Me vais a permitir que inicie este apunte con una cita algo extensa de Benito Jerónimo Feijoo perteneciente a su Teatro crítico universal, publicado en ocho volúmenes entre los años 1726 y 1739. Dice así: Siempre la moda fue la moda. Quiero decir que siempre el mundo fue inclinado a los nuevos usos. Esto lo lleva de suyo la misma naturaleza. Todo lo viejo fastidia. El tiempo todo lo destruye. A lo que no quita la vida, quita la gracia... Piensan algunos que la variación de las modas depende de que sucesivamente se ha refinado más el gusto, o la inventiva de los hombres cada día es más delicada. ¡Notable engaño! No agrada la moda nueva por mejor, sino por nueva. Aún dije demasiado. No agrada porque es nueva, sino porque se juzga que lo es y por lo común se juzga mal.
Le digo a Zalabardo que con el lenguaje pasa igual, que está muy sujeto a las modas y que hay mucha gente deseando que aparezca una nueva expresión, un nuevo modo de decir, para adoptarlo de inmediato, venga o no a cuento, sin reparar en si ese giro es más refinado o delicado y sin reparar, por supuesto, en si de verdad es una novedad.
Y hay muchos hablantes, por supuesto que no los más delicados, deseando hallar ocasión de soltar lo aprendido siquiera sea para intentar demostrar que están a la última. Eso ha pasado, por ejemplo, con ese feísimo como superfluo en frases del tipo hoy me siento como muy satisfecho o la comida me ha salido como muy salada. No menos feísima es esa costumbre tan extendida de sustituir el fino y claro y contundente no para negar con el archisobado para nada.
En estos tiempos que corren, una de esas novedades es el giro tolerancia cero. ¿Qué se quiere decir con él? Por supuesto que todos lo entendemos: que no hay que mostrar ninguna tolerancia o que hay que ser abiertamente intolerantes con aquello a lo que aplicamos el giro. Por ejemplo, podríamos decir que debemos ser intolerantes con quienes destruyen el mobiliario urbano o con conductas tan ineducadas y chabacanas como la de ese que dice ser cantante y que responde al nombre de John Cobra anoche en tve1. Sin embargo, no es así y parece que lo que nos pide el cuerpo es decir que hemos de mostrar tolerancia cero con lo que sea.
Me surge esta crítica porque leía hace unos días en la prensa que un ministro italiano, hablando de un conflicto con inmigrantes, decía: aplicaremos tolerancia cero a quienes destruyen nuestras ciudades. Y, más cerca aún, oí la la expresión, creo, en boca del lehendakari López mientras permanecía pegado a la radio una noche de insomnio.
Y entonces decidí hacer una pequeña rebusca, en la que me ayudó, como siempre, Zalabardo. Y nos encontramos con lo siguiente: Existe en Valencia una fundación dedicada a luchar contra todo lo que sea discriminación y malos tratos que se llama Fundación Tolerancia Cero.
Radio Nacional tiene un programa con el que pretende combatir las desigualdades en todos los ámbitos y que se llama, faltaría más, Tolerancia cero.
En la prensa, y en días muy próximos unos de otros, hemos encontrado los siguientes titulares: Carnaval con tolerancia cero, para hablar del intento del alcalde de Río de Janeiro por evitar que la violencia empañe la imagen de la ciudad. Tolerancia cero con el ruido, para informar de los esfuerzos de la Policía Local de Madrid en su lucha contra los excesos de decibelios. Tolerancia cero con los pederastas, para hacer referencia a unas palabras del Papa contra los abusos sexuales a menores por parte de miembros de la Iglesia Católica. Y se podría haber seguido. ¿No es ya mucha tolerancia cero?
Hay, incluso, una canción con ese título y que interpreta alguien a quien no tengo el gusto de conocer: Moenia. Y, por fin, nos topamos con un apunte de una bitácora que llevaba este sorprendente título: Para los que viven haciéndonos preguntas obvias... ¡Tolerancia cero!
Oímos la expresión en boca de políticos, de economistas, de eclesiásticos, de locutores, por todo el mundo. Pero, mire usted por dónde, el susodicho giro no solo no es bonito, sino que ni siquiera es nuevo. Lo que da la razón a las palabras de Feijoo con que abríamos el apunte, que no es necesario que la moda sea nueva; basta con que se tenga la impresión de que lo es.
¿Y dónde y cuándo surgió esto de tolerancia cero? Pues ni más ni menos que hace treinta años, casi. Fue el Gobierno del presidente-actor Ronald Reagan el que puso en circulación un programa (llamado precisamente Zero Tolerance) con el que intentaba subrayar la total intolerancia de la política antidrogas de la administración americana. E incluso dudo de si será anterior.
Y algunos, todavía, creen que están descubriendo América cuando utilizan la expresión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario