miércoles, agosto 01, 2007



UNA CIUDAD AGRADECIDA (Buscando a Machado en Soria, 1)

"¡Oh,sí! Conmigo vais, campos de Soria" (A. Machado: Campos de Soria)


Ya estamos aquí. Después de una breve interrupción, regresamos con las pilas cargadas, tras el viaje que os anuncié a Soria al conmemorarse el centenario de su llegada a la ciudad. Me temo que los pocos que leían esta agenda se hayan olvidado ya de de ella.


Difícilmente se hallará una ciudad tan agradecida a un poeta que vivió en ella unos pocos años (llegó en 1907 y marchó de ella definitivamente en 1912), aunque también es verdad que pocos poetas se sintieron tan identificados con una ciudad, e hicieron tanto por ella, como Antonio Machado con Soria.


El espíritu, el nombre y los versos de Machado rezuman por todos los poros de Soria. Una fuente de nueva construcción se levanta en la plaza de Mariano Granados, delante mismo de la impresionante y bella Alameda de Cervantes, para recordar el centenario.


La más típica calle soriana, la que todos los días al atardecer llenan los sorianos, la calle de El Collado, muestra de balcón a balcón las luminosas reproducciones de sus versos. Las obras que se realizan en la ciudad se cubren con vallas que se ilustran con fotos de Machado y Leonor, con títulos de sus libros, con nombres de sus poemas y con poemas completos que pueden ser leídos por los viandantes.


Un grupo folk soriano, Zafra Folk, ha puesto música al texto de La tierra de Alvargonzález, cuya primera audición tuvo lugar en los días finales de julio en el claustro del monasterio templario de San Juan de Duero y pocos días después, para todos los sorianos, en la bellísima Plaza Mayor.


Hemos callejeado por todos los lugares machadianos: la pensión en que se alojó al llegar, el instituto, la casa de la calle Estudios donde vivió, el casino, la ermita y mirador de El Mirón, el paseo por las orillas del Duero, desde San Polo a San Saturio y cómo no, la iglesia de Nuestra Señora del Espino, donde contrajo matrimonio, y el cementerio adyacente en que reposan los restos de aquella dulce niña que se llamó Leonor. Se casaron en 1909 (ella tenía 15 años; él, 34) y murió tal día como hoy, el 1 de agosto de 1912, recién cumplidos los 18. Pregunto a una mujer: "Señora, ¿es este el cementerio del Espino?" Como en la ciudad deben estar ya acostumbrados, ella me responde con naturalidad: "Sí, en la ciudad no hay otro; y allí, en aquella esquina, está la tumba de la Leonor". En la lápida que cubre la fosa, bajo el nombre y las fechas de nacimiento y muerte, solo dice: "A Leonor, Antonio".


A Zalabardo solo ha dejado de gustarle una cosa. Ese olmo seco que han colocado en el atrio de Nuestra Señora del Espino en recuerdo de aquel otro que inspiró el bello poema que todos conocemos. Dice que es un pastiche que "canta" sobremanera, pero yo le digo que no es para tanto. que la intención es buena y eso es lo que debe prevalecer.


Pero la visita a Soria cubrió más objetivos. De todo ello hablaremos en siguientes anotaciones.

viernes, julio 13, 2007

Y AHORA, A DESCANSAR

Así es. Temporalmente, se cierra la agenda de Zalabardo porque nos salimos unos días de vacaciones fuera del ámbito cotidiano. Zalabardo, que veis que hace días que no aparece, se marchó por delante. Ahora, voy yo detrás. Este año hemos optado por, coincidiendo con que hace un siglo que Antonio Machado llegó a Soria, pasar unos días en aquella tierra, allí donde el Duero traza su curva de ballesta en torno a Soria.
Confiamos en ver las fuentes del Duero, subir a la Laguna Negra en busca de los fantasmas de Alvargonzález y sus hijos, coronar el pico de Urbión, seguir las huellas de los templarios por el Cañón del río Lobos, rastrear entre las piedras el eco de las voces de los juglares del Cid, el de San Esteban y el de Medinaceli.
Hasta agosto, por tanto, la agenda estará muda. A la vuelta, esperamos tener cosas que contar. Y mientras eso llega, un saludo para todos.

jueves, julio 12, 2007

LA CABEZA ACUSADORA

Madrid no es ciudad que albergue muchas leyendas o, al menos, las que tiene no son de gran antigüedad. Eso es debido, naturalmente, a su relativa modernidad. Sin embargo, aquellas que podemos situar en su suelo no dejan de tener interés, aunque a veces parecen sacadas del repertorio de un ciego romancista o de los pliegos de sucesos de los folletines del siglo XIX.
En la calle de la Cabeza, empotrada en la fachada de una casa, todavía se puede ver una cabeza de cordero tallada en piedra. La mayoría de la gente desconoce cuál sea la razón de ese aditamento de la pared, pero si preguntáis en alguno de los bares típicos o en las tiendecitas tradicionales que aún quedan por allí, os podrán contar la historia.
En el siglo XVI, siendo rey de España Nuestro Señor Don Felipe II, la zona de Atocha aún formaba parte de los arrabales de Madrid. En esa área, cerca de lo que hoy es la plaza de Tirso de Molina, discurre la calle que aún se llama de la Cabeza, aunque se desconoce con qué nombre se conocía antes del episodio que narramos.
En dicha calle habitaba un caballero dotado de una gran fortuna no solo en dinero, sino también en joyas y alhajas de todo tipo que había ido heredando de su familia. En el tiempo de que hablamos carecía de cualquier pariente conocido y él era ya mayor y se encontraba soltero, pues no había encontrado ninguna mujer que le apeteciese como esposa. Con él vivía en la casa un único sirviente que lo atendía en todo cuanto pudiese necesitar.
El criado abrigaba la secreta esperanza de que más tarde o más pronto parte de la riqueza de su señor pasaría a ser de su propiedad. Y es que, pensaba, por mucho que pudiese legar para fines de beneficencia, no cabía duda de que su fidelidad y servicio continuado habría de tener su recompensa. Y como la avaricia hace perder a los hombres el sentido, la simple idea de lo que confiaba recibir como premio se convirtió pronto en impaciencia y poco después en vivos deseos de que su señor muriese lo antes posible.
Hasta que un día, siendo ya poca su paciencia y mucha su codicia, determinó que lo mejor sería darle muerte por su propia mano aprovechando que los dos estaban solos en la casa y que el lugar estaba apartado y era adecuado para sus fines. Ni corto ni perezoso, una noche, mientras su señor dormía, el avaricioso criado, con un certero hachazo, lo degolló. Cogió cuanto dinero, alhajas y utensilios de oro y plata pudo cargar y desapareció de Madrid.
Adónde fue nadie lo supo, pero la cosa es que vivió de manera desahogada en un lugar donde nadie lo conocía. Algún tiempo después, tuvo necesidad de regresar a Madrid para resolver algunos asuntos de su interés, pero iba confiado porque pensaba que ya nadie lo reconocería y lo más seguro era que se hubiesen olvidado de aquel señor solitario, ya que no había persona que reclamase la resolución del misterio de su muerte.
Al pasar por una carnicería de la Plaza Mayor, se le ocurrió comprar una cabeza de cordero. El carnicero se la envolvió lo mejor que pudo, pero el malvado criado no se dio cuenta de que, pese a todo, la sangre que aún manaba de la cabeza había empapado el paquete y él iba dejando tras de sí un reguero de sangre por toda la calle. Dio la casualidad de que un alguacil reparó en lo que ocurría y se le acercó para preguntarle qué llevaba en aquel paquete. El criado respondió que una cabeza de carnero. El alguacil, desconfiado y curioso, le pidió que se la mostrara.
Cuando el infiel criado abrió el paquete, se llevó la desagradable y extraña sorpresa de que lo que apareció en el envoltorio era la cabeza ensangrentada de su señor. Estuvo el criado a punto de perder el sentido y no tardó mucho en confesar su fechoría. Fue juzgado y condenado a muerte y se le ajustició en la Plaza mayor. Los jueces decidieron, además, que se esculpiera en piedra una cabeza de carnero y se colocara en la fachada de la casa donde habitó el caballero asesinado. Desde entonces, a esa calle se le llama calle de la Cabeza.

