Nadie ignora que, desde hace un tiempo por desgracia ya dilatado, los profesores sufrimos un gran descrédito social. Parece como si se nos quisiera culpar de los males que padece el conjunto de la sociedad. Se nos acusa de trabajar poco, de no motivar suficientemente a los alumnos, de tener muchas vacaciones y de estar continuamente pidiendo aumento de sueldo. Creo que valdría la pena hacer un estudio comparativo con otras actividades y profesiones para dejar a cada uno en su lugar. En la creación de esta negativa imagen que arrastramos, la Administración tiene bastante culpa.
Pese a todo ello, el factor vocacional sigue estando entre los primeros cuando alguien elige dedicarse profesionalmente a la enseñanza. Hay tareas mejor remuneradas; hay profesiones mejor consideradas socialmente. Aun así, sigue habiendo quien quiere, por encima de todo, ser profesor. ¿Qué no todo es de color de rosa y hay profesores mejores y profesores no tan buenos? Sin duda, como en todas las profesiones. Como dice el refrán, en todas partes cuecen habas.
Comento con Zalabardo cómo, pese a lo que está cayendo en este mundo de la enseñanza, quedan todavía muchos docentes con ánimos suficientes para seguir adelante en la tarea, que no se conforman con cumplir dignamente con sus obligaciones y que continúan buscando procesos innovadores en el campo de la transmisión de los conocimientos, que no solo hay que tener habilidades como algunos teóricos de este campo pretenden. La labor de estas personas que decimos compensa con creces el desánimo de quienes, por razón de la edad o por otras circunstancias, se van dejando vencer por el ambiente que reina en muchos centros escolares, en los que cada vez se va imponiendo con mayor fuerza la tarea de mantener la disciplina del aula sobre la de enseñar.
Sobre esa gente animosa de la que hablo, a mi conocimiento ha llegado una experiencia novedosa, una más, que en cierto modo viene a dejar en evidencia el desánimo mencionado más arriba y ratifica otro aspecto igualmente citado, el de la existencia de profesores que, pese a todo, siguen adelante.
Hace ya tiempo, en un apunte de noviembre de 2006, se daba cuenta en esta misma agenda de un trabajo de la Fundación Latinitas, auspiciada por el Vaticano, que consistía en trasladar al latín todo el vocabulario de la vida moderna. La tarea culminó en un trabajo titulado Lexicon, Recentis Latinitatis, que se publicó en el año 2000 y que recogía hasta 50.000 términos de todo tipo. Aunque allí se dieron ejemplos suficientes, recojo aquí otros pocos (jazz, iazensis musica; bidé, ovata pelvis; láser, radius laserica; short, brevissima bracae; desodorante, foetoris delumentum, etc.)
Ahora me informa Zalabardo de que ha conocido la existencia de una asociación, Circulus Latinus Xerensis, integrada por profesores de latín, algunos ya jubilados, pero la mayoría en activo, de Jerez de la Frontera y de Puerto Real. Sus objetivos son muy semejantes a los de la fundación vaticana citada, verter a la lengua latina toda la realidad actual. Pero no se quedan ahí, pues, a la vez, algunos practican en sus clases una metodología distinta a la tradicional: enseñar el latín con la misma técnica que se utiliza para la enseñanza de las lenguas modernas. Se olvidan, solo un poco, de los tradicionales textos de César o de Salustio y practican con realidades más cercanas a la vida de los alumnos: como saludar, cómo presentarse, los días y las horas, las piezas de un automóvil, recetas de cocina, etc. Con esto, consiguen que sus alumnos entablen entre ellos conversaciones en latín y conozcan mejor el funcionamiento de dicha lengua.
Estos profesores disponen de su propia página web (www.xerensis.com) y de una bitácora en la que van dando cuenta de sus trabajos (http://xerensis.blogspot.com). También han colgado en You Tube algunos vídeos con experiencias: se puede encontrar una escena en una barbería (In tonstrina), una práctica conversacional entre alumnos (Cotidie 2) y una reunión del grupo con una puesta en común (Circulus latinus xerensis). Aconsejo a cualquiera que sea curioso que visite estos lugares y se forme su propia opinión.
Quienes siempre están dispuestos a criticar la labor de los profesores ignoran, las más de las veces, que este no es un grupo aislado, que hay más en todas las disciplinas, que esta tarea la suelen realizar fuera de sus horarios lectivos y, las más de las veces, restando tiempo a otras actividades que también podrían requerir su atención. Pero todo ello pocas veces es tenido en cuenta cuando se los critica.
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