domingo, noviembre 17, 2013

NI GATO NI PERRO DE AQUELLA COLOR



            Sabido es que, cuando Zalabardo y yo nos ponemos a hablar, saltamos de un tema a otro sin que a ninguno de los dos nos preocupe el galimatías que en ocasiones organizamos. Le comentaba yo el otro día que tanto él como yo, por la edad, fuimos educados en un ambiente maniqueo en el que todo se reducía a determinar quiénes eran los buenos y quiénes los malos. Pero Zalabardo no estaba muy de acuerdo y respondía que siempre (bueno, él acostumbra a decir “toda la vida de Dios”) eso ha sido así y no solo nos afecta a nosotros, sino a toda la humanidad.
            Y empezó a darme ejemplos: Mira, decía, ya desde el Génesis, Eva es mala porque incita al pecado a Adán, que pasa a ser el bueno; Caín lo es por fratricida y hace que su hermano Abel sea el bueno. Así, hasta el infinito. Lo malo, añadía, es que contagiamos este maniqueísmo a cuanto nos rodea y ni el mismo lenguaje se libra de él y las palabras comienzan a cargar con nuestros prejuicios. Fíjate, si no, en algo tan neutro e inocente como los colores: si las cosas nos  van mal, todo lo vemos negro; si bien, la vida es de color rosa. A una persona mayor libidinosa la calificamos de viejo verde y si nos culpan de algo, nos ha caído un marrón. Vemos, pues, que hay colores buenos y colores malos. Incluso, añade, diría que algunos, por ejemplo el rojo, son de lo peor que hay.
            Le contesto que, dicho así, puede que tenga razón, pero que no acabo de entender eso del rojo. Entonces, va y me dice: ¿Te acuerdas de lo que me contabas el otro día sobre la anécdota que sacó a relucir Pepe García durante el desayuno? Claro que me acuerdo, le dije: era la historia de dos frailes, un dominico y un jesuita que estaban picados entre sí y no hacían en sus sermones más que lanzarse pullas. Aprovechándose de que el dominico era pelirrojo, queriendo humillarlo, un día bramó el jesuita: “Rubicundus erat Judas” (‘Judas era pelirrojo’). Enterado el dominico, respondió a la primera ocasión: “Et de societate Jesu” (‘Y de la compañía de Jesús’). Yo le dije, entonces, que creía que tal chascarrillo, si lo es, lo había leído en el Fray Gerundio del padre Isla. Pero, cuando he querido buscarlo, no lo encuentro y sí lo hallo en las Tradiciones peruanas (1877) de Ricardo Palma, que convierte en protagonistas al dominico padre Esteban Dávila y al jesuita fray Diego Angulo.
            Déjate de citas eruditas y vamos a lo que importa, me corta Zalabardo. Posiblemente recordarás el texto de El buscón, de Quevedo, en el que Pablos dice: era un clérigo  cerbatana, largo solo en el talle, una cabeza pequeña, pelo bermejo. No hay más que decir para quien sabe el refrán que dice, ni gato ni perro de aquella color.
            Como me empiezo a perder y no alcanzo a comprender dónde quiere ir a parar, se lo digo y él, con gesto entre condescendiente e irónico, me mira de arriba abajo, me contesta: Pues muy simple. Dime, ¿por qué ese rechazo del refrán al pelo rojo? Parecería que la anécdota de los frailes nos lo aclara. ¿Pero dónde se dice que Judas fuese pelirrojo? Sin embargo, las personas de cabello de este color arrastran el estigma de ser malvados y despreciables. ¿Y por qué?
            Como no lo sé, no le contesto, y él se envalentona y continúa: Tú siempre buscas la explicación de las cosas. Pues hoy lo he hecho yo. Y me encuentro, en primer lugar con que la palabra rufián, ‘persona sin honor, perversa y despreciable’, procede del latín rufus, ‘rojo’. Que se dice que Caín era pelirrojo, como lo era Esaú, el de las lentejas, Caifás o María Magdalena. Trato de averiguarlo y en la Biblia solo encuentro que se hable del color de pelo de Esaú (rojo, todo él peludo); nada de los demás. Imagino que lo de María Magdalena tiene su explicación, pues en Roma, las rameras solían llevar el cabello teñido de rojo, no sé si por obligación o  por simple costumbre.
            Pero es que esa aversión a los pelirrojos se remonta incluso a la cultura egipcia, y se dice que Seth, hermano de Osiris, lo era. Y más tarde en la Edad Media, se afirma que pelirrojos eran Mordred y Ganelón. Si te fijas, todos malos malísimos: Seth mató a su hermano y Mordred y Ganelón traicionaron, respectivamente, al rey Arturo y al valiente Roldán. O sea, a los buenos. ¿Eran de verdad pelirrojos todos estos individuos o es una invención de alguien? Si quieres averiguar qué hay por debajo de todo esto, puedes hacerlo, que a mí ya no me apetece.
            La verdad es que me ha dejado apabullado. Y, para no encontrar nada que pudiera desmentir lo que me argumenta, prefiero dejarlo todo así y aceptar cuanto me dice.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha encantado. Muy ilustrativo y divertido.

Anónimo dijo...

Docere et Delectare