miércoles, julio 11, 2007

PIRENE

Yendo desde Biescas hasta el Parque Nacional de Ordesa, hay que atravesar el puerto de Cotofablo, paso natural del valle de Tena a Sobrarbe. Coronado dicho puerto, es preciso atravesar el túnel del mismo nombre, que tiene una extensión de algo más de medio kilómetro y que, a quien no esté acostumbrado, impone por su estrechez. Según nos contarían después, se empezó a construir en 1935 y se terminó durante la guerra civil. Cuando uno asoma por el otro extremo, siente ganas de dar un suspiro hondo de alivio.
Ya bajando, antes de llegar al cruce donde se hace preciso optar por Broto, a la derecha, o por Torla, a la izquierda, puerta del Parque de Ordesa, se cruza una pequeña aldea cuyo nombre es Linás de Broto. Nos detuvimos unos instantes buscando un lugar que no encontramos donde tomar un pequeño refrigerio. Pero ya aprovechamos para pegar la hebra con unos cuantos hombres de edad madura cuya distracción, al parecer, era ver pasar los coches que se dirigían hacia el Parque.
En un momento de la charla, uno de ellos nos dijo: "Vosotros, los andaluces, y nosotros somos casi parientes, pues si a vosotros el gigante Hércules os dio el estrecho de Gibraltar, a nosotros nos dio los Pirineos". Ni que decir tiene que le pedimos que nos contara cómo había sido eso.
Pues verán ustedes, empezó; hace ya muchos siglos, ya digo que esto fue en época de Hércules, había en la Península Ibérica, entonces todavía no existía ni el nombre de España, un rey que tenía una hija que se llamaba Pirene. Era notoria la fama de bella y discreta de la joven Pirene entre todas las tribus del territorio, aunque ella se mostraba esquiva con cuantos la solicitaban en matrimonio. Allá en el sur, cerca de donde Hércules había abierto el paso entre el Mediterráneo y el Atlántico, reinaba un rey con fama de feroz e implacable. Se llamaba Girón o algo parecido y se caracterizaba porque, aun teniendo cuerpo de hombre, de sus hombros nacían tres cuellos como cuerpos de serpientes, cada uno de los cuales terminaba en una cabeza parecida a la de un perro.
Hasta él llegó la noticia de la belleza de Pirene y decidió hacerla su esposa. Así que reunió un elevado número de soldados y sirvientes y se dirigió hacia las tierras donde reinaba el padre de Pirene para transmitirle su deseo. Como la joven, según su costumbre, se opuso de manera terminante, Girón montó en cólera y determinó arrasar todas aquellas tierras. Pirene apenas si tuvo tiempo de huir lo más rápidamente que pudo y corrió hacia el norte, donde se refugió en un monte áspero y todo cubierto de matorral, cerca ya de las tierras de Francia, que tampoco se llamaba así por aquellos tiempos.
Contra lo que la joven deseaba, el cruel Girón no tardó en perseguirla para encontrar su rastro; pero anduvo días y días sin hallarla, debido a la gran cantidad de cuevas y los numerosos caminos que por allí había. Después de un tiempo de búsqueda infructuosa, el deseo de Girón se convirtió en odio irrefrenable hacia la dulce Pirene. Así que decidió prender fuego al lugar para que cualquiera que allí estuviese oculto muriese abrasado.
Por suerte, el gigante Hércules regresaba de realizar algunas de su aventuras y, al pasar por la zona, vio la gran humareda y oyó los gritos de la desdichada joven. Se dispuso a rescatarla del peligro que corría, mas solo pudo sacarla de allí agonizante; tanto que nada más depositarla en el suelo, Pirene falleció. Hércules se sintió conmovido por tan triste destino para una joven tan bella y gentil. Fue entonces cuando se le ocurrió levantar un monumento que acogiera sus restos y sirviera de eterno recordatorio. Con sus fuertes brazos fue escogiendo las más grandes de aquellas rocas chamuscadas por el incendio que provocara el malvado Girón. Las iba amontonando de la manera más artística de que fue capaz hasta formar con ellas una inmensa cordillera que discurría desde el Cantábrico hasta el Mediterráneo. Y en recuerdo del nombre de la bella Pirene, le puso a aquella barrera de rocas el nombre de Montes Pirineos.
Si lo que cuenta la historia no es verdad, al menos merece serlo. Cuando llegamos a Ordesa, mirábamos las cumbres con ojos diferentes, como si quisiéramos ver reflejada en ellas la belleza de Pirene, y nuestros oídos esperaban percibir a cada instante los ecos de su voz arrastrados por la brisa

martes, julio 10, 2007

UNA MISA POR EL DIABLO

Aínsa, l'Aínsa para sus moradores, es una villa oscense que merece la pena ser visitada. Nos encontrábamos en Jaca y alguien nos había hablado de la belleza de Aínsa. La distancia entre una y otra población es de unos 70 kilómetros, pero el viaje, que normalmente se hace en poco menos de una hora, nos llevó casi dos. No contábamos con una carretera en obras y las continuas detenciones. El calor del mes de julio ponía lo demás. Pero al fin llegamos. Situada al pie de la impresionante mole rocosa de la Peña Montañesa, ella misma colgada sobre rocas, Aínsa no era una villa medieval como nos habían asegurado. Aínsa era, confío en que siga siendo, la Edad Media hecha pueblo, una maravilla.
Nada más llegar, nos sentamos bajo los soportales de su plaza-mercado para reponernos del fatigoso viaje y refrescarnos con una espumosa cerveza. Hablando de la temperatura, apenas era media mañana, el amable camarero que nos atendía dijo: "Hoy va a hacer más calor que en la misa del diablo". Extrañados por tal comparación, le preguntamos qué era la tal misa. Nos contestó que era algo que se decía allí en el pueblo en recuerdo de una historia muy antigua. Naturalmente, le rogamos que nos contara la historia, si es que la sabía, y como todavía no había mucha clientela, no dudó en iniciar el relato.
Hace mucho tiempo, los antiguos dicen que en tiempos de las cruzadas, era costumbre en el pueblo que los caballeros se reunieran para salir a cazar. En una de estas cacerías participaba, como siempre, el conde de Artal, protagonista de la historia. El día era frío, no como hoy, y como la batida se estaba dando mal, el señor de Artal se separó del resto de los cazadores y se sentó a descansar resguardado por unas rocas. Pasado un rato, un ruido entre la maleza despertó su atención. Era un enorme jabalí que, al levantarse el conde, salió huyendo. El conde decidió perseguirlo. Corrieron entre las brañas, saltaron arroyos, subieron y bajaron montes hasta que, por fin, el señor de Artal pudo acorralarlo. Se disponía a acometerlo con su lanza cuando sucedió algo bien extraño. El jabalí, con voz ronca aunque no desprovista de atractivo, le dijo: "No me mates. Si me perdonas la vida, yo te recompensaré de un modo que no imaginas". Artal quedó de momento paralizado ante semejante prodigio. Pero, sin saber por qué, bajó su lanza y dejó que el jabalí escapara entre la maleza.
Se reunió con el resto de los monteros, aunque no dijo nada de lo sucedido. Como el día empezaba a decaer, regresaron al pueblo. Tampoco en su casa contó nada. Se sentó a cenar junto a su esposa, pero apenas si probó bocado. Cuando, tras la cena, la señora de Artal declaró que se iba a acostar, él alegó que no tenía sueño. Con una copa de licor en la mano, se sentó ante la chimenea y pronto se vio vencido por el sopor. Sería ya la media noche cuando un ruido de troncos que se movieron en la chimenea lo despertó. Pudo contemplar cómo las llamas se reavivaron e iluminaron todo el salón. Por fin las llamas se dividieron en dos y de su centro apareció alguien con figura de hombre. Se dirigió al caballero con estas palabras: "¿Sabes quién soy?" "Si vienes del fuego, no puedes ser otro que el diablo", respondió el señor de Artal. "Cierto. Y también soy aquel a quien has perdonado hoy la vida, por lo que vengo a cumplir la palabra dada de recompensarte. Has de saber que tu hijo, que marchó hace dos años a las cruzadas, regresará vivo porque yo cuidaré de él". Luego cogió unos tizones encendidos y los colocó encima de una mesa. A continuación, las llamas volvieron a abrirse y Satanás desapareció entre ellas. El caballero cayó de nuevo en un profundo sueño.
A la mañana siguiente, cuando todos los habitantes de la casa despertaron, el caballero vio cómo sobre la mesa había depositados cinco grandes lingotes de oro puro. La esposa, que entró en aquel momento en la sala, contó a su marido que había soñado con un ángel que le anunció que su hijo regresaría vivo de la guerra si erigían un templo en honor de la Virgen María. El caballero decidió entonces contar todo lo que le pasó en día anterior y la visión de la noche pasada. Después de mucho cavilar, ambos decidieron dedicar parte del oro recibido en construir la iglesia. Solo pusieron una única condición: que todos los años, por aquella misma fecha, en dicho templo se celebrara una misa para rogar por el demonio. A las autoridades eclesiásticas del lugar les pareció una monstruosidad, pero como ninguno de los señores daba su brazo a torcer, terminaron por ceder.
Lo que el camarero ya no supo decirnos es si se seguía oficiando esa misa y si el heredero de los señores de Artal, a quien parecían proteger tanto las fuerzas del cielo como las del infierno, regresó de las cruzadas.

