domingo, marzo 03, 2019

NI CÁNOVAS, NI SAGASTA, NI CASTELAR…

Emilio Castelar

            Decía nuestro filósofo Emilio Lledó en unas recientes declaraciones, que la política, por lo general, está en manos de ignorantes. Es posible que lleve razón, aunque no me atrevo a asegurarlo. De lo que no me cabe duda, le digo a Zalabardo, es de que nuestros políticos carecen de aptitudes oratorias. No encontramos entre ellos un Sagasta, ni un Azaña, ni un Castelar, ni un Cánovas… Lamentablemente, ninguno de los políticos actuales resiste la comparación con aquellos.
            No sé, en verdad, quiénes fueron los últimos a quienes valía la pena escuchar, con independencia de las ideas que defendiesen. Hoy, ni oratoria fluida, ni carga argumental, encontramos en nuestro hemiciclo. Por no haber, ni siquiera vemos los rasgos de ingenio presentes en otras épocas. Hoy no se dan anécdotas como la de Cela, cuando lo reconvinieron por estar dormido: “No estoy dormido, señoría”, se defendió, “estoy durmiendo”; y cuando le contestaron que era lo mismo, dijo: “Ni mucho menos; ¿o acaso es igual estar jodido que estar jodiendo?”. En estos tiempos, más de gresca y bronca, cuando no de aburrimiento, a nuestros políticos se los recuerda más por sus deslices, por declaraciones infortunadas.

J. M. Aznar
            ¿Quién recuerda al que fue ministro de Trabajo, Sanidad y Seguridad Social, Jesús Sancho Rof por algo distinto a aquellas declaraciones de 1981, cuando la grave contaminación por aceite de colza adulterado, en las que afirmaba que todo se trataba de un episodio de gripe causado por un bichito del que ya tenemos nombre y primer apellido y nos falta solo el segundo; pero es tan pequeño que, si se cae de la mesa, se mata. Más cerca en el tiempo, en 2002, Mariano Rajoy, a la sazón ministro del gobierno de Aznar, declaraba al periódico La Voz de Galicia, a propósito de otra gran tragedia, la del Prestige, que todo estaba controlado y del buque hundido solo salen unos pequeños hilitos que parecen plastilina. Aquellos hilitos fueron una fuga de más de 50000 toneladas de fuel que provocaron una inmensa marea negra en costas de Galicia y Portugal. Y el propio Aznar nos dejó de piedra cuando confesó que, en familia, hablo en catalán.
 
Bibiana Aído
          
Pero parece que a nuestros políticos les atrae más darse a conocer por una palabra. ¿Para qué una idea, una frase, un argumento, si una palabra puede definirlos con toda perfección? Hay quien dirá, incluso el mismo Zalabardo me lo insinúa, que pudiera haberse tratado de un simple desliz, de un desafortunado lapsus al que se le ha dado más importancia de la debida. Le contesto que un desliz es otra cosa. Por ejemplo, en una emisora de radio, no recuerdo en qué año, una locutora leía una información sobre moda y, en un momento dijo: Este año se llevarán los hombres desnudos. No sé si le habían escrito el texto ya con la errata o fue un fallo suyo en la lectura, pero eso es un desliz y, además, cómico.
 
J. L. Rodríguez Zapatero
          
Podría ser un desliz que el presidente Zapatero, mientras leía un discurso, porque a nuestros políticos, si no leen, les cuesta decir nada, dijese follar a los rusos en lugar de apoyar a los rusos. ¿Pero qué desliz, o comicidad, había cuando, mientras nos hundíamos en la más dura crisis conocida en muchos años, y de la que aún no hemos salido, se le ocurría decir, muy serio, que no había crisis, sino solamente desaceleración, que en economía significa crecer más lentamente? Pues menudo batacazo nos dimos.

 
Irene Montero
          
Pero lo que parece que de verdad ha dado juego y ha ayudado a mantener el recuerdo de algunos es la disputa acerca de la duplicidad del género en los discursos o la creación de femeninos que no se sostienen se miren por donde se miren. Creo que fue el lehendakari Ibarretxe quien inició la moda con la machaconería de decir los vascos y las vascas, pero no habría que olvidar casos más curiosos que ese. Carmen Romero, por ejemplo, inició la tendencia, en 1997, al hablar en un discurso de las jóvenas, y, al parecer, Lorena Ruiz-Cuesta la imitó en 2012. A Bibiana Aído se la recuerda por su famoso miembras, en 2008. Aquello llevó al presidente de la RAE a denunciar ese camino que, para ser consecuentes, “nos tendría que llevar a decir que los brazos son miembros, pero las piernas son miembras”. Irene Montero, en 2015, se inventó portavoza y, ahora en 2019, nos sale Dolores Delgado con la última perla, su denuncia de la “derecha trifálica”. Pero, entre nosotros, parece conducta difícil la de aceptar el error. Y como en aquel drama de Guillén de Castro en que, hablando de la necesidad de acertar a la hora de tomar decisiones, se aconsejaba, caso de errar, “defendella y no enmendalla”, la ministra ha negado que decir tricéfala fuese un error, y se reafirmó en que lo dijo conscientemente. En fin, si ella lo dice…
            Como se ve, digo a Zalabardo, en este muestrario caben representantes de todo el espectro político. Y eso que a algunos los hemos oído poco. Por si acaso, mejor será que continúen en silencio.

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