sábado, octubre 01, 2022

NO DONDE NACES, SINO CON QUIEN PACES

Francisco Delicado ―de quien no hay seguridad sobre si nació en Córdoba o en Jaén―cuenta en el mamotreto XLVII de La Lozana andaluza cómo Silvano, uno de los personajes, presume de haber conocido al autor de la historia en Martos, población que califica como su tierra, lo que hace a Lozana preguntar si no era nacido en tierras cordobesas, como su padre. Silvano le responde con el refrán que da título a este Apunte y que Gonzalo de Correas tenía recogido como No con quien naces, sino con quien paces, con el que se quiere señalar que hacen más las compañías que el linaje y la crianza. Y hasta nuestros días ha llegado en su variante No se es de donde se nace, sino de donde se pace. Muchas probabilidades tiene este refrán de proceder de una sentencia latina, ubi bene, ibi patria, que podemos traducir como ‘en donde se está bien, allí está la patria’, que llegó a emplear el mismo Cicerón.

            No cabe duda, comento con Zalabardo, de que los seres humanos guardamos hacia la tierra natal o adoptiva un sentimiento anudado con lazos muy fuertes: de afecto, de cultura, de historia o de muy diferentes tipos. A mí mismo me sucede con Osuna, mi pueblo. A ese lugar solemos llamar patria, que en su origen no significa otra cosa sino ‘la tierra de nuestros padres’, aunque en mi caso sea yo el único nacido allí. Con los siglos, esta palabra se ha interpretado de muchas maneras, incluso se ha identificado con nación, hasta ser raíz de dos términos antagónicos: patriotismo y patrioterismo. Pero no voy a entrar en esa cuestión; para quien quiera saber la evolución del concepto encerrado en patria solo recomendaré la lectura del muy profundo artículo que Ismael Saz le dedica en el Diccionario político y social del siglo XX español.

            Le pregunto a Zalabardo si recuerda el revuelo que se organizó en algunos sectores del espectro político español cuando la vicepresidenta Yolanda Díaz tuvo la ocurrencia de proponer que sería interesante abrir el debate sobre si debiera sustituirse patria por matria (no recogida en el DLE, punto que no importa, ya que sabido es que no es el diccionario quien crea las palabras), término que a su juicio designa un espacio que nada tiene que ver con la tierra de nacimiento o con el Estado, sino con un lugar interior en el que se puede crear un espacio propio.

            Quienes tanto se escandalizaron de este razonamiento no cayeron en la cuenta, o tal vez prefirieron ignorar, que matria no es ningún neologismo, que ni la ha inventado Yolanda Díaz ni es de nuestros días, sino que viene avalada por una larga historia. Se suele decir que Plutarco (historiador griego de nacimiento, pero a quien su amigo el cónsul Lucio Mestrio Floro apoyó para que se le concediera la ciudadanía romana) fue el primero en utilizarla cuando escribió que los cretenses llamaban a su país matria, conscientes de que los mayores beneficios se los debemos a nuestras madres. Pero ello no debe arrastrarnos a caer en el error de pensar, como algunos, que patria/matria es reflejo de la oposición padre/madre. Es preciso saber que, en latín, patria era femenino y la terra patria designaba el lugar del que procedían indistintamente tanto el padre como la madre.

            A matria se han referido varias veces Miguel de Unamuno, Juan Ramón Jiménez, María Zambrano, Jorge Luis Borges, Virginia Woolf, Julia Kristeva… Larga lista. Y Ernesto Sábato, argentino y Premio Cervantes en 1984, escribió que la patria es la infancia y quizá por eso sería mejor llamarla matria. Tal vez estuviese recordando un poema de Rainer María Rilke en el que afirma que la verdadera patria es la infancia. Quizá pudo también tomar la idea de Miguel Delibes, quien hablando del afecto con que son acogidos los niños de sus novelas dijo que la infancia es la patria común de todos los mortales.

            Pero le pido a Zalabardo que regresemos al refrán del comienzo y a la sentencia latina, ubi bene, ibi patria, ‘donde nos sentimos bien, allí tenemos la patria’, porque cualquier otra cosa me parece que es encerrarnos en unos límites asfixiantes y romper lazos con quienes nos rodean. Le recuerdo el poema de Machado recogido en Los sueños dialogados en el que escribe: Mi corazón está donde ha nacido, / no a la vida, al amor… Alberto Cortez interpreta también una bella canción en la que dice: No soy de aquí, / no soy de allá


           
A Zalabardo, que jamás me ha revelado su origen, le pregunto si es bueno sentirse tan atado a un concepto rígido de patria. Me contesta que él se siente mejor siendo de muchos lados. Y me cuenta que un actor argentino, Eduardo Blanco, decía en 2010 en una entrevista que le hicieron: Uno no es solo de donde nace, aunque lo sea, ni de donde pace, aunque por descartado, sino también de donde tiene sus muertos. Y me repite una frase, de la que afirma no recordar quién fue su autor, que hiela un poco la sangre: Empieza uno teniendo una patria y acaba echando de ella a todo el mundo. De Zalabardo aprendí a rechazar todo tipo de nacionalismo patrioteril y quizá, por su influencia, cuando me preguntan de dónde soy responda, un poco con ironía: De Osuna, ¿de dónde se puede ser mejor?, aunque aparentemente parezca que incurro en contradicción al responder cuando me preguntan si soy sevillano: Sí, pero no ejerzo.

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