lunes, julio 09, 2007

LAS XANAS

Subiendo desde León, a Asturias se puede entrar por una moderna autovía. Pero si lo que uno quiere es disfrutar de paisaje agreste y alegrar los ojos, se puede desviar unos cuantos kilómetros al oeste, entrar por el puerto Ventana y bajar encajonado por la garganta del Taberga. De esta forma, el viajero tendrá ocasión de hacer un primer recorrido a pie y fundirse con la naturaleza.
Poco después de atravesar Proaza, cerca de las tierras donde habita el oso, llegados a Villanueva de Santu Adrianu, podemos dejar el coche a un lado de la carretera y subir, no siguiendo por la carretera, sino adentrándonos en el Desfiladero de las Xanas, hasta el pueblecito de Pedroveya. No son sino unos pocos kilómetros, pero al final nos espera un buen reposo en Casa Genoveva, donde es posible probar una de las más gustosas fabadas de todo el principado. Y si logramos una de las mesas que están bajo el hórreo que se levanta delante de la casa, mientras alrededor cae un un casi imperceptible sirimiri, no hay más que hablar.
Así como Galicia está llena de meigas, Asturias está llena de xanas. Las xanas son ninfas que habitan las fuentes, las cuevas y los ríos. Todo el principado está inundado de leyendas sobre estos mágicos seres como la que os cuento ahora. Por esta tierra de la que os hablo se cuenta que, cuando llegaron los moros y casi sin encontrar resistencia se apoderaron de toda España menos las zonas montañosas del norte, hubo muchos reyes ineptos y grandes señores cobardes que para no ser molestados y tampoco hacerles frente, con el peligro de ser derrotados, firmaron alianzas humillantes con reyezuelos y caudillos mahometanos.
Uno de estos señores, de nombre Maurago, que vivía en Trubia, se comprometió a entregar cada año cincuenta de las más hermosas doncellas para engrosar los harenes de los infieles. Enterados los habitantes de la región de tan infamante acuerdo, antes de que los soldados de este gobernador pudieran iniciar su requisa, convencieron a algunas de las doncellas para que huyeran y se escondieran en el monte. Cuatro de ellas, logrando burlar todos los controles, encontraron refugio, después de andar tres o cuatro días, en una hoz abierta por un pequeño arroyo de aguas cantarinas que desaguaba en el Trubia.
Pero los soldados, que tenían espías por todas partes, se enteraron del escondite y no tardaron en internarse por el mismo desfiladero. Las jóvenes, sintiendo cerca el ruido de la tropa, se acongojaron. Entonces fue cuando se oyó una voz dulce y modulada como el silbo del aire entre los robles: "Si queréis ser mis xanas, nada os ocurrirá y seréis felices por toda la eternidad". "¿Qué hemos de hacer para convertirnos en xanas?", preguntó una de las jóvenes. "Basta con que bebáis un sorbo de mi agua". Así lo hicieron las cuatro doncellas. Cuando los soldados las encontraron y se dispusieron a apresarlas, ellas los miraron muy fijamente con sus ojos verdes y los soldados se convirtieron de inmediato en ovejas que se dispersaron por el monte.
Maurago, extrañado de que sus soldados no regresasen, envió otro contingente, pero les ocurrió lo mismo que a los primeros. Entonces, el gobernador tomó la decisión de reunir una tropa más extensa que las anteriores y ponerse él mismo a la cabeza para averiguar lo ocurrido. Cuando llegaron al lugar donde habitaban las cuatro xanas, comenzaron a gritar llamando a los soldados perdidos, pero nadie les respondía. Entonces las xanas decidieron dejarse ver, puesto que las xanas, por lo común, son invisibles. Maurago se dirigió a ellas: "Decidme, xanas, ¿qué ha pasado con los soldados que he enviado por estas tierras?" "¿Qué soldados dices, señor? Aquí no hay más que ovejas". Y así era en realidad, como bien podía comprobar el enfadado señor, que continuó en tono amenazador: "Si no queréis contestarme, haré que los soldados que me acompañan arrasen estos lugares". "¿De qué soldados hablas?", dijeron ellas. "¿No te hemos dicho que aquí no hay otra cosa que ovejas?" Y Maurago, volviendo la mirada hacia atrás, comprobó cómo tenían razón y se halló a sí mismo vestido pobremente como un pastor.
Comprendió entonces el error cometido y rogó a las xanas que deshicieran el encanto. Ellas le dijeron que en sus manos estaba conseguirlo. Que bastaba romper el tratado que había firmado con los moros y hacerles la guerra en lugar de someterse a ellos. Maurago juró que así lo haría. En el preciso instante, todos los soldados volvieron a su ser primitivo y él a vestir sus galas habituales. Y como había jurado, rompió el infamante tratado y se unió con el resto de los señores y tropas que dieron inicio a la reconquista de España.

viernes, julio 06, 2007

LA BARQUERA

Estábamos en Porrúa, pequeño pueblo asturiano, con escasamente 150 habitantes, situado entre el mar y la montaña, a unos cinco kilómetros de Llanes, municipio del que depende, y a dos escasos de la playa más cercana, Celorio. Era la Virgen del Carmen y habíamos decidido ir a pasar la tarde en San Vicente de la Barquera, que celebraba fiestas. San Vicente se encuentra a unos cuarenta kilómetros de Porrúa, o algo menos, ya en tierras de Cantabria. Llegamos temprano y, por hacer tiempo, nos fuimos a la ría a pescar un poco, pues a mis hijos siempre les gustó llevar con nosotros los aparejos de pesca.
Junto a la baranda del puente que cruza la ría y las que bordean el paseo sobre la misma ría, se sitúan todos los días, en las horas de la marea alta, innumerable cantidad de pescadores que lanzan sus cañas en espera de las deseadas presas. Pero la mayoría de ellos acude más atraída por la posibilidad de echar un rato de conversación que por la importancia de las capturas.
Con uno de ellos nos pusimos a hablar y nos hizo casi darle nuestra filiación completa: de dónde éramos, dónde parábamos, cuántos días pensábamos estar, qué nos parecía el pueblo y todas esas cosas por las que los aborígenes sienten curiosidad respecto a los foráneos. "Pues yo una vez estuve en Málaga...", nos decía y a continuación nos daba cuenta de cómo le había ido por aquí abajo. En un momento de la charla hice la pregunta que mucha gente debería hacer y que él posiblemente estuviera esperando: ¿Por qué se llama este pueblo San Vicente de la Barquera?" Como un rayo respondió: "¡Por la Virgen! ¿No han visto ustedes la Virgen que hay en la entrada del puerto?"
Y ese fue el detonante para contar la historia que ahora reproduzco yo. Un día de hace no sé cuántos años, unos pescadores faenaban en su barca no muy lejos de la orilla. El día era claro y la superficie de la mar refulgía como una lámina de plata bruñida cuando le dan los rayos del sol. Los pescadores cantaban y se daban bromas como es normal durante la tarea.
En esas estaban cuando, de pronto, irguiéndose y señalando mar adentro, uno de ellos gritó: "¡Mirad!" Todos reaccionaron de inmediato dirigiendo los ojos hacia donde el compañero señalaba y pudieron ser testigos, medio incrédulos, medio asombrados, de una extraña visión. Allá lejos, en mitad del mar, vieron una barca que no tenía ni velas ni remos y que, sin embargo, navegaba en rectitud hacia ellos. Pese a la luminosidad del día, un halo de luz resplandecía en torno a la pequeña embarcación. La barca se acercó a la costa y, finalmente, clavó su quilla sobre la arena de la playa, no lejos de lo que hoy es la entrada al puerto. Y como la embarcación seguía desprendiendo aquel mismo fulgor, los marineros decidieron acercarse. Lo que vieron los dejó maravillados y les hizo comprender que todo era un milagro. En la pequeña nave no había ningún tripulante si no contamos como tal una imagen de la Virgen con el Niño Jesús en los brazos. Ella era la barquera.
Los marineros cogieron la imagen y la trasladaron a hombros hasta la iglesia de San Vicente. Más tarde erigieron un santuario que todavía hoy se conoce como de Nuestra Señora de la Barquera. Ella es la que desde entonces da nombre al pueblo. Por ella sienten todos gran veneración, especialmente la gente de la mar. El sábado santo, la imagen es llevada en procesión hasta la parroquia de San Vicente; y el tercer día después de la Pascua, se la lleva a orilla del mar, se la sube en una barca ricamente ornamentada y se pasea por toda la costa. Mientras, en tierra, las mujeres interpretan los picayos, que son danzas y canciones de gran antigüedad típicas de aquí.
Después de oír la historia, la tarde ya comenzaba a decaer; recogimos nuestro aparejos, los guardamos en el coche y nos adentramos por las calles aledañas al puerto para participar en las fiestas y probar el rico marisco de la zona.

jueves, julio 05, 2007

LAS MARGARITAS DE ENOL

Enol y Ercina son dos lagos que se sitúan en el corazón del Parque Nacional de Covadonga. Se llega a ellos cogiendo una estrecha carretera que arranca desde la monumental basílica de la santina de los asturianos. Conforme vamos subiendo, no debe extrañarnos hallarla interrumpida por alguna indolente vaca a la que se le ha ocurrido echarse en medio de ella para sestear un poco.
He estado por aquellos parajes dos veces, hace tiempo que no he vuelto a ir, y lo que menos me gustó siempre fueron las innumerables pintadas de los aficionados al ciclismo que animaban con ellas a sus ídolos y que rompían la belleza del lugar. En los días claros, la superficie del lago refleja con nitidez el cielo azul y las montañas que lo circundan. La primera vez que subí tuve ocasión de encontrar, entre tanto visitante como pululábamos por allí, un auténtico vaqueiro que no hacía sino renegar de los turistas. Cruzamos unas palabras y, en un momento de la breve charla, no sé a cuento de qué, me dijo: "Pero esto no ha sido siempre un lago". Picado por la curiosidad, le rogué que me aclarara qué querían decir sus palabras.
En un tiempo ya muy lejano, comenzó, todo el terreno que hoy cubren las aguas estaba ocupado por una gran majada y por las cabañas que tenían construidas los pastores que cuidaban el ganado. Sucedió que un día, sobre estos parajes se desató una gran tormenta como nunca antes se había visto otra ni se vería después. Los pastores, aunque son gente que no teme al monte ni a los elementos que en él se desatan con frecuencia, tuvieron que abandonar sus tareas y refugiarse en las cabañas. Como se iba acercando la noche y no cesaba de llover, permanecieron al calor del fuego hablando y contándose historias diversas.
No habría pasado mucho de la media noche cuando se oyó llamar en una de las cabañas. Era una pobre niña de aspecto deplorable. Presentaba la ropa toda empapada por el agua y temblaba de frío, por lo que apenas podía articular palabra. Venciendo a duras penas el castañeteo de los dientes, pidió por caridad que la acogieran para guarecerse de la lluvia hasta que llegase el nuevo día. Los pastores, que también habían estado bebiendo, se burlaron de ella y la despidieron de allí profiriendo palabras soeces.
No tuvo mejor suerte la niña en el resto de las cabañas. Parecía que la maldad y el egoísmo se habían adueñado de aquellos rudos hombres. La niña continuó vagando sin rumbo. Los pies se le hundían en el barro y las ropas pesaban lo indecible por la cantidad de agua que habían empapado, en tanto el temporal seguía con la misma violencia y la luz de los relámpagos iluminaba la inmensidad del monte. En uno de estos breves momentos en que todo se veía como si fuera pleno día, acertó a distinguir una pequeña gruta de cuyo interior salía una débil luz. Llegó hasta ella y penetró. En su interior encontró, iluminada por la parpadeante llama de una vela, a una pastorcilla que, puesta de rodillas, rezaba devotamente para que la tormenta amainase. Al ver a la niña y el estado en que se encontraba, se levantó y la llamó hacia sí, le dio una manta con la que abrigarse y le ofreció lo poco que tenía: un poco de pan, un trozo de queso y algo de leche. Fuera, parecía llover cada vez más torrencialmente.
Las horas transcurrieron lentas, pero, al fin, comenzó a clarear el día y la lluvia, poco a poco, cesó. La niña y la pastorcilla salieron y pudieron contemplar un espectáculo atroz. La majada y todo el ganado, las cabañas y los pastores que en ellas habían estado refugiados, habían desaparecido bajo las aguas. Ahora todo era un lago profundo en el que no quedaba rastro de vida.
La niña que había buscado allí amparo durante la noche no pudo contener su dolor y rompió a llorar. Lo portentoso fue que, nada más tocar el suelo, donde había caído una lágrima brotaba una margarita. La pastora no salía de su asombro. Podía ver que, al mismo tiempo que lloraba y nacían margaritas sin cesar, a la niña la iba envolviendo un halo de luz sobrenatural hasta que, poco después, tanto la luz como la niña desaparecieron dejando el suelo regado de margaritas. Una indefinible sensación de felicidad se apoderó de la pastora, que no daba crédito a sus ojos. Pero pronto comprendió que quien había pasado con ella parte de la noche no era otra que la Virgen María Niña.
Y el pastor terminó diciendo que lo que pasa es que nadie se atreve, pero que si alguien osase investigar el fondo del lago, aún se podrían encontrar los restos de las cabañas y los esqueletos de los pastores que no pudieron eludir su muerte.

