domingo, septiembre 01, 2013

BANCO DE PACIENCIA




           Cita Rodríguez Marín en uno de sus veintiún mil refranes no recogidos por el Refranero de Correas el que dice: con tiempo y esperanza, todo se alcanza. Zalabardo replica con tono desenfadado que él conoce uno menos remilgado que dice lo mismo: con tiempo y una caña, hasta el más verde se alcanza. Y me habla no sé qué de una caña y de la habilidad para coger todos los frutos de una higuera, estén verdes o maduros, aunque estén en la más alta rama. Su refrán apaga un tanto el orgullo que yo sentía por lo que siempre consideré un invento de mi padre, que utilizaba una larga caña modificada en uno de sus extremos para coger higos chumbos sin sufrir de sus molestas púas.
            Evoco estos refranes porque mi “holandés fantasma” va saliendo de las nieblas que lo ocultaban y, lentamente, empieza a cobrar cuerpo. Tanto, que ya estoy enfrascado en escribir la primera parte de la novela que entreveo tras su historia. El verano es mala época para encontrar a nadie en su sitio, pero, aun así, se va engrosando la nómina de personas a las que debo agradecer mis avances.
            José Francisco me habló de los trabajos cartográficos de Carrión de Mula, entre ellos un plano del puerto de Málaga de 1789. Julio Fernández Sánchez, del Museo Naval de Madrid, me facilitó una copia. El cabo Arturo Antón Delgado, de la sala de investigación del Órgano de Historia y Cultura Naval del Ministerio de Defensa me aclaró la duda que tenía acerca de dogre/drogue y me envió una imagen de este tipo de embarcación. Pedro Luque, funcionario de la Embajada Española en La Haya, me hizo saber que, aunque la Embajada de los Países Bajos en Madrid negaba que en Holanda existiese una ciudad llamada Pecla, o algo parecido, hay una que se llama Pekela. Sara Keijzer, de la biblioteca del Het Scheepvaarmuseum, de Ámsterdam, me lo confirmó, aparte de sugerirme que lo que en el expediente parece leerse comerciante Nicuun Schenda podría ser muy bien comerciante (de) Nieuwe Scheemda, que es una ciudad próxima. Y algo más importante, me adjuntó fotocopias de páginas de un cuaderno (reproducidas en un antiguo libro sobre la marina mercante holandesa) con anotaciones manuales en una de las cuales se puede leer fácilmente Goede Hoop (Buena Esperanza), Málaga, kaptain J. J. Wygens y un año, 1823. Allí tenía, por fin, mi barco y su capitán, así como su relación con Málaga. Además, añadía, en el ejemplar del De Amsterdamsche Courant del 27 de octubre de 1823 se puede leer un artículo que habla del naufragio de dicho buque en nuestras costas. No he localizado aún el texto, pero sigo buscándolo. Por fin, Le site officiel de la France me facilita el hallazgo de un plano de la ciudad y puerto de Sète de 1820 y la Oficina de Turismo de Languedoc-Roussillon me envía un detallado mapa de la región donde puedo ubicar los lugares de producción del vino que el Buena Esperanza transportaba.
            Cuando transcribía el expediente, dos detalles, entre otros, atrajeron inicialmente mi atención: el primero, que si en principio se hablaba de buque o barco de pronto se pasa a hablar casi de modo exclusivo de drogue. El segundo, que entre los restos del naufragio subastados había un banco de paciencia.
            Ambas cuestiones me han dado me han tenido ocupado. ¿Qué tipo de embarcación era un drogue? No aparecía por ninguna parte. Hasta que, al fin, en un diccionario de Núñez de Taboada, de 1825, encuentro que drogue me remite a dogre, término que sí recogen los diccionarios posteriores y los actuales. Una simple metátesis, me decía yo, del escribano (el mejor echa un borrón, según el refranero) que redactó el documento. Hasta que la carta del cabo Arturo Antón Delgado me permite conocer la definición recogida en el Diccionario Marítimo Español, de 1831: ‘embarcación grande holandesa que navega en los mares del Norte, y se emplea en la pesca del arenque […] En el uso común de nuestros marineros se dice generalmente drogue. O sea, que no hay error que valga.         
            ¿Y el banco de la paciencia? Confieso que yo conocía tan solo la locución estar en el banco de la paciencia, que el DRAE define como ‘estar aguantando o sufriendo alguna molestia’. También la búsqueda ha sido laboriosa. De hecho, el primer diccionario lo menciona, Esteban Terreros y Pardo, en 1786, dice que debe ser algo como el banco de Hipócrates, artilugio médico para tratamiento de lesiones óseas o como el banco de algunos coros, que disponen de unos añadidos que permiten simular que está de pie quien en realidad está sentado. No me convencía ninguna hipótesis. Además, creo que conocemos que el nombre de esos añadidos es misericordias. El ya citado diccionario de Núñez de Taboada (1825) pone en conexión la expresión con la terminología náutica: ‘banco que está en el alcázar de los navíos, delante del palo de mesana’. ¿Pero por qué se le llama así? Vicente Salvá, en 1846, repite la definición, aunque añadiendo en latín: scamnum ante puppis malum (banco que está delante del palo de popa). ¿Sería una definición extraída de algún texto latino? La búsqueda ha sido infructuosa. En fin, Ramón Joaquín Domínguez, en 1853, es el primero que define el banco de la paciencia con lo que dio lugar a la locución aún hoy empleada: ‘estar en el banco de la paciencia es estar apurado o ir a sufrir alguna grave molestia, como la que causa esperar mucho tiempo, el escuchar palabras duras, el desempeñar cargos terribles…’
            Pero la duda persiste; ¿por qué ese nombre? Pregunto a un allegado, Rafael, que ha sido marino profesional y me confiesa desconocer el término. Pero, cuando le aclaro lo que es, arriesga una explicación. Todo cuanto existe, me dice, tiene un nombre por una razón lógica. El banco de la paciencia debería ser el lugar donde los marinos esperaban la hora de su turno de guardia. No sé si tiene razón, pero ahí queda.
            Me doy cuenta ahora de que todo lo anterior pretendía ser antesala para decir que el lenguaje náutico ha dejado en la lengua común muchas expresiones que, a veces, ni imaginamos de dónde vienen. Y me proponía explicar, como ejemplos, a palo seco y ser un viva la Virgen. Pero me he alargado y habrá que dejarlo para otro día.

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