lunes, octubre 15, 2007


¿Y QUÉ CULPA NOS CABE?
Después de haber estado unos días campeando por tierras de la Sierra Norte sevillana, me encuentro a Zalabardo algo mohíno porque él ha debido quedarse por aquí durante el largo fin de semana, aunque estoy seguro de que no me guarda ningún rencor por ello. Le comento el efecto tan agradable que produce en el ánimo estar cuatro días separado de todo acontecimiento exterior, sin prensa, ni radio ni televisión, solo atento al canto de los pájaros en las enramadas o al murmullo del aire entre las copas y del agua entre las peñas.
En estos días que he faltado de aquí y hemos tenido cerrada la agenda, he podido observar cómo Zalabardo ha estado ordenando algunas fichas sobre erratas y despistes más o menos graves que habíamos estado recogiendo en los días previos a la marcha. Los ponemos sobre la mesa y comprobamos que, aunque la mayoría son de naturaleza ortográfica, no todos responden al mismo tipo, ya que algunos son de estilo o de construcción. También observamos que estos despistes se dan en todos los medios, pues las muestras han sido sacadas de programas de televisión, programas de radio, prensa escrita y prensa electrónica.
En cualquier caso, los errores no son peccata minuta, cosa de poca importancia, ni por el número, ni por el espacio de tiempo de recogida de la muestra, que fueron tan solo cuatro días. Ello nos debería obligar a reflexionar sobre las graves deficiencias que se dan en quienes lo normal sería una utilización del idioma no lacerante. ¿Y de quién es la culpa? Sería muy fácil y socorrido decir que es del sistema porque permite que los alumnos pasen de la primaria a la secundaria, y de esta al bachillerato y de este a la universidad con un nivel de conocimiento de la lengua tan ínfimo, lo cual, por otra parte, es verdad. Pero también es verdad que el sistema, pese a todas las tachas que queramos achacarle, lo aplicamos nosotros, los profesores, no solo los de lengua, sino los del conjunto de todas las materias. Por tanto deberíamos aceptar la parte alícuota de responsabilidad que nos pertenece. Si el sistema consagra que progresar adecuadamente no es alcanzar el nivel de conocimientos, procedimientos y actitudes considerados propios de una determinada etapa, sino lograr una simple mejoría, por ínfima que sea, respecto al punto de partida de los alumnos, en nuestras manos debería estar forzar la situación para que el grado de preparación alcanzado sea el apropiado y no el requerido por los políticos para maquillar sus estadísticas. Siempre sería mejor hacer repetir a un alumno no preparado que consentir su promoción al curso siguiente con hasta diez y catorce asignaturas negativamente calificadas. Sería un daño que busca producir un beneficio en lugar de conceder un beneficio que tiene como consecuencia un daño.
Y vamos con los errores hallados en, como digo, únicamente cuatro días: un presentador de un concurso de Telecinco le decía al concursante: *Tú todavía te quedan algunos segundos, sin reparar en que solo puede ser sujeto (que en la oración es algunos segundos) y que debería haber dicho a ti todavía te quedan... Claro que un comentarista de la COPE no se quedaba atrás y afirmaba tan ricamente que el presidente Zapatero *andó despierto en esa ocasión, sin notar que quien no anduvo despierto fue él, por desconocer que andar es un verbo irregular. En La Opinión se hablaba de la Alta Velocidad *férrea, en lugar de ferroviaria, que es lo adecuado, mientras que El País explicaba que se baraja la hipótesis de que la bomba se *halla activado... (¿cuántas veces les decimos que escriban que haya, de haber, es con h y con y?) y, en el mismo día, nos informaba de que la FIFA aplica unos *varemos... (¿de varar o de baremar?) Por fin, en elpais.com nos enterábamos de que Ronaldinho *a jugado un gran partido. ¿Será que el redactor no conoce el uso de a frente al de ha? Se me dirá que eso es imposible. ¿A qué se debe entonces tanto error? Alguien debería pensar sobre el asunto.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Está claro que gran parte de la responsabilidad es de los informáticos, que no programan bien el corrector ortográfico del Word ;-)
¿O quizás es que los escritores confían demasiado en el susodicho?
J. A. Garrido

Anónimo dijo...

O quizás es que, en realidad y por desgracia, para un gran número de lectores y periodistas la corrección lingüística y la ortografía es solo un problemilla sin importancia. A la mayoría seguramente lo que le preocupa es el contenido y como reflejo de ello se evidencia la relajación expresiva de la gente y la poca relevancia que la sociedad le da a dicha correción lingüística. No hay más que observar que los lectores no se fijan realmente en nada de esto ya que no es tema de conversación fuera de círculos docentes. Menos mal que tenemos al escritor y a Zalabardo poniendo los puntos sobre las íes.