lunes, junio 04, 2007

ALMA MATER

Llevamos un tiempo en España revueltos con nuestra Universidad. Que un excesivo número de titulaciones, que si algunas apenas responden a la demanda de los universitarios, que si tenemos que adecuar las que hay a las del resto de la Unión Europea, que si lo que se nos va en cantidad se pierde en calidad y cosas por el estilo. En medio de ese batiburrillo, las quejas por la situación de la investigación en nuestro país y la poca atención y protección que se le ofrece. Hace unos días, la prensa recogía las quejas de varios investigadores españoles, lo que ya no es noticia, quienes sacaban a la luz algunas de las dificultades con las que han de lidiar en su quehacer. Uno de ellos se quejaba de que un investigador considerado entre los de mayor prestigio de su rama en el mundo tuviera que andar preocupándose por las cuestiones burocráticas y de administración, ya que de no hacerlo podría perder los fondos necesarios para sus estudios.
A otro de ellos, el paleontólogo Juan Luis Arsuaga, le han llovido críticas por una frase que, a mi corto entender, ha sido mal interpretada. Decía él que le gustaría entrar en un centro de investigación "y oír hablar en inglés, porque hay estudiosos extranjeros. Pero siempre se oye castellano." Frente a los que han pretendido entender un desprecio del castellano, yo quiero creer más bien que ha echado en falta que a nuestros centros no acudan investigadores extranjeros, lo que sería una señal de prestigio.
Me recuerda Zalabardo que las quejas por el estado de la Universidad española no son asunto del momento, sino que forman una larga estela a través del tiempo y que parece no tener solución. José Mª Blanco White (1775-1841), autor prerromántico nacido en Sevilla, que tuvo que exiliarse de España por sus ideas liberales y que se instaló en Inglaterra, pudiera ser una buena muestra de ello. Fue autor, entre otras cosas, de una obra magnífica, Cartas de España, que se editó inicialmente en inglés en 1882 y que no tuvo traducción a nuestra lengua ¡hasta 1972! Razón: se consideró antiespañolismo y anticatolicismo lo que no era más que una apasionada defensa de la tolerancia.
La obra, pese al tiempo, no ha perdido actualidad y está repleta de páginas sumamente interesantes sobre costumbres de la época y sobre cuestiones históricas y sociales. Me solicita Zalabardo que aluda especialmente a la carta tercera, dedicada en gran medida a analizar, partiendo de su personal experiencia, la formación intelectual y moral de los clérigos de aquel momento y, en general, de los universitarios. Escribe, por ejemplo: "Hasta 1770 las universidades españolas habían continuado en una situación digna del siglo XIII. En ese mismo año, el marqués de Roda, ministro favorito de Carlos III, les dio un nuevo plan de estudios que, aunque muy por debajo del nivel científico de los demás países de Europa, parecía reconocer al fin los progresos que el espíritu humano había hecho a partir del Renacimiento. Este plan prohíbe el estudio de la filosofía aristotélica e intenta introducir el sistema inductivo de Bacon [...] pero pocas son las universidades españolas que han alterado el viejo estatuto que obliga a los candidatos a sacar sus tesis de la lógica y física de Aristóteles y a pronunciar un discurso sobre un capítulo de cada una de ellas, dejando así sus lecciones en completo desacuerdo con los exámenes finales." ¿Tanta diferencia hay entre los sistemas pretéritos de valoración de los alumnos y los presentes?
Y sigue hablando de cómo para el ingreso en los colegios mayores, de los que dependían las universidades, se investigaba muy a fondo la limpieza de sangre del aspirante ("ni sea descendiente de judíos, moros, africanos, indios o guanches.") o cómo para ingresar en la Facultad de Artes no se necesitaban estudios medios y bastaba con demostrar que se sabía algo de latín y de aritmética. A decir verdad, para entrar en la Universidad de nuestros días tampoco se exige demasiado. Así nos va.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Exigir moderadamente los contenidos de una programación a los alumnos en los examenes parece equilibrado y razonable, incluso hacerlo sistemmaticamente una vez al mes (como tengo entendido que se hacia antes). Si los alumnos estudian y trabajan no tiene por qué haber desequilibrios academicos importantes, ni traumas ni ningun otro problema.Por ello esa frase que dices "A decir verdad, para entrar en la Universidad de nuestros días tampoco se exige demasiado. Así nos va", parece poner orden en la situacion actual pero no es conpartida por todos los profesores y "asi nos va".
El acceso por imperativo legal esta haciendo mucho daño, igual que el excerso de tanta informatica. Lo mismo se puede decir de no respetar el trabajo en clase y no tener solucion para aquellos casos conflictivos que dan por culo en clase todos los dias. El bachillerato debe tener un nivel y no deberia pasar nadie sin adquirirlo (eso seria dignificarlo); tampoco deberia pasar a selectividad alumnos que en principio no aprueban todas las asignaturas y se les pasa la mano con una, dos y mas suspensas. Esto es hacerles desgraciados y es hundir la enseñanza, las profesiones del futuro.
Los institutos públicos abusais de estas cosas, y eso que teneis solo 18 horas de clase. Y asi nos va. En la privada damos hasta 25 y no dejamos pasar alumnos con una o dos suspensas que luego se enteran y despotrican.
Saludos de Esperanza Núñez.

Anónimo dijo...

Si hablamos de los centro públicos generalizando, tal vez podríamos hablar de los privados de la misma forma: se dice que se inflan notas para mejorar la medias, se dice que los concertados ponen trabas para que sus alumnos no se mezclen con la chusma, mientras se pone la mano para chupar de la administración.
Supongo que habrá de todo y el problema no es tan simple como comparar leyendas educativas.
La sociedad en la que vivimos no premia el esfuerzo y la responsabilidad sino la vulgaridad y trampa.