miércoles, julio 04, 2007

SAN ANDRÉS DE TEIXIDO

Hemos estado hablando, Zalabardo y yo, acerca de que estos días de vacaciones podríamos dejar aparcados un poco los temas que nos han venido ocupando durante el resto del año. O por lo menos irlos espaciando. Me sugería él que ocupásemos las páginas de la agenda, en periodo vacacional, con asuntos más relajados. A mí se me ha ocurrido que podríamos dedicarlas a la narración de una serie de leyendas recogidas en varios lugares de España. Es posible que quienes sigan estas páginas las conozcan, pero yo las contaré tal como a mí me las narraron en los mismos lugares de referencia. Espero que os gusten. Podríamos empezar con la de san Andrés de Teixido.
Teixido es un lugar situado casi en el fin del mundo. En la provincia de La Coruña, se accede desde la población de Cedeira hasta casi la altura del cabo Ortegal. La carretera es estrecha, sinuosa y con pronunciadas pendientes que encogen el ánimo del viajero. Pues imagínese cuando no había ni carretera, me dicen. Allí encontramos unos acantilados impresionantes, a los que da vértigo asomarse; dicen los lugareños que son los más altos de Europa. En aquellas tierras, la gente se dedica a la agricultura y ganadería porque casi no hay acceso al mar. Allí, en aquel lugar tan apartado de cualquier otro lugar, lo que sí hay es una pequeña y hermosa ermita consagrada a san Andrés. Y en toda Galicia resuena el refrán que dice que A san Andrés de Teixido vai de morto quen no foi de vivo.
Los peregrinos, cuando comienzan a bajar la cuesta que conduce al templo, cuidan de no pisar ningún sapo, culebra, escarabajo o cualquier otro animalejo que vean en el camino porque, se dice, son las almas de los que no pudieron peregrinar en vida y cumplen ahora de esa forma.
Pregunté a una santera que vendía recuerdos y exvotos y fue ella la que me contó la siguiente historia. El apóstol san Andrés estaba muy triste porque de todas las partes del mundo acudían multitudes a visitar el sepulcro de Santiago, mientras que a su santuario, que era igualmente propicio a toda clase de milagros no acudía nadie y él estaba siempre solo y abandonado.
Cierto día se encontró en un camino con Nuestro Señor Jesucristo y le expuso sus cuitas. Le dijo: "Puedes ver, Maestro, que de todos los confines del mundo, exponiéndose a mil peligros, vienen romeros a Santiago, en tanto yo, que fui tan apóstol tuyo como él, veo cómo mi santuario permanece continuamente vacío." Le respondió entonces Jesucristo: "No te preocupes, que tú no serás en ningún modo inferior a Santiago. Desde hoy, en el cielo no entrará nadie que no haya visitado tu ermita. Y si no lo hace en vida, tendrá que hacerlo después de su muerte." Y así es desde entonces.
Y me siguió contando más. Para evitar que un alma venga arrastrándose como cualquier bestia inmunda, hay un modo: un pariente acudirá a la tumba del difunto, golpeará con los nudillos en la lápida y dirá: "Prepárate, Fulano, que tal día peregrinaremos a san Andrés." Y el día fijado, el alma del difunto abandonará el cementerio y se unirá a la comitiva. En el coche, se le reservará un asiento. Durante todo el trayecto habrá que darle conversación y, una vez llegados, se le avisará de todas las dificultades del camino que hay que hacer a pie porque, dicen, las almas oyen, pero no ven. También se portará comida para el difunto y, como ya no ingiere alimentos, se repartirá entre los mendigos que bordean el camino. Una vez de vuelta, se acompañará de nuevo al alma, ya en disposición de entrar en el cielo, hasta su lugar en el camposanto.
Aún me dirían algo más. Un poco más abajo del santuario hay una fuente, a fonte do santo, donde deberemos pararnos y echar una miga de pan al agua. Si flota, es que nuestra petición al santo será atendida; si se hunde, habremos de peregrinar otra vez más para conseguir el favor. Pero hay otra interpretación más inquietante que contaba otra santera: si la miga flota, es que podremos realizar una segunda peregrinación; si se hunde, significa que moriremos antes de volver por aquellas tierras.

martes, julio 03, 2007

ERRAR ES DE HUMANOS

Cuando alguien se queja de haber sido mal interpretado no debe culpar exclusivamente al intérprete, sino antes pensar cuál es la parte que le corresponde a sí mismo por no haberse expresado con la debida claridad. Eso es lo que me ha pasado a mí en dos de los últimos apuntes, el referido a la llegada de las vacaciones y el que comentaba una reciente lectura del Cantar de los cantares.
Mucho hemos meditado Zalabardo y yo el hecho de escribir esta nota que, al final, hemos considerado pertinente. Puede que extrañe que hable aquí de apuntes anteriores y de comentarios hechos cuando era norma declarada no responder a ninguna intervención y aceptar de buena gana cuantas observaciones se quisieran hacer a mis palabras y a las de Zalabardo (pero más a las mías porque yo soy el autor material), porque quien escribe para los demás debe exponerse a la crítica. Solamente una vez se rompió esta costumbre (fue para defender al Viejo de la Colina, cuando me pareció que lo estaban tratando injustamente) y confío en que no haya una tercera, pese a que hay un refrán que mantiene que no hay dos sin tres.
Por otra parte, no es que ahora quiera desdecirme de nada de lo afirmado en esos apuntes. Tanto Zalabardo como yo dijimos en ellos lo que queríamos decir y asumimos con buen talante que se nos quiera rebatir o se nos acuse por alguno de los argumentos utilizados. Tan solo pretendo hoy aclarar cuál era, y es, el sentido de algunas afirmaciones, porque creo haber percibido que no se interpretaron bien, la culpa de lo cual, repito, debe ser mía por no haberme expresado mejor.
Cuando hablaba de los jóvenes escribía exactamente: "unos adolescentes rebeldes, la rebeldía la da la edad, que están dispuestos a cualquier cosa menos a estudiar, y también eso es asunto de la edad". Quiero afirmar ahí que lo natural en los adolescentes, lo propio, es ser rebeldes; y el que no lo es, o ha dejado ya atrás la adolescencia o tiene algún problema que habría que analizar. A nuestros jóvenes no hay que pedirles sumisión, sino rebeldía. Claro es, eso convierte en más difícil el trato con ellos, cosa que bien sabe no ya quien sea profesor, sino cualquier padre que tenga hijos de esas edades. Respecto a lo segundo, también es natural que un adolescente no quiera estudiar. Siempre he dicho a mis alumnos, y a sus padres cuando ha habido ocasión, que ningún joven tiene vocación de estudiante de Secundaria o de bachiller. Cuando yo era joven, si podía robar tiempo al estudio para dedicarme a otro menester, lo robaba. Lo que me crispa no es ese joven que por todos los medios intenta escaquearse (no hace con ello más que lo que cualquier joven sano suele hacer), me crispa un sistema que fomenta ese escaqueo y esas familias (todas, unas cuantas o muy pocas; las que sean) que buscan la promoción de sus hijos aunque sea al precio de una deficiente formación que, antes o después, tendrá sus consecuencias.
Y la referencia a que "quedan todavía muchos Vicente Hernández sueltos por ahí". He de decir que no pensaba en nadie concreto, que no aludía a ninguna experiencia o circunstancia real y palpable; digo mejor, pensaba en el mismo fray Luis de León dejando escrita sobre la pared de la celda en que estuvo cinco años encerrado, si es cierto lo que se viene repitiendo, aquella décima que empieza Aquí la envidia y la mentira / me tuvieron encerrado. / Dichoso el humilde estado / del sabio que se retira / de aqueste mundo malvado... Y reflexionábamos Zalabardo y yo que en todas las épocas se han dado conductas semejantes a la del dominico Vicente Hernández. ¿No iba a saber aquel fraile que el texto del profesor de Salamanca coincidía con el texto latino? Claro que lo sabía, pero lo importante era, en aquel momento, atacar al otro fraile. Porque envidia, ambición, orgullo, malquerencia, etc., son vicios en los que con demasiada frecuencia caemos los humanos. Y Andrés lo dice muy bien: todos estamos cortados por la misma tijera. Y si hoy eres tú quien tropieza, nada de raro tiene que mañana sea yo. Por eso me gusta hablar de tolerancia y respeto, porque esas son las mejores vías para expiar nuestras faltas, que todos las tenemos.

