Ya estoy de vuelta. Zalabardo no deja de preguntarme cómo era aquello y solo quiere saber detalles. No sé si os lo dije, pero al final, él decidió quedarse aquí. Aprovecharé y os lo cuento a todos. Han sido unos días que han servido para cargar pilas y oxigenarse. No he visto televisión (bueno, anoche el partido Sevilla-Madrid sí lo vi junto a un grupo se sevillanos, sevillistas y béticos, en el hotel), ni he leído prensa. Por eso, después de unos días en comunión con la naturaleza, leer hoy que en la Amazonia se ha deforestado, desde 1970, una superficie equivalente a Francia y, en los últimos tres años, una superficie similar a la de Irlanda, me ha impresionado.
La Sierra Norte de Sevilla, el lugar donde he estado, es un bello espacio natural cubierto sobre todo por encinas, alcornoques, chaparros, coscojas y majuelos por donde agrada pasear. Hemos recorrido dos senderos, uno corto y otro algo más largo. El primer día, por la tarde, nada más llegar, anduvimos el tramo que hay desde el pueblo, Cazalla de la Sierra, hasta el santuario de la Virgen del Monte, patrona del lugar. Es un paseo corto, como digo (ocho kilómetros, ida y vuelta), que se anda con grado. Llegados allí, supimos que el santuario permanece siempre abierto y en su interior no cesa de sonar canto gregoriano. En el exterior hay una fuente de la que apenas mana agua. Sobre ella, en la roca, un mosaico de azulejos ofrece una imagen de la Virgen y, bajo ella, un campesino en tareas propias de su condición. Debajo de todo, un texto en el que se lee: Milagro qve hiço la Virjen Nvestra Sra del Monte. AÑO 1756. EL DÍA 20 DE ABRIL DE 1756, ESTANDO SALBADOR TEGEIRO ALLANANDO EN RISCO PARA HAZER PLASUELAS DESCRVBIO (sic) VNA FVENTE. Esta fuente debe ser el origen del santuario, pero aunque pregunté a personas que había por allí, poco me supieron contar. Si acaso, que las plasuelas son unos bancales que se hacen para poder cultivar en lugares en declive. Más tarde, imaginé que Risco puede ser el nombre del lugar, porque a pocos kilómetros de allí hay otra zona que se llama Risco Alto.
Al día siguiente recorrimos la vía verde de la Ribera del Huéznar, un antiguo trazado ferroviario que unía la estación de Cazalla-Constantina con las antiguas minas del Cerro del Hierro. Ha sido acondicionada como sendero y constituye un bello paseo con lugares en los que apetece parar para descansar, gozar de la naturaleza y reponer fuerzas con los bocadillos: Isla Margarita, las cascadas del Martinete, el nacimiento del Huéznar, en San Nicolás del Puerto, y, cómo no, el extraño y sorprendente paisaje del abandonado yacimiento del Cerro del Hierro. Quedan, frente a las ruinas decrépitas, algunas casas del antiguo poblado que aún están habitadas. Ayer, curiosamente, se festejaba Santa Bárbara, patrona de los mineros. Aunque la festividad es el 4 de diciembre, ellos celebran su romería el sábado siguiente: procesión, sardinada, carne de monte guisada, vino, música y baile. Todo allí, junto a las ruinas de las antiguas casas y a pocos metros de las nuevas.
Puedo ver en la cara de Zalabardo su desilusión por no haber estado allí. Pero habrá nuevas ocasiones. Y mañana recuperaremos los temas centrales de este cuaderno.
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