viernes, marzo 20, 2009



ERRE QUE ERRE

Se me planta delante Zalabardo y me reprende porque soy, dice, insistente hasta la saciedad (cosa que es verdad) y que puedo resultar cansino a los lectores (cosa que me temo que pueda ser cierta) si persisto en esta especie de cruzada contra los defensores de ciertas reformas que eviten el sexismo en el lenguaje. Deseo contraatacar y le replico: si ellos no ceden en su dale que te pego exigiendo cambios que van contra la natural fluencia y evolución de la lengua, ¿por qué no voy a poder yo machacar con mi argumento de que con ello no hacen sino sacar los pies del plato? La verdad es que comprendo las reticencias que, en ocasiones, tiene Zalabardo, porque siendo suya esta agenda y no siendo yo otra cosa que un usurpador, sucede, sin embargo, que entre los que leen estos apuntes hay quienes ante cualquier ocurrencia, desliz o salida más o menos de tono afirman: "Mira lo que se le ocurre decir aquí a Zalabardo", cuando el autor de dicha butade no es otro que yo mismo. Pero reconozco que Zalabardo sobrelleva bien todo esto y nunca me pone mala cara ni me lanza ningún reproche severo, cosa que le tengo que agradecer.

Toda esta introducción viene de que vuelvo a un tema trillado. El Grupo de Alto Nivel sobre la Igualdad de Género y Diversidad del Parlamento Europeo aprobó a mediados de febrero un Informe sobre el lenguaje no sexista en el Parlamento Europeo. ¿Por qué volver sobre el mismo tema? Lo siento, pero en dicho documento se recogen afirmaciones sobre las que creo que vale la pena meditar, como cuando, por ahí empiezan, intentan establecer la finalidad del lenguaje no sexista o neutral; según el documento es "evitar opciones léxicas que pueden interpretarse como sesgadas, discriminatoria o degradantes". Dos cuestiones, en principio, quiero destacar aquí: por un lado, que debe considerarse incorrecto hablar de lenguaje sexista o no sexista, porque lo más acertado sería hablar de uso sexista o no sexista del lenguaje, que es lo que en realidad se da. Insisto en mi tesis de que la culpa no está en el lenguaje, sino en la utilización que de él hagamos. Y por otro lado, algo que refuerza lo que digo: el propio documento deja entender que no es que haya opciones léxicas discriminatorias o degradantes, sino "que pueden interpretarse" como tales. Eso equivale a reconocer de modo implícito que el mal, en gran medida, está en nosotros mismos y no en el lenguaje, que es inocente.

Cuando el documento plantea cuestiones comunes a la mayoría de las lenguas, establece tres tipos de realizaciones lingüísticas. Las referidas al uso genérico del masculino, las referidas a los nombres de profesiones y cargos y las referidas a nombres, estado civil y tratamientos. Luego pasa a unas conclusiones y a unas orientaciones específicas para cada lengua, de las que a nosotros nos importan las referidas al español. El apartado más atendido es el del uso del masculino con valor genérico y los consejos que hay que atender para evitarlo. Aquí empiezan por reconocer (es casi lo único positivo que veo en el documento) que "las formas combinadas 'el/la usuario/a' se consideran generalmente torpes y difíciles de pronunciar", por lo que "deben evitarse". Al menos es algo. ¿Y qué consejos se dan? Me fijaré solo en dos, para no hacer esto muy largo, que pretenden evitar el uso del masculino con valor genérico. El primero: "Usar colectivos, perífrasis y construcciones metonímicas". Ejemplos que dan: no decir los andaluces, sino el pueblo andaluz; no decir los médicos, sino las personas que ejercen la medicina; no decir los directores o el presidente, sino la dirección o la presidencia. Y digo yo: con eso de el pueblo andaluz volvemos a encontrarnos con un masculino genérico, ¿o no?; con las personas que ejercen la medicina vamos contra uno de los principios básicos del lenguaje, la economía, o sea, que lo que pueda decirse con una palabra no se diga con cuatro; y con eso de la dirección pudiera ocurrir que, si deseo manifestar mi desacuerdo con las personas que han redactado el documento, giro larguísimo, y no debo decir los autores o los redactores, ¿qué digo, la autoría o la redacción?; ¿no convenís en que eso puede desvirtuar el sentido de mis palabras?

Segundo consejo: "Utilización de la forma pasiva, de estructuras con 'se' y formas no personales del verbo". Ejemplos ofrecidos: no debe decirse El solicitante debe presentar el formulario, sino El formulario debe ser presentado; como no debe decirse El juez dictará sentencia, sino Se dictará sentencia judicial. Pienso yo: ¿han tenido en cuenta la historia de la pasiva, que es forma de suyo rechazada en nuestra lengua? Tengo que pedir perdón por una pequeñita muestra de teoría sintáctica, pero la considero necesaria. El latín disponía de una conjugación pasiva (amor, 'soy amado') que no pasó a nuestra lengua. Esta conjugación se utilizaba cuando el hablante deseaba destacar el objeto y no el sujeto (en La policía detuvo a los ladrones, el sujeto es La policía y el objeto es los ladrones). Cuando nuestra lengua necesitó expresar una construcción pasiva, hubo de recurrir a una perífrasis con el verso ser (Los ladrones fueron detenidos por la policía). Como en tales construcciones interesaba el objeto, aunque no el sujeto, este tendía a desaparecer (Los ladrones fueron detenidos). Pero la lengua, de modo natural, tendía a la voz activa, no perifrástica, y como ya no había conciencia del sujeto, el objeto ocupaba su lugar y el correspondiente al elemento perdido se veía ocupado por una forma refleja se (Los ladrones se detuvieron). Cuando el primitivo objeto, ahora sujeto, era de persona, el resultado obtenido, según se ve, era ambiguo (¿se detuvieron ellos o alguien los detuvo?); solución: el objeto recuperaba su primitiva función, con preposición a; ante la falta de sujeto, se usaba una forma se impersonal y el verbo adoptaba una forma singular (Se detuvo a los ladrones). Esto, por supuesto, hay que pensarlo como un proceso largo en el tiempo (expuesto aquí de manera muy somera), que explica el origen de la construcción impersonal refleja en nuestra lengua. ¿Tantos siglos luchando la lengua de modo natural contra la pasiva para que ahora el Parlamento Europeo nos la imponga por decreto en detrimento de un 'discriminatorio y degradante' (¿por qué y según quién?) masculino genérico?

Si no fuera porque esto es largo ya en demasía (por lo que pido perdón), seguiría presentado argumentos a cual más absurdo. Por ejemplo: ¿por qué en lugar de las modelos o los modelos no decimos las personas que pasean su palmito por las pasarelas mostrando las nuevas tendencias de las modas o, por qué no, la saga novelesca de Emile Zola Los Rougon-Macquart pasamos a titularla, para suprimir ese denigrante Los genérico, Las personas que integran la familia originada en el casamiento de Adèle Fouque con, primero, el jardinero Rougon y, luego, cuando enviuda, con el contrabandista y vagabundo Macquart, y así hasta el infinito porque a eso nos puede llevar el dichoso documento? Zalabardo intenta que mis dedos no sigan aporreando las teclas porque dice que comienzo a desbarrar. A lo mejor tiene razón. Así que hasta el próximo apunte.

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