lunes, julio 02, 2007

ORGULLO GAY

Estos días pasados han tenido lugar las celebraciones del Orgullo gay. Si quiero ser sincero, me han parecido excesivas. Está bien defender los derechos de las personas, reivindicar todo aquello que, en estricta justicia, alguien considera que le pertenece. Pero también creo que, al menos en nuestra sociedad, los homosexuales han alcanzado un nivel de aceptación y de reconocimiento (aunque no ignoro que puedan restar bastantes prejuicios) que ya quisieran para sí algunos otros colectivos. Y digo que me han parecido excesivas porque me lo parece cualquier desmesura y nadie me negará que ha habido desmesura en ellas. Por ese camino, muchos días de orgullo (por diferentes razones) habría que celebrar.
Hace unos días, durante el desayuno, alguien hizo la pregunta de si el término gay era aplicable solo a hombres o se podía decir también de mujeres. Ninguno supo en aquel momento cuál pudiera ser la respuesta válida. Luego lo comenté con Zalabardo y ambos nos pusimos a buscar. Aquí van los resultados de nuestras indagaciones.
En principio, digamos que, aunque es una palabra adoptada del inglés, el origen del vocablo es francés, gai, que significa 'alegre'. El español lo adoptó muy temprano con la forma gayo, que para Sebastián de Covarrubias significa 'alegre, apacible, deleitable, galán'. Añade, incluso, que el adjetivo gayado significa 'mezcla de diferentes colores, que matizan unos con otros'. Sería curioso ver si algo de esto pudo haber influido en la elección de la bandera arcoiris, símbolo del movimiento homosexual. Y, aún más, explica la etimología del término papagayo diciendo que se llama así porque presenta el papo (o sea, el pecho) con una gran variedad de colores.
Pero parece ser que fueron las comunidades homosexuales americanas las que adoptaron, en San Francisco, alrededor de 1978, el término gay para referirse a ellos mismos. Y en este sentido es preciso advertir que denominaban gay solo a quienes de forma abierta y natural aceptaban su homosexualidad, razón por la que quedaban excluidos del término los transformistas, travestis y transexuales.
En las comunidades hispanohablantes, gay designa casi exclusivamente a los homosexuales varones, aunque es aplicable también a la mujer, para quien se prefiere, sin embargo, la denominación lesbiana. No obstante, Zalabardo me enseña una entrada del diccionario Collins referida al término que comentamos en la que se lee: gay man, homosexual; gay woman, lesbiana. No creo que haya que explicar por extenso que el término lesbiana procede de la isla griega Lesbos, hoy Mitilene.
Igual que se utiliza la expresión mujer alegre para señalar a una prostituta, pudiera ser que gay hubiera nacido de la intención de referirse a chicos (o chicas) alegres. Por eso creo que la explicación que he leído, ahora no recuerdo dónde, que pretende justificar el término como el acrónimo de Good As You ('tan bueno como tú'), no es sino un mero intento, bastante artificial, de eliminar de la palabra cualquier connotación peyorativa.
Por cierto, me insiste Zalabardo para que deje bien claro que en español debemos decir [gái] y no pronunciar la palabra a la manera inglesa [guéi], puesto que gay se viene utilizando desde antiguo, aunque con otro significado. Recuérdese, me dice, aquel verso de Antonio Machado ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar, en que mostraba su rechazo de aquel tipo de poesía que ponía su interés en los aspecto puramente formales. Dicho queda.

sábado, junio 30, 2007

EL CANTAR MÁS BELLO

He empezado las vacaciones leyendo (¿cuántas veces ya?) el bíblico Cantar de los cantares, de Salomón. Mirando en los anaqueles de la librería Proteo hace unos días, mis ojos se toparon con una traducción realizada por Emilia Fernández Tejero. Tiene varios años ya, pero yo la desconocía. Siempre me había servido de la versión recogida en la clásica edición de la Biblia debida a Nácar y Colunga o, después, de la que realizó Fray Luis de León y que tan malas consecuencias tuvo para él. Esta de la que hablo es, según creo, la primera traslación del poema que lleva a cabo una mujer, al menos en lengua española.
No sé si el Cantar de los cantares es la más bella canción de amor escrita siempre; al menos a mí me lo parece. Supongo que no seré la única persona que se resiste a leerlo en su interpretación alegórica, cualquiera que esta sea. Me refiero a una de aquellas que mantienen que tal canción muestra las relaciones de Yavé con su pueblo, Israel, o de Cristo con la Iglesia, etc. Por contra, nunca he sido capaz de hacer una lectura diferente a la de su interpretación literal, es decir, que en él no he he visto más que la historia de una apasionada relación entre dos fervorosos amantes.
El arranque directo, valiente y sensual, de una mujer libre, que hay en el poema, Bésame con esos besos tuyos, / son mejores que el vino tus caricias, y que va subiendo de tono hasta llegar a lo que se podría considerar el clímax del poema, porque fuerte como la muerte es el amor, me produce ese entusiasmo que también me provoca la decimosegunda de las Veinte canciones de amor, de Neruda, Para mi corazón basta tu pecho, / para tu libertad bastan mis alas. / Desde mi boca llegará hasta el cielo / lo que estaba dormido sobre tu alma. Zalabardo, más clásico, dice que él lo compararía con aquel soneto de Quevedo que empieza Cerrar podrá mis ojos la postrera / sombra que llevare el blanco día, y que acaba declarándose, aun después de la muerte, polvo enamorado.
Pero no quería hablar de esto, sino de la relación entre el Cantar de Salomón con el fraile salmantino. Todos conocemos que Fray Luis estuvo sometido desde 1572 a un proceso por el tribunal de la Inquisición. Su delito: defender el texto hebreo del Antiguo Testamento frente a la versión latina, oficial, de la Vulgata. Haber realizado una traducción castellana del Cantar de los cantares, en contra de lo dispuesto en el concilio de Trento, no le ayudó mucho en aquel proceso, que supuso su encierro durante casi cinco largos años. Se cuenta que en uno de los interrogatorios, el dominico fray Vicente Hernández lo atacó diciendo que su traducción apenas si ofrecía diferencias con la poesía erótica de Ovidio; fray Luis se defendió diciendo que su acusador no entendería el texto bíblico en latín, ya que su traducción decía exactamente lo mismo que el texto original.
Si meditamos un poco acerca de lo que sucede día tras día en el ámbito en que cada uno nos movamos, me dice Zalabardo, nos será dado observar que quedan todavía muchos Vicente Hernández sueltos por ahí. Son aquellos que no ven más que por sus propios ojos, aunque un velo les vede presenciar lo que tienen delante , y que no oyen más que sus propias palabras. Son quienes solo se expresan en una especie de culta latiniparla tras la que ocultan sus torcidas intenciones y no pueden reprimir la rabia que les produce que pueda haber otras personas que, en castellano derecho, en el román paladino al que aspiraba Berceo, traten de deshacer lo que consideraban hábiles manejos. Le respondo que con ellos habrá también que lidiar.

