jueves, marzo 29, 2007

¿QUÉ QUEDA DE LA URBANIDAD?

Hace ya días que Zalabardo no cesa de hablarme de la urbanidad. Sí, esa virtud que nos hace ser comedidos, corteses, atentos, educados y cuidadosos con los buenos modales. Zalabardo y yo nos conocimos de pequeños y la primera vez que coincidimos íbamos los dos, allá en el pueblo, cada cual por su camino, hacia la panadería a comprar molletes para el desayuno antes de marchar hacia el instituto. En las mañanas frías del invierno no nos cruzábamos con muchas personas, pero nunca faltaba el saludo cortés, el deseo de buenos días hacia cualquier otro madrugador con quien topásemos.
En muchos pueblos se sigue conservando la sana y educada costumbre de saludar a los demás. "Buenos días", "buenas tardes", "vaya usted con Dios", son fórmulas que no cuestan nada y ayudan, sin embargo, a crear lazos entre personas que posiblemente no se vuelvan a ver más. En los paseos por el campo, los fines de semana, tal buena costumbre aún se puede percibir. Se pregunta hacia dónde se dirige un sendero, dónde acaba tal otro, por dónde se llega mejor a un destino, se desea a los demás que pasen buen día, se intercambia una sonrisa y se sigue la ruta. Zalabardo me cuenta, también, cómo agradece la deferencia de muchas cajeras de supermercados que, tras una larga jornada de trabajo, aún siguen recibiendo a un nuevo cliente con una sonrisa y un delicado saludo; y dice que él se lo devuelve de buena gana y les desea que tengan una jornada sin incidentes.
En cambio, en las ciudades parece que todo esto se va perdiendo. Nos cruzamos con los vecinos en las escaleras de la casa, en el portal, subimos o bajamos en el ascensor y no pronunciamos una sola palabra; provoca sonrojo ver cuántos vecinos se pasan incluso años sin dirigirse la palabra. Como si nos fueran a cobrar por ello. Como si fuésemos a perder algo muy preciado por emitir una palabra amable.
Pasa también en el trabajo. Y se lo contaba ayer mismo, durante el desayuno, a Javier. Cuando Zalabardo me lo decía, me costaba trabajo creer sus palabras. Pero he estado unos días haciendo la prueba y el resultado no ha podido ser más descorazonador. Hay compañeros que llegan a la sala de profesores, a comienzo de la jornada, y no dicen ni buenos días, ni un simple hola. Te cruzas en los pasillos con alguien y no te devuelve el saludo. Otras veces, lo que pasa es que entra alguien, saluda, y nadie le corresponde. Esta misma mañana pasó esto último que digo con Reyes, a cuyo saludo y sonrisa correspondimos igual que si no existiera, es decir, que no correspondimos.
¿Qué nos pasa?, pregunto a Zalabardo. Me contesta que quizá se estén perdiendo las buenas costumbres y se vayan instalando otras no tan buenas. Que ya no se valora aquella materia que teníamos en nuestra época, en el colegio, que se llamaba Reglas de Urbanidad y en la que se nos enseñaba a saludar y a corresponder al saludo, a ceder el paso en las entradas y en las aceras, a escuchar a los demás, a ceder los asientos preferentes a los mayores, a tender una mano a quien la necesite. Cosas así, aparentemente tan sin importancia, pero que crean buenas vibraciones entre las personas.
Me contesta, en fin, que las buenas costumbres, lo que siempre se llamó buena educación, va dejando paso a costumbres no tan buenas, a una especie de mala educación que lo que tiende no es lazos de unión entre las personas sino alambres de espino que nos hacen rehuirnos unos a otros como si cada uno corriese el peligro de convertirse en una mala influencia para los demás. Después de todo, deberíamos pensar, sonreír no cuesta demasiado.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Si saludar costase dinero algunos serían auténticos ahorradores. ¿Pero qué hacer ante situaciones como la vivida por nuestra compañera? Pues seguir insistiendo: saludar, saludar y saludar, alto y claro, y si al menos obtenemos aunque sea un solo "buenos días", pues habrá merecido la pena.
J.A.G.

Anónimo dijo...

Por alusiones.
Yo sigo saludando y sonriendo que es lo mejor que se puede hacer por las mañanas, por las tardes y por las noches. Algunos días me contesta la gente y otros días no. Yo pienso que están tan metidos en sus pensamientos que no se dan cuenta del mundo que les rodea. A mí me pasa a veces y cuando me doy cuenta (porque el subconsciente está ahí atento siempre por lo visto) reacciono. Tarde, pero lo hago.
Vivimos demasiado deprisa para pararnos en las cosas... Hay que aprender a pararse y escuchar.
Reyes.
PD.- Buenas noches ;)

Anónimo dijo...

Se aprecia una gran sensibilidad por las buenas normas de urbanidad, la buena educación y el buen trato hacia los demás. Esto que comentamos no es solo urbanidad es, más que nada, humanidad. Pero es lamentable que la olvidemos con frecuencia.
Leer este post nos estimula a cuidar más estos detalles. Ahora entiendo mejor a un amigo que me suele decir que cuando se indispone con alguien que conoce puede llegar a retirarle la palabra, si la cosa ha sido grave, pero nunca el saludo porque es inhumano y algún día, gracias al saludo, puede volver de nuevo la relación; en cambio, roto el saludo, será difícil que vuelva haber contacto verbal.
Sin embargo, hay un problema de fondo que puede estar generando mucho mal a las relaciones humanas: ciertas películas, telenovelas, telefilms, etc. que parecen potenciar el daño a los demás, la violencia, los malos comportamientos, la mala educación, en suma, y hasta la presentan como más divertida y se quedan tan panchos. No deberíamos consumir este tipo de cine o series de TV.
SC