jueves, febrero 26, 2009

TRESCIENTOS CINCUENTA
Vaya por delante que Zalabardo no es nada vanidoso. Es posible que yo peque más que él en ese sentido. Pero, vamos, que tampoco es malo mostrar un poco de vanidad, sin caer en demasía, si con ello no se atenta contra nadie. Digo esto porque esta mañana, nada más sentarme ante el ordenador, el dueño de esta agenda, porque no olvidemos que es suya, me ha dicho: "Hoy habrá que decir algo". Confieso que me pilló fuera de juego e ignoraba por dónde iba. "¿Decir algo de qué?", le he contestado, a lo que él, feliz el semblante, me aclaró: "Que este apunte que ahora vamos a iniciar hace el número 350. ¿Te parece poco?"
Él lo sabe muy bien debido a que como, igual que yo, está ya un poco entrado en años, algunas modernidades le vienen un poco largas. Por ello aún desconfía bastante de este universo de Internet y se toma la molestia, lo que por otra parte yo le agradezco, de pasar periódicamente todos los apuntes, con sus correspondientes comentarios cuando los hay, a una carpeta de word (para evitar que haya un accidente y se pierdan, dice). Y allí, contra lo que aquí sucede, los va numerando. Pues bien, si este es, como dice, el número 350, tendré que dejar aparcado el tema que pensaba tocar hoy, y que ya aplacé antes para escribir sobre el acto del Ateneo en homenaje a Machado, y cumpliré su deseo, que al fin y al cabo yo soy solo el inquilino de la agenda.
Así que nos hemos ido juntos al archivo que él cuida y hemos estado repasando datos y releyendo algunos apuntes. Son efectivamente, con este, 350 justos que, en su carpeta, ocupan 523 páginas. Decidimos iniciar esta aventura el día 9 de agosto de 2006 (pronto se cumplirán tres años). Ninguno de los dos sabíamos hacia dónde caminábamos ni cuando llegaría a su fin el proyecto. Vistas ahora, las anotaciones primeras no solo son breves, sino inocentes, algo dubitativas en su fluir e incluso algo descuidadas; el tiempo ha ido puliendo algunos defectos y afirmando el estilo. Aparte de los fines marcados en la declaración de intenciones, que no siempre se respeta, pretendíamos una especie de experimento: comprobar si un producto que se arroja a la Red sin más ni más podía llegar a la gente y en qué forma. Porque, no sé si lo hemos dicho alguna vez, a nadie comunicamos lo que hacíamos. Y, mire usted por dónde, la agenda llegó a tener un primer lector y luego otros más. Y ya se supo de ella en el instituto y algunos compañeros me hablaban de ella. ¿Cuántas personas se habrán asomado a estas páginas? Lo ignoro y todavía hoy hablo con Zalabardo de cómo pudieron llegar algunas personas hasta ellas. El primer comentario llegó cuando la agenda tenía ya dos meses, en el mes de octubre de 2006, e iban 44 apuntes; lo firmaba alabanda 2. Descartados los compañeros, pues ya en el instituto se sabía lo de la agenda, nunca hemos sabido cómo nos encontraron Mari Paz, Juan Garabato (que se picó porque yo hice alusión "a quien dice llamarse Juan Garabato" y me contestó que él se llamaba así), Andrés, el viejo de la Colina, el profesor de Algeciras Francisco Gómez Escribano, AM, DR y otros, entre ellos algunos que no dejaban nombre ni seudónimo. Pero he aquí que en octubre de 2007 llegó desde las Islas Británicas un comentario firmado por ¡José Zalabardo! No os podéis imaginar la alegría que nos llevamos con ello.
A todos cuantos han enviado comentarios les estamos muy agradecidos, porque de sus palabras hemos aprendido mucho. Lo primero de todo, a suavizar un tanto el tono de las críticas que se hacían a los errores detectados en diferentes medios. Tuvieron mucho que ver en ello un comunicante anónimo y José A. Garrido, que me dieron un cariñoso tirón de orejas. Y Mari Paz, que con delicadeza me hizo ver que yo también erraba. Como que, a partir de entonces, dejé de redactar directamente los apuntes y siempre hago una redacción previa de los mismos para cuidar el estilo y las formas, que ya se sabe eso de en casa del herrero, cuchillo de palo. Con eso y todo, aún se escapa alguna que otra errata.
Creo que siempre dejé dicho que estaba abierto a cualquier crítica que se me hiciera, pues tal como yo disponía de libertad para expresar mis ideas debía aceptar que los demás la tuvieran para exponer las suyas. Pero hubo dos momentos que tanto a Zalabardo como a mí nos afectaron profundamente. El primero fue cuando alguien se tomó la licencia de pedir, casi exigir, al Viejo de la Colina que no escribiera más. Tuvimos que salir en su defensa porque, como me decía Zalabardo, "nadie es nadie para prohibir nada a nadie". Aunque en descargo de quienes hicieron aquello, quiero decirlo ahora, la verdad es que muchos creían que El viejo de la Colina era un tapado e intentaban que descubriera su verdadera identidad.
El otro momento al que me refiero resultó más desagradable y debo decir que me dolió. Tras un apunte de octubre de 2008 titulado Los árboles y el bosque, hubo quien interpretó que yo ofendía gravemente a una persona, cosa que no estaba en mi ánimo y que solo se podía entender así como producto de una lectura sesgada. Traté de aclararlo días después, al parecer sin mucho éxito, porque había quien seguía empeñado en que hubo una ofensa consciente. Pero lo que me dolió no fue eso, sino que ese comunicante, anónimo para más inri, pretendiendo fustigarme a mí, lo que hizo fue emprenderla contra Andrés el de la Colina y sus amigos y contra Mari Paz. ¿Qué culpa les alcanzaba a ellos de mis pecados, si es que los había? Sin embargo, eso me sirvió para ratificarme en una idea que siempre he tenido: que quien carece de razones con las que argumentar se dedica a repartir coces.
En fin, que de nuevo doy las gracias a cuantos aún no se han cansado de leernos y les digo que aquí seguimos. Soy consciente de que el tono de la agenda ha cambiado respecto a su línea original, aunque el fondo creo que se mantiene. El mayor problema es que cada día cuesta más trabajo hallar temas y no repetir lo dicho en páginas anteriores; pero intentamos no ser tediosos ni repetitivos. Un saludo a todos y hasta el próximo día.

2 comentarios:

familia Garrido Díaz dijo...

Enhorabuena Anastasio, y a por otros trescientos cincuenta más.

Anónimo dijo...

Hola Profesor: como puede ver, no me había olvidado de usted ni de Zalabardo. Llevo varios días intentando colgar un comentario en este apunte donde tan amablemente me cita para que compruebe que aún le sigo. No le olvidamos ni yo ni mis compañeras que también le leen irregularmente. El problema estriba en encontrar un momento para escribir algo relajadamente, sin los agobios de los compromisos, las redacciones habituales, la caza de noticias, los estudios e informes, etc. ¡Qué le voy a contar!
Me ha encantado eso que dice de mí de que "con delicadeza le hice ver que usted también erraba"; creo que es algo tan sencillamente hermoso e inocente que me llena de satisfacción, pero los lectores saben bien que yo no le corregí, solo le expuse mis dudas respecto de ciertas cuestiones ya olvidadas.
Yo también quiero felicitarle por ese 350 apunte y todo lo que ello supone de constancia, superación y esfuerzo. Y le animo a que continúe, ya jubilado y con más tiempo libre, a que nunca deje de hacer lo que hace, sus lectores desean seguir contando con sus cultos y bien organizados apuntes.
Un fuerte abrazo.
Mari Paz.