martes, marzo 06, 2007

SE ACABÓ EL COLEGUISMO

Me pregunta Zalabardo si a estas alturas, a poco menos de tres meses de que se celebren las elecciones municipales y autonómicas, alguien desconocerá que el anteproyecto de programa del PSOE contempla, aparte de otras muchas cosas, la presencia de un agente de la policía local en cada centro escolar. ¡Qué lejos estamos de aquella experiencia que se conoció con el nombre de Summerhill! Le pregunto yo a mi vez a Zalabardo si sabe qué es eso de Summerhill y se sulfura tan solo de que yo lo ponga en duda. Summerhill fue una experiencia escolar británica iniciada por Alexander S. Neill allá por 1921 que aquí conocimos, y algunos quisieron aplicar sus criterios, en torno a 1980. Summerhill basaba su teoría de enseñanza en libertad sobre dos supuestos básicos: la asistencia a clase y la elección de asignaturas debería obedecer a la libre asunción por parte de los alumnos y la escuela funcionaría mediante un sistema asambleario en el que todos, incluidos los propios alumnos, participaban en la confección de las normas; a esto habría que unir, claro está, la casi ausencia de medidas disciplinarias. ¿Debo decir que Summerhill fracasó?
Le digo a Zalabardo que, por aquellos días en que tantos enfrentamientos había entre defensores y detractores de aquel sistema, yo tildaba a este de coleguismo. En efecto, a muchos profesores se les caía la baba diciendo que había que romper las barreras profesor-alumno; que este debía ver en aquel a un amigo más, a un colega que estaba allí para echarles una mano. Se defendía la ecuación profesor = represor. Y se defendía también que era mejor que un alumno no entrase a clase a que lo hiciese sin motivación. Como los nuestros que en vez de en clase están en la puerta de la iglesia. Es preciso añadir que algunos aspectos de esta tesis tuvieron calado igualmente en las relaciones padres-hijos. ¿A cuántos padres hemos oído decir que ellos no son padres, sino amigos de sus hijos?
Debo decir que yo siempre defendí, frente a estas actitudes, que el profesor tiene que ser eso, profesor y el padre, padre. Ni uno ni otro podremos ser nunca amigos de nuestros alumnos o nuestros hijos. Ellos eligen libremente a sus amigos, y así debe ser, y lo cierto es que, entre estos, nosotros no tenemos cabida. Una cosa es el respeto mutuo, la comprensión, la experiencia, la disposición a tenderles una mano en cuanto necesiten y otra creer vanamente que podremos ser sus colegas. Ni por edad, ni por situación, ni por experiencia, ni por responsabilidad esto será posible. Y, por supuesto, el alumno difícilmente asumirá que se le exija un rendimiento. Eso va con la edad.
¿Adónde nos ha conducido este coleguismo? Lo estamos viendo a diario. Antes, a los profesores se les respetaba y se les valoraba por su función y dedicación. Hoy, estas se minusvaloran y a ellos se les agrede. No hablo ya de agresión física, que hay muchas maneras de agredir. ¿Adónde hemos llegado? En unos centros se han tenido que dictar normas sobre vestimenta; en otros, entre ellos el nuestro, se han prohibido los teléfonos móviles y los reproductores de música. Los profesores nos quejamos de falta de respeto. Las familias dicen que no pueden con sus hijos. Las administraciones escurren el bulto cada vez que pueden. Parece, en ocasiones, que se conjuga más el verbo prohibir que formar y educar. Y, lo último, un partido, da igual el que sea, pide votos a cambio de ofrecer presencia policial.
Me dice Zalabardo que, cuando él iba al instituto, los alumnos se ponían de pie, guardaban silencio cuando el profesor entraba en clase y se le hablaba de usted, del mismo modo que se cedía la acera o el asiento en los autobuses a las personas mayores. Hoy, por desgracia, hay profesores que temen el inicio de la jornada escolar y tiemblan tan solo al pensar cuántos conflictos tendrán que encarar cada día y de qué medios dispondrán para hacerles frente.
Parece que sí, que Summerhill y el coleguismo han pasado a mejor vida. Pero, no lo dudemos, nos han quedado sus daños colaterales, como gusta decir hoy.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Vamos a ver cómo se lleva eso de un policia local en cada centro escolar! Me imagino al policia deambulando por los pasillos de los colegios e institutos y a los chavales intentando hacerse coleguillas de él; o al revés, cuando el policía no pueda con los chavales (que procurarán tratarlo como el pito del sereno) intentando con desesperación ganarse su respeto. ¿Y a quién va a acudir el policía cuando no logre controlar el ambiente?
Cualquier cosa vale con tal de ganar votos.
SC