AÑO NUEVO, ¿PALABRAS NUEVAS?
Pese a que muchas veces se afirma que la Academia es una institución retrógrada, que apenas se esfuerza por ponerse al día, que convierte a su diccionario en un cementerio de elefantes, lo cierto es que los señores académicos realizan un trabajo serio y silencioso, elogiable, y que hacen lo posible por poner su obra base al día. Vaya, que eso de que limpia, fija y da esplendor no es un simple lema que mostrar en el escaparate, sino una palpable realidad. ¿Que no se va a la rapidez que algunos desearían? Tampoco es cuestión de correr y de precipitarse, sino de pisar terreno firme y no meter la pata demasiado, porque tampoco los cambios en la lengua se dan así, de un día para otro.
Y es que, a decir verdad, palabras nuevas hay pocas, pues no es tan fácil inventar términos novedosos (si exceptuamos la capacidad que para ello se atribuye a Chiquito de la Calzada, que tampoco ha inventado tantas). Lo que sí puede resultar frecuente es el hecho de que muchos vocablos, con el discurrir del tiempo, vayan modificando, alterando, restringiendo o ampliando los significados que tienen. Y en esto hay que andar con pies de plomo, porque no todos los cambios terminan por afianzarse y no es cuestión de cambiar el diccionario cada dos por tres.
En los últimos días del año que ha fenecido, deseemos que el recién estrenado sea más benigno en todos los aspectos, Alianza ha editado un Diccionario político y social del siglo XX español, dirigido por Javier Fernández Sebastián y Juan Francisco Fuentes. Pronto nos dejan claro que su fin no es acumular un repertorio de acepciones (por tanto no es una obra propiamente lexicográfica) ni información sobre personas o acontecimientos (por lo que tampoco es un diccionario enciclopédico). El objetivo de la obra es ofrecernos un análisis de los conceptos que laten debajo de una serie de términos con el que apreciar las experiencias político-sociales vividas por nuestro país en el pasado siglo y observar la evolución de dichos conceptos.
Una primera conclusión obtenida por los autores y declarada en la nota previa que encabeza el libro es que de las 125 entradas de que consta la obra nuestra lengua apenas si ha aportado una ínfima cantidad que puedan ser consideradas particularmente españolas. Si muchas veces se ha dicho que guerrilla es un término, y noción, dados por nuestra lengua al mundo, este diccionario del que hablo declara que son autóctonas catalanismo, caudillo, franquismo, Hispanidad, reconciliación, transición y pocas más. Esta última explica bien lo que se quiere decir: por supuesto que transición es una palabra 'vieja', pero lo que con ella se quiere indicar cuando se habla de la transición política española tras la muerte de Franco es algo absolutamente novedoso e intrínsecamente español.
Zalabardo y yo estuvimos leyendo los artículos dedicados a dos palabras precisas: hispanidad y cultura. Esta última resulta un buen ejemplo de lo que decimos. Si consultamos el diccionario académico, hallamos que la cultura es '1. Conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico. 2. Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.' El diccionario de María Moliner es un poco más amplio y claro: '1. En sentido amplio, cultivo. 2. Conjunto de conocimientos no especializados, adquiridos por una persona mediante el estudio, las lecturas, los viajes, etc. / Conjunto de los conocimientos, grado de desarrollo científico e industrial, estado social, ideas, arte, etc., de un país o una época.'
Si nos vamos al uso cotidiano de la palabra, la obra de referencia hace una amplia exposición que aquí me limito a resumir de manera muy simple e incompleta. Tras la crisis del 98, el concepto de lo que sea cultura se entremezcla con las nociones de educación, instrucción y civilización, relacionando a la vez estos conceptos con los de progreso y prosperidad. Después de la guerra civil, para las izquierdas, la cultura era 'la labor artística e intelectual desarrollada en el exilio', mientras que para el franquismo era 'la manifestación folclórica de las diversidades regionales'. Cuando llegan los años del desarrollismo, siendo ministro de Información y Turismo Fraga, la cultura era 'la actualización del enorme tesoro artístico, musical y dramático del pasado que fomenta las nuevas tendencias'. Y cuando llegamos al año 2000, nos encontramos con que todo es susceptible de ser cultura; incluso el hecho de ir a discotecas permite hablar de la cultura de clubs. Y no hablemos ya de la cultura del pelotazo.
Pero volvamos con el trabajo, poco o mucho, de los académicos. Ahora andan ocupados, lo leía hace días, en encontrar nuevas definiciones para el término cultura que completen y complementen las que ahora trae el diccionario. Y es que si leemos en un periódico reciente que En todas las culturas, el juego reproduce los modelos adultos, vemos que el sentido del término coincide con el de cualquier diccionario. Pero si, en ese mismo periódico, leemos que [el Rey] comparte esta afición a considerar todo una cultura (la cultura de la basura, la cultura del consumo...); él inauguró la "cultura de la ilusión", notamos que algo ya no nos cuadra. En eso, entre otras cosas, están atareados ahora los académicos, en buscar una definición, una nueva acepción para la palabra y, cuando la encuentren, la ofrecerán al dictamen de las academias americanas. Parece que la propuesta que se perfila es clara y, creo, aceptable: 'Conjunto del sistema de conductas que caracterizan a un grupo / Conjunto de actividades que giran en torno a un elemento'. Lo que está claro es que entre hablar de la cultura maya, por ejemplo, y la cultura del pelotazo media un abismo que hay que subsanar en los diccionarios.
1 comentario:
Amigo Anastasio, sólo comunicaros a ti y a tus lectores que el verdadero Zalabardo ha empezado su propio blog, desde luego mucho menos interesante que el tuyo:
http://exiliocosmico.blogspot.com/
Un abrazo,
Zalabardo
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