sábado, octubre 31, 2020

EL DESPIDO IMPROCEDENTE DE USTED

         

 


           Salíamos del ambulatorio tras ponernos la vacuna contra la gripe, a nuestra edad cualquier precaución es poca y Zalabardo se mostraba cabizbajo, algo mohíno. Le pregunté qué le ocurría y me respondió: “¿Tú crees que se ha perdido el sentido del respeto?” Pensé que le preocupaba el lamentable espectáculo de los recientes rifirrafes parlamentarios, pero él iba por otro lado. Me dijo: “¿Has visto a la enfermera esa, tan jovencita que podría ser mi nieta? Ni me conoce de nada ni la conozco yo. Pero me ha despedido diciendo: Ea, ya estás listo. Hasta el año que viene”.

            Ahí comprendí su actitud. Zalabardo, como yo, pertenece a una época en que todavía se tenía una noción clara de qué diferencia hay entre y usted. A las personas que no conocíamos, a los mayores, a los profesores, al carnicero o al cartero nos dirigíamos usando usted. El lo dejábamos para los iguales en edad y condición, para los parientes cercanos, para una muy acusada familiaridad.

            Las formas de tratamiento, los pronombres con los que nos dirigimos a otra persona en función de la relación que pueda haber entre el emisor y el receptor presentan una historia curiosa; esa relación viene dada por el nivel de confianza, el grado de cercanía por familiaridad o edad, el nivel jerárquico, el sentido de respeto… En fin, muchos y variados son los factores que intervienen en la elección del tratamiento.

 


           La Gramática de la Academia habla inicialmente de trato de confianza y trato de respeto, aunque de manera inmediata da cuenta de que esta relación no siempre se aplica, pues hay casos de confianza en que se utiliza la forma de respeto, sobre todo entre personas mayores; dos jubilados que se ven frecuentemente en el parque o juegan al dominó todos los días puede que se llamen de usted. En cambio, son muchas las ocasiones en que alguien que no tiene ninguna confianza con nosotros; por ejemplo, el caso de la enfermera que ha dolido a Zalabardo, nos habla de .

            Por eso la Academia cambia las denominaciones anteriores y habla de trato simétrico y de trato asimétrico. El primero consiste en que emisor y receptor utilizan la misma forma; podríamos decir que es una manera de comunicarse entre iguales; lo mismo da que se utilice o usted. El trato asimétrico, en cambio, aparece cuando uno de los interlocutores utiliza la forma y el otro emplea usted; sería la forma propia de comunicación entre sujetos a los que separa la edad, la jerarquía, la ausencia de confianza, el respeto, etc.

            La evolución de las formas de tratamiento ha sido compleja a través de los siglos e intento explicársela a mi amigo, aunque le advierto que pienso solo en el modelo del español de España, pues si metemos en la charla el español americano hablar del voseo alargaría la exposición.

 


           Como siempre en nuestra lengua, hemos de partir de nuestra fuente materna. El latín solo disponía de tu para dirigirse a un individuo y de vos para referirse a varios, aunque, hacia el siglo IV, se observa que comienza a usarse como forma de respeto. En el español primitivo, el funcionamiento no fue muy uniforme, pero parece relativamente claro: se convirtió en el término no marcado (es decir, que puede servir indiferentemente para varios tratamientos) de la confianza. Atendiendo a los textos literarios de la Edad Media, vemos que se emplea para dirigirse a inferiores, mientras que se suele usar vos entre iguales. En el Libro de Buen Amor, el narrador se dirige a los posibles oyentes usando el tuteo: …del que olvidó la mujer te diré la fazaña…, pero cuando los personajes de la historia hablan entre sí, emplean el vos familiar; Pitas Payas dice a su esposa: …yo volo fer en vos una bona figuraDoña Endrina pregunta a la vieja Trotaconventos: …dezidme quál es ése o quién que vos tanto loades. Sin embargo, es curioso notar que, cuando se habla con la divinidad, se utiliza ; en el cuento de El clérigo y la flor, de Berceo, el fraile a quien se aparece la Virgen pregunta: ¿Qui eres que me fablas? Y en el Poema de Mío Cid, oímos la oración del caballero en los primeros versos: ¡Grado a ti, Señor, Padre que estás en alto!

            Sobre el siglo XV parece darse un desgaste de vos, que se ve sustituido por vuestra merced, que evolucionará hacia usted, como manifestación de trato respetuoso. Y para los siglos XVI y XVII, el sistema presentará los modos de uso que ya consideraríamos propios de la época moderna: para el trato familiar, para la confianza o para dirigirse a inferiores y usted queda reservado para indicar respeto. En el Lazarillo de Tormes, leemos este diálogo: , mozo, ¿has comido? A lo que contesta Lázaro: No, señor, que aún no eran dadas las ocho cuando con Vuestra Merced encontré.

            Le digo a Zalabardo que, desde vuestra merced hasta el moderno usted, hay una historia larga, no tanto en el tiempo como en los grados de evolución. Es curioso encontrar en un mismo texto del siglo XVII atribuido a Quevedo, el Entremés de Pan Durico, hasta diez formas diferentes de ese proceso evolutivo: vuesa merced, vuesarced, vuested, vuacé, uced, ucé, vuesasted, vusted, usted.

            El último estadio del proceso, cómo usted va desapareciendo y ve su lugar ocupado por , es inimaginable en los siglos XVIII y XIX; la confusión entre usted/ no se entiende más que si media un sentido e intención irónicos. Pero en el XX, de manera paulatina el tuteo va ocupando todo el espacio de lo que son las formas de tratamiento. Las causas parecen fáciles de explicar, aunque no sean del todo definitivas. La Academia, en su Gramática, cita algunas posibles: la aparición de movimientos políticos defensores de una conciencia igualitaria y de supresión de clases; el valor que las sociedades modernas conceden a la juventud, en contraste con el que se dispensaba en otras épocas a la madurez y la experiencia; y otra muy importante, la publicidad, que antepone las formas de confianza sobre las de respeto con el deseo de predisponer al oyente hacia un mayor acercamiento.



            Todo eso junto cala en los hablantes, que acaban viendo natural el y demasiado rígido el usted. De todas formas, todavía hay quienes consideran, si no ofensivo, sí inadecuado, el uso del tuteo de un cliente hacia el empleado de una tienda o el camarero que nos atiende; el de un sanitario hacia el paciente no habitual; el de los alumnos hacia sus profesores; el de cualquier persona hacia otra persona adulta a la que no se conoce o hacia cualquier profesional. Todo esto, le digo a Zalabardo, salvo en el caso de que los interpelados otorguen su consentimiento.

            Lo que ya nadie sabe es si, pensando en la evolución natural de la lengua, estamos asistiendo a un despido improcedente de usted, a un simple cambio semántico o a un paso en ese principio de economía que los lenguajes siempre buscan.

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