martes, febrero 06, 2007

CARPE DIEM

Esta mañana, Zalabardo estuvo en el Instituto. Quería haber pasado desapercibido, pero Joaquín Martínez lo descubrió y, durante la hora del desayuno, mantuvo una breve charla con él. Apenas si para insinuarle que deberíamos dedicar una página de la agenda al reloj de la sala de profesores. Joaquín, que entiende de esto de relojes, no en vano tiene un Breitling, decía que no se puede consentir que el reloj de la sala de profesores lleve tanto tiempo parado. En el medio debate que se originó, unos decían que lo está desde hace años; otros mantenían que, en realidad, nunca ha llegado a funcionar. Entonces, cada uno intentó hacer la más aguda frase sobre la situación del reloj. Joaquín decía que sus manecillas permanecían fijas en las once y media, por lo que marcaba un continuo inicio del recreo; otro decía que estaba parado desde que entró la actual junta directiva y el secretario se negó a comprar pilas; alguien más insinuó la dificultad de volverlo a poner en hora por la de vueltas que habría que dar a sus manecillas hasta recuperar todo el tiempo atrasado. Pero me parece que la frase más ingeniosa fue la de José Francisco, que habló de lo bien que se conserva, el reloj, porque por él no pasa el tiempo.
No sé si valdrá la pena ponerle pilas al reloj, que, ahora, es lo más opuesto que hay a eso de tempus fugit. El reloj, en efecto, siempre ha sido una metáfora de la muerte, de la fugacidad del tiempo. A mí me impresionó, hace unos años, ver en la playa de Conil de la Frontera un reloj de sol de gran tamaño sobre el cual podía leerse: Omnes feriunt, ultima necat. No me pareció una playa el lugar más apropiado para un recordatorio de ese tipo. Camilo José Cela contaba que Pío Baroja tenía en su casa un reloj de pared en cuya esfera se podía leer la misma sentencia, ahora en español: Todas hieren, la última mata. Se refiere, naturalmente, a las horas. A propósito, yo conocía otra versión de la misma sentencia latina: Vulnerant omnes, ultima necat. Aunque digan lo mismo, Virginia podría aclararnos cuál es la versión fetén.
Dice Quevedo, en un soneto: El tiempo, que ni vuelve ni tropieza, / en horas fugitivas la devana (a la vida). En cambio, este reloj que, en efecto no puede volver atrás, tampoco permite al tiempo proseguir, pues lo mantiene detenido en un perpetuo tropezón. Posiblemente a Jorge, Mayte, Reyes y a los demás jóvenes del centro les gustara más verlo en movimiento y sientan el reloj como aquel de Jorge Guillén que, al marcar las doce, le permitía vivir la redondez, plenitud y perfección del universo: Dije: ¡Todo ya pleno! / [...] Era yo, / centro en aquel instante /de tanto alrededor, / quien lo veía todo / completo para un dios. / Dije: Todo, completo. / ¡Las doce en el reloj! Es el poema más optimista y vitalista que conozco sobre la percepción del tiempo como experiencia personal.
Pero habría que pensar que, para otros, yo entre ellos, el reloj es una máquina antipática que roba más que promete. Vuelvo a Quevedo: Azadas son la hora y el momento... Y mejor no seguir. Por eso yo pediría desde aquí al secretario que no compre pìlas y deje el reloj tal como está. Así me puedo hacer la idea de que el tiempo se ha detenido. ¿Por qué no recordar ahora a Horacio?: ...dum loquimur, fugerit invida / aetas; carpe diem, quam minimum credula postero. O dicho en cristiano: mientras hablamos, el tiempo huye celoso; aprovéchate del día, que incierto es el mañana.
Mucho latinajo se ha colado hoy por aquí. Si hay errores, espero que Virginia y Aurora los disculpen. Y una aclaración: el reloj no está parado a las once y media, sino a las seis y media, si en esto tampoco me equivoco.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

O sea, que el muy masoquista no está detenido en la hora de comienzo del recreo, sino en mitad de un claustro. ¡Pues ya son ganas!

Anónimo dijo...

O sea, que el muy masoquista no está detenido en la hora de comienzo del recreo, sino en mitad de un claustro. ¡Pues ya son ganas!

Anónimo dijo...

Por error se ha colado dos veces el anterior comentario. La duplicidad no era intencionada. Rocío.

Anónimo dijo...

Mujer, míralo de una forma más positiva. Pensemos mejor que es la hora de la merienda ;)
R.L.