viernes, febrero 05, 2010


VOCABULARIO DE SETENIL
¿No os ha ocurrido en ocasiones que, habiendo querido decir una cosa, os queda la impresión de haber dicho otra diferente? Eso me ha pasado a mí con respecto al último apunte. Yo quería decir, simplemente, que no es fácil confeccionar un vocabulario popular de una zona o población, no que sea imposible o que no se deba acometer tal tarea. Pero, al parecer, debí expresarme mal.
Le digo a Zalabardo que me ha quedado esa impresión después de leer el apunte de Rafa, de Setenil de las Bodegas, Dichos, palabras y palabrotas de Setenil (I) en su agenda Setenil rural (http://setenilrural.blogspot.com/). Y quería decir que la tarea es difícil porque la dificultad radica en poder delimitar bien la difusión territorial de cada término.
Quienes me siguen desde el comienzo de esta agenda saben que no me gusta, por respeto a sus autores, contestar a los comentarios que a ella se hacen. Salvo en contadas ocasiones, y creo que esta es una de ellas. El motivo no es otro que el de animar a Rafa, si me sigue leyendo, que eso es una presunción mía, a continuar con su investigación sobre las palabras de Setenil y no considere mi apunte anterior como el pozo en que se haya de hundir su gozo. Lo que yo pretendía era dar un pequeñito tirón de orejas a quienes se creen el ombligo del mundo en esto de la dialectología y de la geografía lingüística, a quienes piensan que aquello que se dice en Málaga, digo como ejemplo, no se dice en ningún otro lado.
No hay más que consultar la monumental obra que es el Atlas Lingüístico y Etnográfico de Andalucía, dirigida por Manuel Alvar y Antonio Llorente, para comprobar lo caprichosa que es el área de difusión de cada palabra en el territorio andaluz. Como me imagino que lo será en todos. Por ello es difícil arriesgarse a decir que un término es exclusivo de una zona y debemos estar siempre dispuestos a aceptar que pudiera ser compartido con otros lugares.
Y lo que en dicha obra se ve y lo que yo quería decir en el apunte anterior y en lo que llevo de este queda fielmente reflejado y demostrado en el acertado apunte de Rafa sobre el habla de su pueblo. Cita él tres palabras sobre las que me quiero centrar, con su permiso, para argumentar lo expuesto: bollano, tosco y aljofifa.
Sobre la primera, bollano, de la que él dice que significa 'piedra mediana, a ser posible caliza' no encuentro nada documentado, ni en el clásico estudio de Alcalá Venceslada ni en ninguno de los repertorios léxicos andaluces que poseo. No me extrañaría, pues, que sea una palabra propia y exclusiva de aquella zona.
Dice a continuación que en un pueblo vecino, Alcalá del Valle, que está a unos ocho kilómetros, a lo mismo se le llama tosco. Mire usted por dónde, esa es la palabra que en mi pueblo, Osuna, que está a unos sesenta kilómetros, se utiliza para designar a cualquier piedra, y para pedrada, se utiliza toscazo. Tosco no aparece en el DRAE, pero María Moliner recoge tosca, que define como 'piedra caliza ligera', y Manuel Seco incluye toscón, del que dice que es una 'piedra grande' y lo señala como regionalismo. Puede que sea, a lo que se ve, una palabra con cierta extensión en zonas de Andalucía.
Por último, tenemos aljofifa. Ya Rafa, en su apunte, deja claro que es un arabismo que estuvo más o menos generalizado, aunque su empleo se perdió. En mi pueblo, como en tantos otros de Andalucía, se decía jofifa, que con la aspiración quedaba más o menos en hofifa. Las había de dos tipos, la normal era el trapo con que se fregaba el suelo; pero, además, existía la hofifa de pita, que se obtenía machacando las hojas de la pita hasta que perdían toda su pulpa y quedaban reducidas a las fibras. Estas fibras, no sé por qué, eran preferidas al trapo común para el fregado de suelos.
¿Por qué se perdió la aljofifa? Pues porque un ingeniero aeronáutico español riojano, Manuel Jalón Corominas, basándose en las mopas que había visto en los Estados Unidos, inventó un artilugio consistente en unas tiras de tejido al que se le añadía un palo como el de las escobas y permitía fregar los suelos sin tener que arrodillarse. Eso fue, creo recordar, a finales de los años cincuenta. Había nacido la fregona, palabra que dejó de designar a la mujer que fregaba para señalar el objeto con que se fregaba. Lo malo, para su inventor, es que vendió la patente a una multinacional holandesa para poder dedicarse a otras investigaciones "más productivas".
Así que, Rafa, mucho ánimo y a seguir proporcionándonos palabras de Setenil de las Bodegas, bello pueblo en verdad. Yo, al menos, seguiré pendiente de Setenil rural a ver con qué nuevas palabras me encuentro.

1 comentario:

Rafael Vargas Villalón dijo...

Gracias Anastasio por las aclaraciones. Siempre que quieras puedes escribirme y aportar más datos.
seguiré entrando en tu blog

un saludo