presentó un poemario de Presina Pereiro titulado Arde Prometeo y que su autora edita con todos los derechos cedidos para la recuperación de la Librería Proteo, destruida por un incendio hará pronto un año. El gesto de Presina es uno más de los que se han unido a este loable propósito de que las llamas no sean el fin de la más prestigiosa librería malagueña, entre ellos Todos con Proteo, libro colectivo cuya edición he tenido el placer y el honor de coordinar.

            Presina Pereiro, novelista, Licenciada en Historia, especialista en el siglo XVI, y colaboradora en bastantes movimientos defensores de los derechos de las mujeres, fue presentada por José Infante, poeta de reconocido prestigio que también había participado en Todos con Proteo. En la acertada semblanza que hizo de la autora de Arde Prometeo, tuvo el acierto de llamarla (creo que esa fue la expresión) feminista a la antigua, pues, explicó, Presina no levanta ninguna bandera para luchar contra los hombres, sino que centra su lucha en conseguir los justos derechos de las mujeres.

            Bastantes feministas estarán en desacuerdo con José Infante y dirán que solo derribando, con los medios que sea, esa barrera levantada durante siglos por una sociedad dominada por hombres, alcanzará la mujer el lugar que le corresponde. Puede que tengan razón, pero yo me alineo junto a Infante al defender que es más efectivo un feminismo reivindicativo que otro revanchista. Figuras como Carmen de Burgos, Clara Campoamor o Emilia Pardo Bazán, entre otras, ya representaron este sentir en el siglo XIX e hicieron mucho en favor de las mujeres de nuestro siglo, para las que deberían servir de modelos.

            El feminismo militante denuncia la vigencia de un exceso de resabios heredados de una mentalidad patriarcal con muchos siglos de existencia. Tiene razón también en eso y tiempo va siendo de desterrarlos. Pero no hay que olvidar que la oposición al ideal feminista no viene solo de los hombres, sino que hay un peligroso quintacolumnismo formado por mujeres fieles a un modelo que ya se elogiaba en uno de los libros sapienciales de la Biblia, el de los Proverbios. En su capítulo 31, en especial los versículos 10 al 31, se define a la perfección. «¿Quién encontrará a la mujer ideal?», a lo que se responde con la enumeración de las dotes que han de concurrir en ella: busca lana y lino para trabajarlos, se levanta antes de que amanezca para preparar la comida de toda la familia, impedirá que pasen frío confeccionando la ropa que visten, cuida de que la casa esté siempre limpia y ordenada, trabaja con energía sin distraerse para que nadie pueda decir que no se ha merecido el pan que come, se viste con sencillez y dignidad despreciando la gracia engañosa y la belleza fugaz… Por estas y otras cualidades, el marido será felicitado cuando se sienta en la plaza a conversar con los amigos.


           Le digo a Zalabardo que, aunque sea un pensamiento forjado por hombres, llama la atención que, después de casi tres mil años, haya tantas mujeres adheridas a ese ideal. En España, ese concepto de mujer lo defendió con fuerza, no mucho después de nuestra guerra civil, Pilar Primo de Rivera, autora incluso de una Guía de la buena esposa (o sea, la mujer ideal bíblica), donde afirmaba que «la única misión que tienen asignada las mujeres en la tarea de la patria es el hogar»; junto a este principio básico se aconseja a la mujer ser sumisa, no hacer deporte, «que no se empache con libros… porque la mujer no tiene que ser intelectual»; y en la larguísima serie de consejos, se advierte sobre las relaciones sexuales (por supuesto, dentro del matrimonio), recomendando que accedan mansamente a los deseos del marido porque «la satisfacción del hombre es más importante que la de la mujer».

            Numerosos detalles y conductas constatan la existencia de prejuicios que entorpecen el acceso de las mujeres a una situación de igualdad. Hace unos días, le cuento a Zalabardo, difundía yo, en tono de humor, una versión del lamentable accidente de Belén Esteban. No me gusta lo que Belén Esteban hace, no me gustan esos programas, no me gusta una televisión chismosa y barriobajera. Hasta ahí llego. Pero como hay muchos modos de ser persona (hombre o mujer) y, en principio, todos son respetables, no tengo nada contra el camino que cada cual elija para ganarse la vida. Belén Esteban es libre de hacer lo que hace. Por eso, siento rabia al ver que la manejan como a un muñeco y no puedo evitar pensar qué vida le espera el día que esa televisión deje de considerarla rentable.

            Inmediatamente, aclaré que hacía un chiste inocente ―todo en la vida se puede tomar con humor― y pasé a denunciar la imperdonable falta de ética que refleja el hecho de que el programa continuase como si nada hubiese ocurrido. En la última novela de Garriga Vela, un personaje (guionista de televisión) dice no hay que ofrecer nada que haga pensar al espectador, porque cambiará de canal, que hay que ofrecer imágenes poderosas, «como la familia deshecha por el dolor… tras haberse encontrado entre la maleza el cadáver de la hija desparecida». En el caso que cuento, esa televisión mostró desde todos los ángulos la imagen de una Belén Esteban dolorida y llorosa porque acababa de romperse tibia y peroné. Vergonzosa conducta.


           La triste anécdota que contaba motivó una pequeña discusión, intrascendente y sin mayores consecuencias; alguien me dijo textualmente: «Ella se lo ha buscado. Ahora que se aguante». Duro juicio que me sorprendió porque parece alinearse con la defensa de la mujer ideal y fuerte de la que habla la Biblia o la sumisa que pedía Pilar Primo de Rivera, al que no se ajusta Belén Esteban. Pero tampoco puedo prohibir a nadie que piense como mejor le parezca. En eso estriba la libertad

            No sé, le confío a Zalabardo, si este apunte me ha quedado como un confuso batiburrillo; en cualquier caso, le aclaro, lo que quiero decir es que las trabas al objetivo feminista no las ponen solo hombres; que las dificultades para que la mujer consiga una plena igualdad social proceden también de muchas mujeres.

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