sábado, agosto 17, 2013

LA TIRANÍA DE ALGUNOS SÍMBOLOS



            …Y la natural tendencia de las personas a someterse a ella según y cómo, me añade Zalabardo.
            Hay una anécdota de mi vida de profesor que difícilmente olvido y que suelo contar. Sería en torno a 1980 y daba clases a alumnos del último curso de la secundaria. Trataba de explicarles cuántos acontecimientos jalonaban el siglo xx y explicaban que la novela tuviese que ser radicalmente diferente de la del xix. En un momento, tuve la impresión de que lo que les comentaba y para mí resultaba tan natural, a ellos les sonaba a chino. Me callé un momento y les pregunté: ¿Cómo es posible que no recordéis la noche en que televisión nos mostró la llegada del hombre a la luna, la irrupción del movimiento hippie, la primavera de Praga, el pontificado de Juan xxiii, la revolución musical que representaron los Beatles…? Una chica me interrumpió y, con voz pausada e inocente, me dijo: Profe, es que cuando sucedió todo eso de lo que usted habla nosotros no  habíamos nacido. Y tenía razón. No reparé entonces en que los profesores sufrimos el hándicap de seguir cumpliendo años mientras que nuestros alumnos tienen siempre la misma edad.
            ¿Por qué recuerdo esto ahora y qué tiene que ver con el tema del apunte de hoy? A ver si soy capaz de explicarlo. Zalabardo me ha recriminado que en el último apunte sobre el viaje a Galicia adoptase cierto tono de reprobación (o eso le ha parecido)  ante el hecho de que los gallegos no conociesen el sentido y origen de los colores de su bandera. Y me lanzó un afilado dardo: ¿crees que si haces esa pregunta a los andaluces obtendrías respuestas más satisfactorias?

           No niego que me quedé pensando sus palabras. Y aún llegué a más: llegué a la conclusión de cómo, en determinados momentos, los símbolos ejercen una férrea y negativa tiranía sobre nosotros mientras, en otros momentos, mostramos una absoluta ignorancia respecto a los mismos. Ahora que comienza la liga de fútbol y estamos en plena efervescencia del fervor soberanista catalán, muchos juzgan con acritud que un equipo, el FC Barcelona, luzca una camiseta con los colores de la bandera catalana. Y se extiende como mancha de aceite un clamor popular contra el carácter separatista de tal decisión. Sabéis, estoy harto de repetirlo, que estoy en contra de cualquier tipo de nacionalismo, que los considero a todos muestra de mentalidad pueblerina y retrógrada. Y, por ello mismo pregunto, sin salirme del ámbito de los círculos futbolísticos, si esos que esgrimen esas actitudes anticatalanistas saben la razón de los colores que lucen un alto número de equipos de nuestra región. No voy a contar, pero lo puede hacer quien quiera, cuántos equipos de nuestra muestran en sus camisetas los colores verde, blanco, azul o rojo. Solo por dar alguna pista cito los más importantes: Betis, Córdoba, Sevilla, Almería, Granada, Huelva, Málaga… Valdría la pena preguntarse por qué.

          ¿Y qué pinta en esto Galicia y su bandera? ¿Cuántos andaluces saben la razón de los colores de la nuestra? Muchos dirán que fue un invento de Blas Infante. Y acertarán, en parte. Pero hay una larga historia detrás de esos colores, ligados todos con la cultura árabe. El predominio se lo lleva el verde, color, según se dice, del turbante del Profeta. Pero, junto a él, no deben olvidarse el blanco, el rojo o el negro. Los omeyas adoptaron el color blanco para sus estandartes frente al negro de los abasidas, aunque posteriormente, el califato omeya adoptó el verde. El blanco era el color de los almohades. Parece que la primera enseña blanca y verde ondeó en Almería en el siglo xi, y el poeta Abu Asbag Ibn Arqam habla de ello. Y a finales del xii, una bandera con los colores blanco y verde, en diagonal, ondeó en el alminar de la mezquita de Sevilla para celebrar el triunfo de Alarcos. Pero, en el xiii, tras los pactos entre Muhammad i de Granada y Fernando iii, el reino nazarí escogió una enseña roja con una banda diagonal blanca. Y roja y blanca fue también la enseña que poco después se impuso en Sevilla.

            Como creo que estoy mareando  demasiado con eso de los colores, doy un salto. En 1919, la Asamblea Regionalista de Córdoba, a propuesta de Blas Infante, aprueba como bandera andaluza la formada por tres bandas horizontales de igual anchura, verde, blanca y verde. Se inspiró en los colores de omeyas y almohades, pero también en la bandera que enarbolaron las mujeres del cantón de Casares Y no olvidemos que, en 1932, el  Centro de Estudios Andaluces quiso imponer, sin lograrlo, una de tres  bandas, azul, blanca y verde. Y no quiero entrar a hablar siquiera de la arbonaida. ¿Sabemos lo que es eso?

           ¿Reconocemos el valor simbólico de los colores citados al ver sobre el campo a nuestros equipos de fútbol? Y una pregunta para quienes tildan a otros de independentistas y soberanistas (recordad eso de la paja en ojo ajeno y la viga en el propio): ¿quién de nosotros recuerda los episodios dramáticos (eran los albores de nuestra recién recuperada democracia) en los que, durante una manifestación en pro de la autonomía, murió el joven José Manuel García Caparrós? Por aquellos tiempos, la boca se nos llenaba diciendo que queríamos ser como el País Vasco y como Cataluña.
            Ahora, pensando en lo que me dice Zalabardo sobre mis palabras en torno a la  bandera de Galicia, debo reconocer que tal vez la razón esté de su parte y yo me haya movido entre las mismas movedizas arenas de quienes observan los defectos de los demás, si es que los tienen, sin oír siquiera sus argumentos y sin reparar en los propios.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pensaba que ibas a estar de vacaciones todo el verano. Me alegro de que estés aquí.¿O no? (lo digo por tí)
Creo que: "mentalidad pueblerina y retrógrada" = CATETOS.¡Ojo, no todos! y con todo mi aprecio.
Perdona las faltas de ortografía (sobre todo tildes, puntos y comas) y un gran abrazo.
Javier.