jueves, junio 28, 2007

...ET ULTIMA DISPENSATUR

Hay un dicho latino, heredado de las antiguas universidades y de las escuelas de latín, que afirmaba que prima non datur et ultima dispensatur, es decir, que la primera no se da y la última tampoco, se dispensa; con ello se hacía referencia a que el primer día de clase, por ser la presentación, no se trabaja, y el último, por ser la despedida, tampoco. Me he acordado al plantearme el asunto sobre el que hablar hoy. Me decía Zalabardo que ya que hemos llegado al final del curso debería evitar uno de esos artículos fríos, profesorales y emplear el espacio en cuestiones más distendidas.
Pero me sucede que tengo aquí un apunte de hace unos días que no quiero que se me pierda y que bien podía valer para cerrar el curso y más si tenemos en cuenta que, en puridad, el último día es mañana, que es cuando celebramos el claustro final. Tú, con tal de hacer lo que te venga en gana, me dice Zalabardo, tienes excusa para todo. Al final, logro convencerlo y me deja que haga hoy un último apunte de naturaleza gramatical.
En un noticiario radiofónico, afirmaban el otro día que en solo dos meses, se contrataron a veinticuatro mil personas. Muy bien, el contenido es magnífico, porque todo lo que sea crear trabajo es bueno; pero la frase está mal construida si atendemos a la sintaxis. Intentaré ser claro sin extenderme. Digamos en principio que las construcciones españolas con se son bastante complejas. En la frase que reproduzco se nos presenta la confusión que puede haber entre la impersonalidad y la pasividad. Vamos despacio; las frases pasivas surgen cuando nos interesa destacar el objeto sobre el sujeto (el maestro castiga a los alumnos > los alumnos son castigados por el maestro). Las frases impersonales son las que carecen de sujeto, porque no puede haberlo (hace mucho frío; nevó ayer por la tarde). Pero resulta que a veces lo que hay es una indefinición del sujeto, bien porque lo desconocemos (llaman a la puerta) bien porque no nos interesa (se vende piso amueblado). Es claro que alguien llama y que alguien vende, aunque en ambos casos ignoramos, en principio, quién. Son las llamadas impersonales impropias. Es lo que se da en la frase de hoy. Vamos a verlo.
Podemos partir de una frase como La policía dispersó a los alborotadores, que no tiene ninguna complicación; si lo que deseamos es poner mayor énfasis en el objeto, utilizamos la pasiva Los alborotadores fueron dispersados por la policía, que dice exactamente lo mismo. Y como la pasiva surge, en parte, porque el agente del proceso del verbo no nos interesa tanto, la frase termina por ser Los alborotadores fueron dispersados. Paso siguiente: como nuestra lengua es reacia a la pasividad, pensemos que no nos queda rastro de la conjugación pasiva latina, tiende a convertir la frase nuevamente en activa, aunque, al carecer ya de agente, hay que echar mano de se: Se dispersaron los alborotadores. ¿Pero qué pasa ahí? Pues, simplemente, que ahora no sabemos si es construcción reflexiva (se dispersaron a sí mismos) o pasiva (fueron dispersados por alguien). Solución: el verbo se pone en singular y al sintagma nominal de función confusa se le antepone a, con lo que ya vemos a las claras que es objeto directo y la frase, impersonal: Se dispersó a los alborotadores.
Por eso, en la radio deberían haber dicho Se contrató a veinticuatro mil personas o Veinticuatro mil personas fueron contratadas. Aclaremos, por último, que este caso se da solo cuando ese sustantivo que puede interpretarse como sujeto paciente o como objeto directo significa persona, pero no cosa. Por eso no hay confusión en, por ejemplo, Los paraguas se venden bien, y sí la hay en Los acusados se defienden bien. En el primer caso, siempre los paraguas serán vendidos por alguien, mientras que, en el segundo, los acusados pueden defenderse a sí mismos o ser defendidos por alguien. Si a lo que queremos aludir es a lo segundo, deberíamos decir Se defiende bien a los acusados, frase impersonal refleja por indeterminación del sujeto.
Miro a Zalabardo, esperando su juicio. Solamente mueve la cabeza como dando a entender que la exposición de hoy no merece más que un aprobado de cagalástima. Lo entiendo y prometo que, ahora que se inicia el verano, intentaré que todos los apuntes sean menos soporíferos que este. Por el bien de todos.

miércoles, junio 27, 2007

...LAS VACACIONES DE UN MAESTRO

Hay un dicho popular que pretende expresar el culmen de lo que cualquier mortal consideraría una vida feliz: tener el sueldo de un ministro, el trabajo de un obispo y las vacaciones de un maestro. Se da alguna que otra variante en los componentes primero y segundo del dicho, pero el tercero permanece inalterado, al menos en las versiones que conozco.
Hubo un tiempo en que me sentía especialmente molesto cuando alguien me echaba en cara tal dicho. Pero hace ya bastante que decidí no sentirme aludido y permanecer impasible frente a quien crea que me voy a abochornar con tales palabras. Por lo general, quien intenta conseguirlo es un ignorante que solo sabe argumentar con tópicos. Ignoro si el sueldo de un ministro dará para tanto y si la vida de un obispo es regalada o no; la verdad es que no me importa demasiado. Como tampoco suelo quejarme cuando un mecánico me cobra no sé cuánto por, según algunos dicen, la simpleza de apretar un tornillo. Claro que, bien mirado, yo no sé apretarlo. Y si lo supiera, es de cajón que no acudiría a su taller y me ahorraría esos euros.
Con eso de más arriba quiero decir que cada uno es lo que es, sabe lo que sabe y vale para lo que vale. Y cada uno en su casa y Dios en la de todos. Por otra parte, ya hace que Zalabardo me enseñó lo que responder si alguno se pone impertinente y se mantiene en sus trece con la dichosa cantilena (mejor que cantinela) de las vacaciones: Mire usted, la universidad tiene las puertas abiertas para quien desee el título, la oposición para optar al puesto es de libre acceso y, superadas aquella y esta, no hay más que meterse unas cuantas horas para lidiar con unos adolescentes rebeldes, la rebeldía la da la edad, que están dispuestos a cualquier cosa menos a estudiar, y también eso es asunto de la edad; otras cuantas horas en casa preparando las clases, pues no es cosa de quedarse atrasado en este mundo tan cambiante y vertiginoso, corrigiendo tareas y preocupado por no cometer ninguna injusticia al valorar el trabajo de los chavales. Aparte de eso, solo hay que soportar la casi general incomprensión de los padres, el olvido en que nos tiene la sociedad y la indiferencia de la Administración educativa, nuestros jefes, para quienes parece que solo contamos cuando somos la causa de que un padre presente una queja en la Delegación. Sobre todo eso, ¿eh?, que los padres no se quejen
Me dice Zalabardo que se nota que ya olemos las vacaciones. Y es verdad. Ya las clases han terminado. estamos ahora ocupados con las evaluaciones, redactando memorias que nadie va a leer y celebrando los últimos claustros que cierran, de modo definitivo, el curso hasta septiembre. Entre tanto, observamos cómo quedan de contentos unos padres que ven que sus hijos promocionan de curso, sin reparar lo más mínimo en que esa promoción "por imperativo legal" está propiciada por una ley que impide que se pueda repetir más de una vez en el ciclo y que permite al alumno ser consciente de que, sin hacer el huevo, se pasa de curso. Así nos es dado contemplar cómo a tercero de secundaria, por citar un ejemplo cualquiera, acceden alumnos con veinte y más asignaturas pendientes de cursos anteriores. Y si no, ya nos inventaremos adaptaciones, diversificaciones, apoyos y lo que sea menester. La cosa es conceder los títulos de graduado y que las autoridades puedan presumir de que aquí no hay fracaso escolar. Todo ello sin que se nos altere lo más mínimo el sistema nervioso ni resulte afectado nuestro ánimo, porque lo nuestro, según es bien sabido es "una vocación".
Pues bien, con todo lo que he expuesto antes, yo no tengo vergüenza ninguna en aceptar que tengo las vacaciones que tengo. Y creo que las necesito y que me las he ganado, igual que todos los profesores.
Zalabardo me mira y se ríe. No dice nada, pero tengo la impresión de que, para sus adentros está pensando algo así como "sí, anda, coge ya las vacaciones y tiempla (o templa, que las dos formas valen) los nervios". Por lo pronto, los compañeros, esta noche, nos vamos a comer pescaíto.

martes, junio 12, 2007

PUNTO Y PELOTA

Lo curioso de las locuciones y giros afines es que, en una gran cantidad de casos, sabemos cuál es el sentido con que se utilizan, lo que queremos decir con ellas, aunque desconozcamos la razón de su origen o el significado de sus componentes. Eso hace que en algunos casos experimenten cambios en su composición que las vuelven incomprensibles a pesar de que sigan funcionando como si tal cosa. Ese fenómeno, que no es sino una forma de degradación, se da también, por ejemplo, en los romances y canciones de tradición oral, que experimentan grandes cambios entre su forma original y la que actualmente observamos.
Zalabardo me cuenta que él conoce a una persona que para expresar que se mantendrá callada sin interferir en lo que otro diga ni manifestar disconformidad con ello dice yo, punto y pelota, en lugar de punto en boca que es la expresión propia para significar que se mantendrá silencio. Y, del mismo modo, cuenta de una compañera de estudios, allá en Granada, que en lugar de menos mal solía decir buenos mal.
Pero no son esas alteraciones que cita Zalabardo de las que quiero hoy hablar, sino mejor de aquellas locuciones que decimos a menudo aunque de ellas ignoremos el significado de sus elementos integrantes. Por ejemplo, todos sabemos que echarse algo al coleto es bebérselo o comérselo, o leer un escrito de principio a fin. Pero, ¿se para alguien a pensar qué es eso del coleto? Coleto es una palabra de origen italiano que designa una prenda de vestir de otras épocas, concretamente es una especie de chaleco de piel, ajustado, con o sin mangas, que cubre el cuerpo, ciñéndolo hasta la cintura. Por eso echarse algo a él es asegurarlo, guardarlo para uno.
Segunda locución: echarse o guardar algo en la buchaca es guardarse algo para uno mismo, aunque en el momento no se sepa si nos será de utilidad. Buchaca es un término que procede del catalán, butxaca, y que designa una bolsa grande que peregrinos y mendigos llevan bajo el brazo para guardar en ella todo lo que les dan.
¿Qué pasa cuando algo se nos va al garete? Pues que ha fracasado o se ha malogrado. ¿Y dónde está el garete? En ningún sitio, porque el garete no es un lugar sino más bien una situación. El origen de la expresión hay que buscarlo en el francés y en el lenguaje marinero. En efecto, être égaré es estar o andar averiado, haber perdido el gobierno, y se dice de las embarcaciones que, por tal motivo, quedan a merced de los vientos o mareas sin que tal eventualidad pueda ser remediada. Por tal razón, el peligro de encallar o perderse es grande. De ahí a malograrse algo no hay más que un paso.
Y vamos con una última locución. Cuando caemos en el garlito es que hemos sido engañados; y si cogemos a alguien en el garlito es que lo hemos sorprendido, mediante una trampa, en una acción que pretendía realizar de modo oculto. Y eso es así porque el garlito no es más que una especie de nasa, una red de tiene dispuesta su parte más estrecha de modo que se puede entrar con facilidad pero de donde es casi imposible salir. Eso explica que adquiera ese sentido figurado de trampa o celada que se tiende a alguien.
Zalabardo y yo queremos avisar de que durante algún tiempo se va a suspender la aparición diaria de esta agenda. Es época de preparar exámenes, de corregirlos, de asistir a evaluaciones, de redactar memorias. Queda, por tanto, poco tiempo para dedicar a estas páginas. De todas formas, no tardaremos demasiado en recobrar la periodicidad habitual.

