domingo, diciembre 18, 2022

USTED NO SABE CON QUIÉN ESTÁ HABLANDO


Estoy convencido, y así se lo transmito a Zalabardo, de que hablar de esta expresión exige hacerlo también de Mantener las distancias. En una y otra puede verse reflejado un vanidoso afán de dejar bien patente la superioridad de alguien sobre otra persona. Leo en varios lugares que Usted no sabe con quién está hablando, así o en forma de pregunta, ¿Usted sabe con quién está hablando? fue propia de una parte de nuestra sociedad durante la dictadura franquista para intimidar al aludido haciéndole recordar qué puesto ocupaba quien hablaba y cuál su interlocutor. Con ella, dicen, se hacía ostentación de jerarquía o de autoridad, motivos ambos que conferían al emisor el derecho a hacer lo que le saliera de los cataplines.

            Puede que en esa forma concreta se abusase de ella durante la dictadura franquista; pero veo en la actitud de quien la emplea unas raíces más hondas que pueden ser rastreadas. Valdría solo el ejemplo de una escena, muy calderoniana, de El alcalde de Zalamea. Pedro Crespo ruega al fatuo capitán don Álvaro que repare el ultraje a que ha sometido a su hija. El capitán se niega y lo hace como quien dice ¿Tú sabes con quién estás hablando? al esgrimir que se reconozca su condición de capitán de los ejércitos del Rey que habla con el alcalde de un pueblucho. La respuesta del alcalde no se queda muy atrás. Más o menos dice: «Tenéis mucha razón. Con respeto, mandaré que os pongan grilletes y os conduzcan a la cárcel; con respeto, impediré que habléis con nadie; y, con mucho respeto, os mandaré ahorcar», con lo que encontramos que quien desconocía con quién hablaba era el vanidoso capitán,

            Esta actitud, aunque se diga que se va perdiendo, sigue siendo frecuente, aunque el franquismo nos quede lejos. Aún abundan quienes se escudan en su notoriedad para saltarse a la torera una norma o para jactarse de su pretendida superioridad. ¿Usted sabe con quién está hablando? gritó Pilar Rahola en el depósito municipal para retirar su coche, que la grúa se había llevado por estar mal aparcado, sin pagar la sanción correspondiente. Y Esperanza Aguirre a unos agentes de la policía local tras atropellar a un motorista y querer eludir las consecuencias. O el magistrado del Tribunal Supremo Enrique López al ser sorprendido, yendo en moto, sin casco y bebido, saltándose un semáforo en rojo. El futbolista Gerard Piqué incluso añadió: «Esto lo hablo yo con Fulanito y esta multa la va a pagar tu padre». Y el exministro Corcuera con un aparcacoches en la feria de Sevilla. Y el exsecretario de Estado Miguel Ángel Rodríguez al verse involucrado en un accidente; y…

            …Y algo parecido le ocurrió a Teresa Rodríguez en un enfrentamiento con el director de ABC de Sevilla, a quien espetó: «Le agradecería que no me tutee, yo no le he tuteado y a diferencia de usted soy una representante electa y por tanto una autoridad». Aquí, Teresa Rodríguez apoyó su prepotencia en la distancia que los separaba: «Que yo soy una autoridad y usted no. A ver si mantenemos las distancias».

            ¿Qué es mantener las distancias o guardar las distancias? Según el Diccionario fraseológico documentado del español actual, de Manuel Seco es: ‘Controlar [una persona] su trato con otra a fin de no llegar a una familiaridad excesiva’. Y añade a continuación la variante marcar [alguien] (sus) distancias [con alguien o algo]: ‘Hacer notar las diferencias o discrepancias [respecto a ellos]’, que es lo que hizo Teresa Rodríguez. La primera es natural; la segunda es la que retrata al vanidoso. Me dice Zalabardo: «O sea, que tanto en una forma como en la otra se podría aplicar lo que acabó siendo el único mandamiento que prevaleció tras la revolución en la Granja Manor de que nos habla Orwell en su novela Rebelión en la granja: Todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros». Ambos reímos su ocurrencia, que podría ser válida.

            Mantener las distancias, en cualquiera de sus variantes nos puede servir para ver los insospechados caminos por los que cambia la lengua. El libro del español correcto, publicado por el Instituto Cervantes en 2012, hace ahora diez años, cita al hablar del lenguaje no verbal una de las características más significativas de la comunicación oral: que los interlocutores comparten tiempo y espacio, lo que deriva hacia una comunicación multicanal, es decir, que transmitimos y recibimos información por muchos y muy variados conductos. Nos valemos del espacio, el propio o el de los otros, y nuestras reacciones son distintas tanto si sentimos que una persona se sitúa excesivamente próxima o, por el contrario, notamos que se aleja. En el lenguaje coloquial se acuñó la expresión mantener las distancias y el antropólogo Edward T. Hall estudió los grados de esa distancia (íntima, personal, social ―para relaciones no personales―y pública). Parece razonable que cada persona elige la distancia conversacional en la que se siente más cómoda.

            Un grave problema sanitario, la pandemia de la covid-19, dio paso a que las autoridades, sanitarias y políticas, recomendaran mantener la distancia social como medida eficaz contra el contagio. La expresión, lo denunció Fundéu, provoca un solapamiento semántico con la que hubiese sido más correcta: mantener la distancia física. Esta última se mide en metros y se corresponde con ese mantener la distancia recogido en el Libro del español correcto y estudiado por Hall; hace referencia a la lejanía o proximidad física entre personas. En cambio, la distancia social mide el grado de aislamiento de una persona o un colectivo en el seno de una sociedad, la superioridad de unas personas sobre otras.

            Sea como sea, aunque lo correcto hubiese sido hablar de mantener la distancia física, lo que se impuso fue mantener la distancia social y la propia Academia ha terminado por aceptar ambas expresiones como equivalentes. Quizá porque no sabíamos con quién estábamos hablando.

1 comentario:

siroco-encuentrosyamistad dijo...

Ilustrativo y esclarecedor, gracias.