Después de mucho pensarlo, Zalabardo inicia aquí la primera página de su agenda. Lo hace sin saber siquiera si alguien se tomará la molestia de leerlo y si alguien responderá alguna vez a sus planteamientos. Pero, de cualquier modo, lo hace sin estridencia, con humildad, con la duda de si no sería mejor callar en muchas de las ocasiones, no porque pueda herir a nadie, sino porque a lo mejor a nadie interesa lo que diga.
¿Y de qué hablará Zalabardo? No lo sé; de todo y de pocas cosas al mismo tiempo. ¿Qué le interesa a Zalabardo? Lo que a la mayoría de las personas: lo que ocurre en el mundo, la armonía entre las personas, que haya paz de una puñetera vez, todas esas cosas.
Y quiere hablar de todo ello sin dramatismos, sin adoptar posturas "ex cátedra", sin creer que ha descubierto el mundo, como suele hablar conmigo cuando, juntos, nos tomamos una cerveza para combatir el calor del verano. Poniendo en ello, si fuera preciso, un poquitín de humor.
Es posible que Zalabardo se equivoque muchas veces. A lo mejor debería hablar de lo que Israel está haciendo en Líbano y habla de las plagas de medusas en las playas; quizá quiera hablar del problema de los inmigrantes (no de la inmigración, que ese es problema de países desarrollados) y termine hablando de lo que le cobraron en un chiringuito de la playa.
Zalabardo quería empezar su agenda tratando una cuestión lingüística: ¿por qué en español no podemos decir "cancillera"? Le he sugerido que eso sería demasiado para el primer día y que lo mejor sería presentarse. Me ha hecho caso y dice que su siguiente nota abordará el asunto. Así que cerramos por hoy la agenda.
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