Mantener un comentario diario y no repetirse es difícil, me justifico ante Zalabardo cuando me llama la atención sobre el hecho de que el apunte de hoy incide en algo que ya se dijo hace tiempo (concretamente el 26 de octubre de 2006): la mayor o menor importancia que puedan tener errores de, aparentemente, poca monta. Titulaba aquella nota Esas pequeñas cosas y defendía que un pequeño error podía ser en sí mismo justificable, aunque la suma de varios de estos pequeños gazapos convertía en más grave al asunto. O sea eso del aforismo: errare humanun est, perseverare autem diabolicum, 'errar es cosa de humanos; sin embargo, reincidir [en el error] es diabólico'.
Aunque, si prestamos atención, hay otro aforismo que declara que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. Y, tal vez llevado por esta idea, surgió aquel otro que defiende que se debe odiar el delito, pero compadeciendo simultáneamente al delincuente. Si actúo como Sancho Panza, ensartando sin cesar aforismos y refranes, es porque creo que entre lo mucho que he aprendido desde que publico estas notas está el hecho de ser menos cáustico con quienes cometen los fallos que aquí repruebo. O al menos esa es la impresión que tengo. A ello me inclinaron dos comentarios enviados por amables (hasta el exceso) lectores de esta agenda. José Antonio Garrido me reprochó, con suma amabilidad, la dureza de alguna crítica y me solicitaba no ser tan severo con el infractor; desde entonces lo intento. La otra persona que me influyó en el sentido que digo fue la no menos amable Mari Paz, estudiante de la UMA que, al tiempo que agradecía los comentarios, me tiraba de las orejas por los deslices, que también yo, como no podía ser menos, cometo. Tengo que reconocer que echo de menos sus suaves reprimendas, siempre presentadas bajo aspecto de preguntas.
Me apremia Zalabardo para que vaya al grano y no me ande más por las ramas. La tesis, en definitiva, es que el error es más o menos pequeño según quién, cómo, cuándo y dónde lo cometa. En consecuencia, la responsabilidad será mayor o menor dependiendo de quien yerre. Y creo que estaremos de acuerdo en que un periódico del prestigio de El País debería evitar según qué cosas. Por ejemplo, ayer se incluía una información en la que se hablaba de que a un guardia civil que estaba fuera de su coche atendiendo a un accidentado otro vehículo lo arroyó. Quien escribió eso, o el responsable de redacción, o el corrector de pruebas, o quien fuera, debería haberse dado cuenta de que el sinónimo de atropellar es arrollar, no arroyar, que es un raro verbo apenas utilizado que significa 'formar la lluvia arroyos'. Por tanto, no habría ni siquiera que acudir a la excusa de la confusión entre homónimos.
Otro error, no sé si más grave, lo vemos hoy en la primera página y repetido en la 20. Dice el Libro de Estilo de esta publicación, de obligado cumplimiento, que en los títulos "No se pueden suprimir los artículos o adjetivos que imponga la lógica del lenguaje, ni escribir titulares como este: Científicos preparan una vacuna contra el sida". Pues bien, el titular al que me refiero dice así: Abogado de víctimas llama señor a miembro de ETA. ¿Un descuido? No sé qué decir, puesto que no es uno sino que son tres los artículos que faltan: [Un] abogado de [las] víctimas llama señor a [un] miembro de ETA.
Como podrá comprobar José Antonio, hace unos meses la reprimenda no hubiese quedado en eso, ¿verdad? Para terminar con un refrán, nunca es tarde si la dicha (la moderación) es buena.
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