sábado, octubre 15, 2022

PREMIO, LECTURA, ORTOGRAFÍA Y REDES SOCIALES

Hoy, día de santa Teresa de Jesús, conoceremos al ganador del Premio Planeta de Novela, el más importante del mundo por cuanto su dotación económica, un millón de euros, supera incluso a la que percibe un Premio Nobel. A la vista del desembolso, se supone que la editorial espera unos beneficios económicos superiores. Nada tiene que ver, por ejemplo, con el Premio Nadal, el más antiguo de España, 1944, de no menos prestigio, pero con una dotación económica de 18000 euros; no obstante, quizá nos haya dejado una cantidad de buenas novelas y descubierto un número de autores noveles tal vez superior al Planeta.

            Comento con Zalabardo que todo el entramado comercial del Premio Planeta genera muchas dudas. La primera, si la necesidad de rentabilizar el dinero entregado al ganador importa más que la calidad en la obra. ¿Se buscan compradores antes que lectores? Algunos datos alimentan la sospecha. ¿Tenía necesidad Camilo José Cela de presentarse a este premio en 1994, después de haber ganado el Nobel en 1989 y, además, con una obra que fue acusada de plagio? ¿Por qué Miguel Delibes ya declaró en 1993 que le habían propuesto presentarse, garantizándole que sería ganador? E igual circunstancia se dio con Ernesto Sábato en 1994. Este último incluso declaró: Me reí y dije que no podía aceptar un premio por un libro que todavía no había escrito. Se dice, no sé si es verdad, que se premia a una obra de encargo. Tampoco parece que moleste el escándalo, como el año pasado premiando a Carmen Mola que, finalmente, resultaron ser tres hombres.

            Le digo a Zalabardo que todo esto me trae a la memoria una serie de análisis y artículos diversos. En 2019, en una entrevista, Carme Riera, escritora, profesora de Literatura y miembro de la Real Academia, declaraba que lo importante no es conseguir un premio, sino tener lectores. De manera irónica, decía también que, en España hay más escritores que lectores. Y se quejaba de que en España se desplaza la enseñanza de la literatura de los planes de estudio y no se fomenta la lectura debidamente.


            La afirmación de que hay más escritores que lectores no debe considerarse exageración. Basta ver el auge de la autoedición en nuestro país. Resulta muy fácil publicar un libro y las editoriales han encontrado una mina de oro en el proceso de la autoedición. No tengo reparo en reconocer que me encuentro entre quienes se han valido de este sistema. Lo más común hoy es que, si envías un original a una editorial, te respondan con elogios hacia tu obra, pero la rechazan «porque su contenido no entra en su línea editorial»; acompaña a esta negativa el consejo de que te dirijas a una editora menor, pero de la misma empresa, dedicada a la autoedición. Así, todos acabamos leyendo solo nuestros propios escritos. A quienes se envanecen de haber escrito y publicado un libro ―escribirlo es fácil, lo difícil es que tenga calidad― les recordaría lo que dijo Borges: Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído. Yo, lo digo con sinceridad, estoy con Borges.

            En cuanto a la lectura, en un artículo de hace solo unos días, Ana Camarero denunciaba que la ortografía empeora por dos motivos: la influencia de las redes sociales y el decrecimiento de la lectura. Le digo a Zalabardo que me parece que en la mala ortografía influye más la caída de la lectura que las redes sociales. No olvidemos que la expresión oral es algo natural mientras que la expresión escrita es algo «artificial», si queremos llamarla así, sujeta a unas normas convencionales y que debe ser aprendida y practicada. Pero porque sea una convención no deja de ser una necesidad. La puntuación, la acentuación, el correcto uso de los signos gráficos con los que representamos los sonidos no son un capricho. De hecho, los numerosos intentos de acabar con la ortografía, terror del ser humano desde la cuna, según Gabriel García Márquez, han fracasado. El chileno Andrés Bello, que en 1884 propuso una revolucionaria reforma de la ortografía, acabó por renunciar a su intento y pedir que no se aplicara. Los cambios en la ortografía son lentos.

 

          La ortografía no se aprende solo estudiando las reglas; se aprende de manera natural mediante la lectura. Dice Cristina de la Peña, profesora de la Universidad Internacional de La Rioja, que la lectura favorece que las palabras se nos vayan quedando inconscientemente en nuestro cerebro, de forma que, el ejemplo lo pone ella, si me acostumbro a ver escrita la palabra zanahoria, cuando necesite utilizarla en un escrito no tendré problemas para colocar esa h indetectable en el habla oral. Y José Ramón García Guinarte, director del Instituto de Neurociencia y Alto Rendimiento, sostiene que para lograr una correcta ortografía, el cerebro deberá alcanzar un proceso de automatización, y eso lo irá haciendo a través de infinidad de repeticiones y exposiciones. La lectura, ejercicios de dictado, de redacción, de copia de textos nos proporcionan estas repeticiones requeridas para que se fije en nuestro cerebro una correcta ortografía.

          El informe PISA sigue insistiendo en que en España estamos mal en la tarea de construir y comprender textos escritos. Creo que haría falta trabajar más estos aspectos. Cuando visito una librería de viejo, me gusta buscar libros dedicados a estas tareas. Tengo una Ortografía dudosa, de José de las Casas, publicado en 1914, que, en ejercicios destinados a ver la función del acento, propone escribir textos como este: El equívoco en el epigrama encierra un doble sentido que ha dado lugar a cuestiones entre escritores de reconocido mérito. O mucho me equivoco, o su autor se equivocó a sabiendas. Y en un cuadernito de 1881, Ortografía, solo 47 páginas, el profesor malagueño Agustín Moreno Rodríguez recoge una lista en la que explica la diferencia entre palabras de sonido semejante, pero ortografía diferente: aya, halla, haya, allá, ayo, hallo, halló, hayo.

            Y quedan las redes sociales. Con todos los fallos que yo les veo, creo que en este aspecto se las culpa más de lo debido. Lola Pons, filóloga, dice que no hay que dejarse avasallar por la ortografía. Que se utilizan abreviaturas, se suprime la h, se escribe k en lugar de qu, se eliminan puntos y otros signos… Nada de ello debería escandalizarnos si quien lo hace es consciente de que emplea un determinado registro propio de la jerga de internet, pero es capaz de emplear el registro adecuado cuando sale de ese mundo.

            Por eso es tan importante fomentar la lectura. David Bueno, profesor de Biología y Genética de la Universidad de Barcelona, dice que está claro que un buen lector tiene más capacidad de imaginar, es más creativo, que una persona que solo utiliza monosílabos. Eso debería hacernos pensar. 

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