Me trae Zalabardo unas cuantas palabras con las que se ha topado estos días en diferentes medios. Todas ellas son interesantes por diferentes motivos, pero las traigo aquí para hacer referencia a lo que sí es admisible en la lengua y lo que no debería serlo tanto. Tienen que ver también con lo que tantas veces se ha repetido acerca de que la lengua es un organismo vivo que está en continua transformación, por lo que unas veces debemos enfrentarnos a la aparición de unos vocablos nuevos, otras veces a su desaparición y otras, en fin, a la simple modificación de sus formas o de sus contenidos.
La primera palabra que hablo es transpondedor. Se utilizaba al informar sobre una falsa alarma de secuestro aéreo y la expresión concreta era que el piloto había activado, por error, el transpondedor. Es esta una palabra propia de la ingenierría de satélites y se trata de un acrónimo formado a imitación del inglés transponder (transmitter + responder); en nuestra lengua, transmisor + respondedor. Sobre el proceso de formación, nada que alegar, aunque sí sobrte la circunstancia de que al ser el término técnico, después de su uso en un texto dirigido a un público amplio, debería haberse explicado ('dispositivo, repetidor o reemisor, que envía una señal identificable en respuesta a otra señal que actúa como pregunta', o algo por el estilo).
Las dos siguientes palabras son dos derivados. El primero es caucáseo, para designar a los naturales de la zona del Cáucaso. Es el gentilicio correcto, hay pocos con esa forma (jebuseo, 'de Jebús', raguseo, 'de Ragusa' y no sé si alguno más), pese a que lo más común es utilizar caucásico, que, sin embargo, significa 'pertenecientee a la raza blanca o indoeuropea, por suponerla oriunda del Cáucaso'. La otra palabra es baculazo; la emplea uno de los párrocos de San Carlos Borromeo, la llamada "parroquia roja", de Madrid, para definir la actitud hostil del obispo, que quiere impedirles a toda costa su modo de entender el evangelio. Este último podría ser un bonito tema para tratar en uno de estos apuntes y quizás lo haga la semana próxima. Y el sufijo, un prodigio de utilización, ya que una simple palabra define a las mil maravillas lo que se quiere decir.
Por fin, la otra palabra que trae Zalabardo es arramplar. La utilizó hace días en televisión y presentador al decir que el concursante quería "arramplar con todo". Ya sé que el diccionario RAE recoge este término, al que califica de coloquial. Yo diría que en boca de un presentador de televisión es más bien un vulgarismo, pues tal persona debería saber que el término correcto es arramblar, derivado de rambla, 'lecho de las aguas pluviales cuando caen copiosamente', de donde arramblar significa 'recoger y llevarse codiciosamente todo lo que hay en un lugar'.
Bien, como ya mañana es jueves santo, Zalabardo y yo nos tomamos un breve descanso y dejamos la agenda hasta el próximo lunes.
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