lunes, junio 11, 2007

COMPETENCIA Y ACTUACIÓN

Los creadores de la gramática generativa introdujeron dos conceptos de los que posteriormente nos hemos servido bastante cuantos nos dedicamos a estas cosas del lenguaje. A decir verdad, ellos no fueron los creadores de las palabras, que ya existían desde mucho antes, sino de lo que con ellas se quería decir en el campo que trabajaban. Esas palabras son competencia y actuación. Con la primera se hacía referencia a un sistema de reglas interiorizado por los hablantes y que constituye su saber lingüístico, gracias al cual son capaces de pronunciar o comprender un número infinito de oraciones inéditas; la actuación es, por su parte, la manifestación de la competencia de los hablantes en sus múltiples actos de habla. Cojo las definiciones del Diccionario de Lingüística de Jean Dubois.
Los conceptos vienen a equivaler, más o menos, a lo que Saussure había llamado lengua y habla, es decir, el sistema y su exteriorización por cada individuo. Para ser más claro, la competencia es el sistema comunicativo del que yo me sirvo, pongamos el español, o mejor, el conocimiento que yo tengo de él, y la actuación es lo que yo soy capaz de hacer con ese sistema, su utilización práctica por mi parte. Siendo así, es fácil entender que cuanto mayor conocimiento posea del sistema, de más posibilidades comunicativas dispondré.
Me avisa Zalabardo de que empiezo a subirme por las ramas y que debo ir al grano. De acuerdo. Digo todo lo anterior porque me ha venido a la cabeza un prurito muy extendido entre el común de la gente de comprobar constantemente si tal término está recogido en el diccionario, pensando que es ese el criterio para que se pueda utilizar o no. ¿Y qué más da?, me pregunto yo a la vez que me contesto que todo vale si se ajusta a la lógica y al funcionamiento del sistema. Lo que pasa es que, con alta frecuencia, no somos, o no queremos ser, conscientes de nuestra competencia léxica.
Zalabardo me pide que ponga ejemplos concretos antes de acusar a nadie de Dios sabe qué. Le hago caso y ahí va el primero. En la última página de El País del sábado, Manuel Rivas, escribía una columna con el título Paleopolítica que empezaba así: "La modernidad, la posmodernidad, la transmodernidad. ¿Y ahora? Se avecina la paleomodernidad. Un futuro cada vez más antiguo." Bonita forma de jugar con los prefijos, ¿no creéis? Pues bien, mientras que podemos comprobar la "legalidad" (ya que vienen en el diccionario) de las dos primeras palabras, resulta que transmodernidad, paleomodernidad y el propio título, paleopolítica, no están recogidas. ¿Qué hacemos entonces con ellas? ¿Las expulsamos del discurso? Por supuesto que no, ya que no solo son posibles, sino que expresan perfectamente lo que el autor de la columna pretende decir. Se ha servido a la perfección de su competencia léxica para producir términos no contemplados antes.
Segundo ejemplo. He acabado de leer este fin de semana Mercado de espejismos, de Felipe Benítez Reyes. Aparte de por otras razones, la novela me ha gustado por la desenvoltura de su autor en el empleo del léxico. Para no sobreabundar, haré unas referencias mínimas: de una persona que no para de hablar y cuyo discurso es vacío de contenido dice que es un blablablero. A los miembros de una secta que se consideran a sí mismos los auténticos herederos del mesías los califica de veromesiánicos. Y de otro personaje afirma que no para de mostrar su moribundez.
Ninguna de las palabras que presento están creadas de la nada. Todas nacen a partir de elementos que el sistema pone al alcance de quienes las utilizan. Basta pues que yo conozca ese sistema (en este caso, la existencia de los prefijos y sufijos trans-, paleo-, -bundez, etc.) para manejarme con los recursos que me ofrece. O sea, y vuelvo al principio, si poseo una adecuada competencia podré ser capaz de una más rica actuación. Que luego el uso de esas palabras triunfe o no, que acaben o no en una página del diccionario, es harina de otro costal; pero eso no debe importarnos.

viernes, junio 08, 2007

NIHIL OBSTAT

Esa es la expresión que la censura de la Iglesia católica utiliza para dar a entender que nada se opone, desde el punto de vista de la moral y doctrinal, a la publicación de una obra. Hubo una época en nuestro país en que toda publicación debía pasar ese fielato. Un libro que no alcanzase tal autorización no solo veía prohibida su salida a la luz sino que se veía abocada a formar parte de aquel negro infierno de los libros que se llamó Index Librorum Prohibitorum et Expurgatorum, o, en castellano, Índice de los libros prohibidos. Tal catálogo lo creó la Inquisición en 1559 y en él han llegado a estar inscritos autores de la talla de Anatole France o Emile Zola y libros prohibidos fueron, aunque parezca mentira, el Libro de su vida, de Santa Teresa de Jesús o la que sería considerada base de toda la novela moderna, Madame Bovary, de Gustave Flaubert.
Entre los romanos, el censor era un magistrado encargado de hacer los empadronamientos y de vigilar la moralidad pública. Todavía en 1611, Covarrubias decía que 'este oficio, tan necesario, falta en nuestras repúblicas.' Pero no tardaría la censura en convertirse en lo que sigue siendo hoy, un arma del poder, de cualquier poder, para controlar la libertad de expresión y el libre acceso a cualquier información que dicho poder considere 'perniciosa'. Zalabardo me recuerda que en nuestro instituto, en la biblioteca, funcionaba un libro que se llamaba Lecturas buenas y malas, no sé qué relación tendría con el Índice, cuya consulta era obligada antes de poder retirar cualquier libro. Yo mismo me vi imposibilitado de leer una novela de Baroja, no recuerdo cuál, que aparecía allí marcada como 'peligrosa'. Y el director espiritual del mismo centro nos prohibió representar un montaje teatral en el que se utilizaban poemas de los hermanos Machado y Carolina Colorado. Como todo el mundo sabe, los tres son altamente peligrosos.
A estas alturas, no creo que nadie ignore que nuestro Premio Nobel C. J. Cela ejerció de censor, aunque él siempre se esforzó por dejar bien sentado, ¿o le remordería la conciencia?, que por sus manos solamente pasaban boletines de órdenes religiosas y publicaciones de tipo semejante. Da igual. Reivindicación del conde don Julián, de Juan Goytisolo, salió en Méjico en 1970 porque no pasó la censura española. No sé siquiera si su autor lo intentó. Y antes, en 1961, se había publicado Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos, tras pasar por las horcas caudinas (ojo, que no claudinas) del lápiz rojo del censor. La edición íntegra no fue posible hasta veinte años más tarde. ¿Qué se le había quitado? Por ejemplo, un personaje no podía decir "Yo soy el que soy" por las connotaciones que la frase tiene. O donde decía "...lugares sagrados, templos de celebración..." debería decir "...lugares de celebración..."; y así todas. Un primor.
Pensaríamos que es imposible que en los tiempos modernos, en esta era de internet, la censura pudiese impedir la libre difusión de las ideas o el acceso a la información. Pues lo consigue. Amnistía Internacional denuncia que entre veinte y veinticinco países tienen serias restricciones en su acceso a internet. No es ya solo que los gobiernos desarrollen utilidades que sirven para controlar lo que un usuario pueda ver en su PC, lo sonrojante es que las grandes compañías, Microsoft, Google, Yahoo!, etc., colaboran con ellos proporcionando los datos de quienes infringen las leyes restrictivas al respecto.
Por eso, esta misma organización, AI, creó una vía de escape, una ventana contra la censura en internet. Se cumple ahora un año de Irrepressible.info, lugar donde tienen cabida todas aquellas páginas que la censura quiere silenciar.

