RESPETOS GUARDAN RESPETOS
Es cosa sabida, por mucho repetida, que los refranes son ejemplos y modelos de vida. O que, me corrige de inmediato Zalabardo, al menos debieran serlo. ¿Tú no crees que lo sean?, le pregunto. Yo creo, me responde, que los refranes surgieron de la vida, lo que es un poco lo contrario de lo que tú decías. Que tras observar determinados comportamientos, alguien los convierte en refrán o sentencia que recuerde a los hombres la bondad o conveniencia de tales comportamientos. A quien madruga Dios le ayuda, por ejemplo, no es sino la conclusión a la que se llega tras haber vivido la experiencia de que más se consigue mediante una actitud diligente que no con otra negligente a la hora de actuar.
Pretendo hacerle ver que lo mismo da que el refrán sea anterior o posterior a la experiencia vital si, al final, coincidimos en la estrecha relación que hay entre el uno y la otra.
Pero él no parece estar muy de acuerdo. Lo que yo quiero decir, me responde, es que hubo un tiempo en que considerábamos positivas determinadas conductas y, entonces, tendíamos a institucionalizarlas mediante la creación de un refrán que nos las recordaba continuamente.
Como no sé adónde quiere ir a parar, le solicito que sea más explícito, y él sigue hablando: Yo quiero llegar a que desde hace bastante tiempo se han perdido muchos valores o están en trance de perderse y no hay refrán que los pueda recuperar. Por ejemplo, el respeto a cuantos se mueven en nuestro entorno. Fíjate en el refrán que abre este apunte, respetos guardan respetos, o en aquel otro mucho más extendido que habla de que para los gustos se hicieron los colores. El primero establece que la conducta que guardemos será la que justifique la conducta de los demás frente a nosotros, que para recibir respeto es preciso que seamos, a nuestra vez, respetuosos. Y el segundo habla, o así lo entiendo yo, de que es posible la igualdad aun sin unanimidad, de que, siendo diferentes, podemos ser todos iguales, de que no existe el pensamiento único, sino que lo usual y esperable, y a la vez elogiable, es que existan visiones diferentes del mundo sin que ello tenga que provocar choques.
Creo que Zalabardo me ha convencido y que ese valor del respeto a los demás es uno de los que están en grave riesgo de desaparición, como sucede con algunas especies animales y vegetales. Duele oír las declaraciones de muchos políticos, los debates en el Parlamento, las tertulias en radios y televisiones, leer algunos editoriales y crónicas de prensa. Y digo que duele porque cada día muestran cómo vamos convirtiendo a nuestro adversario (etimológicamente, el que está frente a nosotros, en otro lado) en nuestro enemigo, que es algo muy diferente.
Y cada día esgrimimos menos argumentos, sino que lanzamos dardos afilados, cuando no envenenados; que no pretendemos convencer, sino derrotar. Pareciera que ahora lo que impera es aquel otro refrán que defiende que al enemigo ni agua. Le pregunto, algo desanimado, si cree que esto es siempre así. No siempre, ni en todas las ocasiones, me dice. Lo que digo es que cada día es más frecuente. Pero te pondré un ejemplo de que es posible el respeto a los otros, a sus personas y a sus ideas sin detrimento de ninguna clase.
Y me pone delante un libro que compramos hace poco tiempo por sugerencia de Pablo Cantos. Es el volumen Guerra en España, de Juan Ramón Jiménez. Me lo abre por una página que reproduce una de las muchas notas conservadas en la Sala Zenobia y Juan Ramón, de la Universidad de Puerto Rico. Va esta referida a una visita que el poeta moguereño rindió en 1954 al escritor estadounidense Ezra Pound, condenado como traidor a su patria por colaborar con Mussolini. Estaba internado en el hospital de St. Elizabeth, en Washington. Allí fue a visitarlo nuestro poeta y la visita se le criticó a causa de las ideas de Pound. Juan Ramón no contestó públicamente a esas críticas, pero dejó escrito en la nota en la que recogía su visita: Allí lo van a ver amigos suyos que no son fascistas y yo que detesto el fascismo. Si solo pudiéramos ver a los que piensan como nosotros, ¿a quién podríamos ver?
Me pregunta Zalabardo si cabe mayor respeto a los demás. Lo malo, añade, es que hay muchos que no entienden esa forma de respeto. Y yo no sé qué contestarle.
1 comentario:
Maestro Anastasio, es un orgullo para mí que la sugerencia de Guerra en España te haya sido tan grata, porque de libros así y de lectores como tú andamos ciertamente necesitados.
Un abrazo,
P. Cantos.
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