…Y la natural tendencia de las
personas a someterse a ella según y cómo, me añade Zalabardo.
Hay una anécdota de mi vida de
profesor que difícilmente olvido y que suelo contar. Sería en torno a 1980 y daba
clases a alumnos del último curso de la secundaria. Trataba de explicarles
cuántos acontecimientos jalonaban el siglo xx
y explicaban que la novela tuviese que ser radicalmente diferente de la del xix. En un momento, tuve la impresión de
que lo que les comentaba y para mí resultaba tan natural, a ellos les sonaba a
chino. Me callé un momento y les pregunté: ¿Cómo es posible que no recordéis la
noche en que televisión nos mostró la llegada del hombre a la luna, la irrupción
del movimiento hippie, la primavera de Praga, el pontificado de Juan xxiii,
la revolución musical que representaron los Beatles…? Una chica me interrumpió y, con voz pausada e inocente,
me dijo: Profe, es que cuando sucedió todo eso de lo que usted habla nosotros
no habíamos nacido. Y tenía razón. No
reparé entonces en que los profesores sufrimos el hándicap de seguir cumpliendo
años mientras que nuestros alumnos tienen siempre la misma edad.
¿Por qué recuerdo esto ahora y qué
tiene que ver con el tema del apunte de hoy? A ver si soy capaz de explicarlo.
Zalabardo me ha recriminado que en el último apunte sobre el viaje a Galicia
adoptase cierto tono de reprobación (o eso le ha parecido) ante el hecho de que los gallegos no
conociesen el sentido y origen de los colores de su bandera. Y me lanzó un
afilado dardo: ¿crees que si haces esa pregunta a los andaluces obtendrías respuestas
más satisfactorias?
¿Y qué pinta en esto Galicia y su
bandera? ¿Cuántos andaluces saben la razón de los colores de la nuestra? Muchos
dirán que fue un invento de Blas Infante.
Y acertarán, en parte. Pero hay una larga historia detrás de esos colores,
ligados todos con la cultura árabe. El predominio se lo lleva el verde, color,
según se dice, del turbante del Profeta.
Pero, junto a él, no deben olvidarse el blanco, el rojo o el negro. Los omeyas
adoptaron el color blanco para sus estandartes frente al negro de los abasidas,
aunque posteriormente, el califato omeya adoptó el verde. El blanco era el
color de los almohades. Parece que la primera enseña blanca y verde ondeó en
Almería en el siglo xi, y el poeta
Abu Asbag Ibn Arqam habla de ello. Y
a finales del xii, una bandera con
los colores blanco y verde, en diagonal, ondeó en el alminar de la mezquita de
Sevilla para celebrar el triunfo de Alarcos. Pero, en el xiii, tras los pactos entre Muhammad i
de Granada y Fernando iii, el reino nazarí escogió una
enseña roja con una banda diagonal blanca. Y roja y blanca fue también la
enseña que poco después se impuso en Sevilla.
Como creo que estoy mareando demasiado con eso de los colores, doy un
salto. En 1919, la Asamblea Regionalista
de Córdoba, a propuesta de Blas
Infante, aprueba como bandera andaluza la formada por tres bandas
horizontales de igual anchura, verde, blanca y verde. Se inspiró en los colores
de omeyas y almohades, pero también en la bandera que enarbolaron las mujeres
del cantón de Casares Y no olvidemos que, en 1932, el Centro
de Estudios Andaluces quiso imponer, sin lograrlo, una de tres bandas, azul, blanca y verde. Y no quiero
entrar a hablar siquiera de la arbonaida.
¿Sabemos lo que es eso?
Ahora, pensando en lo que me dice
Zalabardo sobre mis palabras en torno a la
bandera de Galicia, debo reconocer que tal vez la razón esté de su parte
y yo me haya movido entre las mismas movedizas arenas de quienes observan los
defectos de los demás, si es que los tienen, sin oír siquiera sus argumentos y sin
reparar en los propios.
1 comentario:
Pensaba que ibas a estar de vacaciones todo el verano. Me alegro de que estés aquí.¿O no? (lo digo por tí)
Creo que: "mentalidad pueblerina y retrógrada" = CATETOS.¡Ojo, no todos! y con todo mi aprecio.
Perdona las faltas de ortografía (sobre todo tildes, puntos y comas) y un gran abrazo.
Javier.
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