jueves, junio 07, 2007

ESPAÑOLÍA

Una frase simple, inocente, del entrenador español de fútbol ha dado lugar a toda una serie de comentarios que, la verdad, no sé si son más síntoma de papanatismo o de ignorancia. En una entrevista antes del partido contra Liechtenstein, a Luis se le ocurrió decir que estaba convencido de la españolía de los jugadores; y como el traductor alemán pidiese aclaración para traducir tal término, el entrenador español le dijo: "Pues españolidad o españolismo. O sea, un sentimiento, un cariño." Si alguien es capaz de decirlo mejor que Luis, que lo diga. Pero unos, con matiz irónico, escriben que balbuceó antes de ser capaz de dar aquella contestación. Otros. concretamente los responsables de la transmisión deportiva de la cadena SER, empezaron su programa en tono de chufla dudando, primero, de que tal palabra existiese; y, segundo, dando por hecho que Luis chochea y ya no sabe ni lo que dice. Uno de ellos, antiguo jugador, Rincón, repetía entre risas: "Eso, eso, y yo era un españolío."
Empecemos simplemente analizando la palabra: españolía, según el DRAE, equivale a españolismo o españolería; y españolismo es el 'amor o apego a las cosas características o típicas de España.' O sea, un sentimiento, como Luis decía. Cualquier persona, incluso un japonés, por ser exóticos, podría en cualquier momento manifestar su españolía o españolismo. Luis se equivoca, aunque sea desliz de poca monta en su contexto, al decir que era equivalente a españolidad, que es la 'cualidad de español.' Es decir, que solo la nacionalidad nos permite manifestar nuestra españolidad. La palabra españolía, que es un sustantivo, no tiene nada de rara, pues sigue la misma forma que hidalguía, bizarría, ñoñería, mogigatería, etc. Con ello quiero decir que, en el caso hipotético de que no existiera, Luis la habría creado con todo el derecho del mundo. Ah, y su adjetivo correspondiente no es otro que español, para que se entere Hipólito Rincón.
Zalabardo me dice que todos estos problemas tienen su origen, según su opinión, en el hecho, también simple, de que los españoles somos muy particulares para estas cosas y sentimos una especie de vergüenza irreprimible a declarar cualquier actitud relaciona con la noción de patria. El fútbol es buena prueba: cualquier futbolista argentino, por ejemplo, muere por representar a su país y cualquier seguidor tendrá su "albiceleste". Los españoles somos más del Real Madrid, del Barça o del Alcoyano y llevaremos la camiseta de Raúl o de Ronaldinho.
Aparte del fenómeno del fútbol, sigue diciéndome Zalabardo que entre nosotros, los españoles, cuesta trabajo reconocer que somos españoles o de España. Nos suenan estos conceptos, el de español o el de España a largos años de dictadura, por lo que eso de declarar la españolía lo vemos natural en Salva Ballesta, vaya, otro futbolista, pero no en nosotros mismos. Por eso mismo sentimos reparo y cuando vemos que alguien enarbola la bandera de manera partidista no tenemos el valor de decir: "Oiga usted, que esa bandera es también mía y no quiero que se utilice para significar algo diferente a lo que simboliza." Cuando oigo a Zalabardo, he recordado que esta mañana, durante el desayuno, no sé si fue José Francisco o José Manuel quien decía con razón que el problema para componer una letra para el himno español es que tendría que recoger el nombre de cada una de las autonomías.
Le pregunto a Zalabardo cuál pudiera ser la solución a este conflicto. Ah, me responde, ¿Tú crees que eso lo sabe alguien?

miércoles, junio 06, 2007

ETA

Hay días que se hace más cuesta arriba empezar el apunte. Hoy es uno de ellos y aquí estamos Zalabardo y yo dándole vueltas al asunto de por dónde orientar esto. El propósito declarado de estas páginas es el de no adoptar posturas serias en exceso ni en exceso trascendentalistas, ¿pero qué hacer en un caso como este? Cuando iniciábamos el comentario precedente, RRR, me susurró Zalabardo al oído al verme escribir el título: Tres letras, como ETA. Y no miento si os digo que estuvimos en un tris de cambiar de tema y dedicar la página de la agenda a la anunciada ruptura de la tregua por parte de los terroristas. Pero fue el propio Zalabardo quien al final dijo: Sigamos con lo de hoy; mañana será otro día.
Hay que ver la de siglas compuestas por tres letras que remiten a alguna forma de terror: en una búsqueda no demasiado a fondo salen las siguientes, alguna por suerte ya desaparecida: KKK, AAA (Alianza Apostólica Anticomunista), ETA, GAL, IRA, FLP (Frente de Liberación Palestina), ERJ (Ejército Rojo Japonés), OAS (Organisation de l'Armée Secrète), MIR (Movimiento de la Izquierda Revolucionaria), AUC (Autodefensas Unidas de Colombia), FLB (Frente de Liberación de Bretaña), etc. Me dice Zalabardo que deje claro que un movimiento terrorista debe ser siempre rechazable, pese a que muchos de ellos hayan contado con algunas simpatías en sus inicios. Basta pensar, me sigue diciendo, las que acompañaron a ETA cuando apareció como tal, hace casi sesenta años y tras su primera asamblea de 1962, en Francia. Pero, añade, no es cuestión de echar nada en cara a nadie; simplemente de poner las cosas en su sitio.
He leído el comunicado con que intentan justificar lo injustificable. Se amparan en denunciar a Zapatero y al PNV de fascistas y dan su triple salto mortal cuando califican a todo el cuerpo político español de falta de democracia, tan solo porque las cosas no se han hecho como ellos querían. No cabe mayor cinismo. ¿A quiénes, de qué y con qué derecho pueden esos energúmenos calificar a nadie? Zalabardo me pasa una nota que ha ido escribiendo aquí a mi lado y que me voy a limitar a transcribir:
Integristas: quienes son partidarios de la intangibilidad de una doctrina que ellos consideran fuente de la tradición; o sea, como ETA.
Fundamentalistas: los que defienden un intransigente sometimiento a una determinada forma de pensamiento o doctrina; o sea, como ETA.
Fascistas: quienes defienden y proclaman un sistema político y social totalitario y autoritario; o sea, como ETA.
Totalitarios: Los partidarios de una férrea intervención en todos los órdenes de la vida, concentrando la totalidad del poder en manos de un grupo o partido sin permitir la actuación de otros grupos o partidos; o sea, como ETA.
Intransigentes: los que no consienten en nada que sea diferente a lo que ellos mismos defienden o proponen; o sea, como ETA.
Intolerantes: quienes no respetan las ideas, creencias o prácticas de los demás si difieren de las propias; o sea, como ETA.
Antidemócratas: quienes no aceptan la soberanía del pueblo, aunque sea mediante el depósito de su voto, si el sentido de este no va en sintonía con el de ellos; o sea, como ETA.

martes, junio 05, 2007

RRR

Cuando he escrito las tres letras del título de hoy me ha venido a la mente que con tres letras se forman también una multitud de abreviaturas que remiten a significados inquietantes, y puede que el primero de ellos sea ETA. Pero no quiero hablar hoy de eso, sino de otras cuestiones, si acaso también inquietantes, al menos por otros motivos. De ETA a lo mejor hablamos mañana, si es que me pongo de acuerdo con Zalabardo para hacerlo.
Hoy, día 5 de junio, es el Día Mundial del Medio Ambiente. Creo que ya alguna vez dije que la proliferación de días mundiales de lo que sea es tal, que puede que pierdan algo de la efectividad que cada uno de ellos pretende. Raro es el mes, y casi la semana, que no hay un día mundial de algo. Sin embargo, pese a ese empacho, no debemos de echarlos en saco roto ni considerar que unos son mejores que los demás. Este del que hablo es uno de los vehículos de los que las Naciones Unidas se valen para alimentar la sensibilización general sobre el medio ambiente y favorecer cualquier acción política sobre el tema.
Se me podrá decir, yo también me lo digo a veces y Zalabardo no deja de repetirlo, que bien podrían ser las naciones quienes se han de sensibilizar primero y darnos ejemplo a los ciudadanos de cuáles son esos comportamientos debidos. En no pocos de nosotros alienta la pesimista idea de qué es lo que podremos hacer si las grandes industrias, los países poderosos, no empiezan a actuar y, como se suele decir, a tirar del carro del intervencionismo para la mejora medioambiental del planeta. Y podríamos empezar por los mismos ayuntamientos. Un botón de muestra: a mí se me pide que no tire a la basura las pilas agotadas, pero resulta que ignoro si en Málaga, no ya en mi barrio, existe algún punto de recogida de estos desechos.
Me hace notar Zalabardo que voy bien, pero que, a estas alturas, aún no he aclarado el sentido de las tres letras con que he titulado hoy. Y tiene razón. Esas tres R recogen los tres principios fundamentales del proteccionismo mediambiental: reciclaje, reutilización y reducción. Son tres principios en los que todos podemos ser protagonistas sin preocuparnos del protagonismo de los demás, sean estos particulares o sean instituciones. Se trata de acciones a nuestro alcance que todos conocemos, que puede que, en un principio, nos resulten engorrosas, que es posible que aparentemente no aporten, a nuestro entender, demasiado, pero que a la larga terminan por ser efectivas. Ahorrar combustible, no dilapidar el agua, no tirar a la basura lo que se pueda reutilizar, reciclar (leo que reciclar una lata de aluminio, por ejemplo, ahorra el 90% de la energía necesaria para hacer una nueva), no consumir productos fuera de temporada, etc.
Ya en otra ocasión hablé de un librito de Miguel Delibes titulado Un mundo que agoniza, que no es sino su discurso de ingreso en la Academia de la Lengua, en 1975, hace ya más de treinta años. Todo él es interesante, pero en el capítulo titulado Un mundo sucio nos expone de qué manera el medio ambiente es la víctima propiciatoria del progreso humano. Y la paradoja está, dice, en que la influencia ha sido mayor cuando menos se ha intentado influir en él; pone como ejemplo que las tentativas por cambiar el clima para provocar lluvia artificial, o diluir la niebla o licuar el granizo los resultados han sido nulos. En cambio, "la influencia del hombre sobre el medio se ha producido, para mal, por vía indirecta, cuando ha pretendido forzar la producción de la tierra o multiplicar sus industrias o su velocidad en un nuevo intento por aumentar su confort y su nivel de vida [...]: los gases de combustión expelidos por fábricas, calefacciones, automóviles, quemadores de basuras, etc. [...] Esta contaminación, además de su nocividad sobre las vidas animal y vegetal, provoca trastornos en la salud humana, hecho especialmente patente en determinadas circunstancias meteorológicas."
Algún día, lo queramos o no, tendremos que tomar medidas en serio. Lo que es seguro es que así no se puede seguir.