SOBRE CAÑAS Y LANZAS
Parece que en el PP no están contentos si no andan continuamente a la greña. Las disputas y las rencillas, cuando se trata de luchar por el poder, son frecuentes en todos los partidos políticos, como también lo son en todos los colectivos, aunque se trate de una simple comunidad de vecinos en la que se juegue quién ha de ser vocal de portal. Pero, como digo al principio, se diría que en el PP el enfrentamiento entre correligionarios está más a la orden del día. Y no digamos si por medio se encuentra la sin par Esperanza Aguirre, que, cuando abre la boca, parece el león de la Metro de los rugidos que emite.
Hace ya días volvió a soltarse la melena, a lo leona de Castilla, cuando dijo (ignorante de que sus palabras estaban siendo grabadas) aquello de que se alegraba de haberle dado un puesto en Caja Madrid a IU quitándoselo al hijoputa. Todo el mundo entendió, aunque ella lo negara inmediatamente, que el hijoputa era Ruiz Gallardón. Pero, como digo, ella lo negó y, dos días después, se dijo que habían firmado la paz a la vista de que los sondeos cara a las próximas elecciones les son favorables. Pero Zalabardo no cree en ese armisticio y dice que lo que pasa es que, en ese pretendido juego de cañas que se traen, estas se les están convirtiendo en lanzas.
Hablamos de los dos gerifaltes madrileños, la presidenta de la Comunidad y el alcalde de la ciudad y de quién de los dos merece mayor credibilidad. Partiendo de que la verdad es que, a los políticos, yo les concedo poca, le digo a Zalabardo que, en todo caso, yo rompería una lanza en favor de Gallardón, siquiera sea porque en ese enfrentamiento parece el más débil de los dos y siempre tenemos la impresión de que Esperanza se lo va a merendar en un solo bocado.
A estas alturas del apunte, más de uno se habrá dado cuenta ya de que no pretendo construir ninguna crónica política ni, menos aún, rosa.
Y quien esto piense habrá adivinado también que lo que quiero hoy es comentar dos frases muy corrientes en nuestra lengua: volverse las cañas lanzas y romper una lanza (a favor de algo o de alguien). El significado creo que no presenta dificultades para nadie: la primera quiere aludir al hecho de que 'se torne hostil una situación antes grata o apacible'; por su parte, la segunda indica que 'alguien sale en defensa de algo o de alguien'.
Algo más complicado es explicar el origen de las expresiones. Ambas se remontan a la etapa medieval y tienen que ver con el mundo caballeresco y militar. Volverse las cañas lanzas tiene que ver con el juego de cañas. Covarrubias dice que 'es un juego de pelea de hombres a caballo. Este llaman juego troyano y se pretende haberlo traído a Italia Julio Ascanio'. Sin embargo, el Diccionario de Autoridades, de 1729, dice que es 'un juego o fiesta que introdujeron los moros [...]. Fórmase de diferentes cuadrillas, que ordinariamente son ocho [...]. El juego se ejecuta dividiéndose las cuadrillas, cuatro de una parte y cuatro de otra, y [...] forman una escaramuza [...] tomando cañas de la longitud de tres a cuatro varas [...]. La [cuadrilla] que empieza el juego corre la distancia de la plaza, tirando las cañas al aire y tomando la vuelta al galope para donde está la otra cuadrilla apostada, la cual la carga a carrera tendida y tira las cañas a los que iban cargados'.
Se entiende, pues, que, cuando lo que empieza siendo un juego se torna en veras, las cañas se sustituyen por lanzas.
La explicación de romper una lanza es algo más complicada porque hay dos interpretaciones. En una se dice que proviene de cuando en los duelos un caballero rompía una lanza para demostrar que defendía a otro; pero esa interpretación no la he visto documentada. En cambio, tanto Covarrubias como el Diccionario de Autoridades de 1734, dicen que quebrar una lanza 'vale empezar a tratar algún negocio y romper dificultades'. Se sobreentiende, creo yo, que las dificultades que se rompen son las que se ponen a alguien en cuya defensa salimos.
Y dicho esto, ya veremos en qué quedan las trifulcas de los peperos. Del despiste y desconcierto que los del PSOE se traen para ver cómo salir de la crisis que padecemos casi mejor es no hablar.
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